Por Juan Manuel Herbella | La histórica frase de Buckingham que hoy se ve reflejada en Barcelona y Colón de Santa Fe.
Juan Manuel Herbella
El mundo del fútbol tiene muchas frases hechas que se repiten como mandamientos bíblicos. “Los partidos hay que jugarlos” sean fáciles o difíciles, contra el puntero o ante el último, puede haber sorpresas. “Es más fácil despedir a uno (entrenador) que a veinte (jugadores)” ante un mal resultado; siempre el primero que se va es el director técnico. Y tantas otras que no vienen al caso pero que, como las mencionadas, se cumplen al pie de la letra.
Estaba todo dado. Barcelona recibía en el Camp Nou al Málaga. El equipo llevaba 11 victorias consecutivas y si ganaba alcanzaba momentáneamente la cima de la tabla. Messi (26) podía acercarse a Cristiano (28) en la carrera por el trofeo de Pichichi (goleador de la Liga). En la semana, había declarado que luego de la derrota ante Real Sociedad, en el primer partido del año, algo se había modificado en el grupo culé: “Se ha producido un cambio en la actitud del equipo y las ganas. En los últimos partidos hemos salido a la cancha con más ganas de presionar y de atacar: el cambio se ha notado muchísimo”.
Un par de días después, su entrenador Luis Enrique, lo contradijo en conferencia de prensa: “Sigo pensando que desde Anoeta no ha cambiado nada, la mejora del equipo responde al tiempo de trabajo acumulado”. El periodismo encontró un flanco débil de explicar y siguió preguntando. “No entro en polémicas. Si él lo piensa así es maravilloso. Yo doy únicamente mi opinión. A mí me interesa preparar el partido del Málaga”, respondió ofuscado.
Fruto de la casualidad, del destino o de algún “designio divino”, el Barcelona perdió ante el Málaga. Messi no remató al arco, Neymar tampoco. El equipo volvió a mostrar los mismos inconvenientes que en San Sebastián: lento en las transiciones defensivas y excesivamente dependientes del desequilibrio individual de Messi y Neymar. El error de Dani Alves, ni bien comenzado el partido, condenó el resto del trámite: 1 a 0 ganó el visitante.
Colón regresaba a Primera División, ante San Lorenzo en el nuevo Gasómetro. Uno de los jugadores de mayor jerarquía y recorrido del equipo es David Ramírez, autor de uno de los goles y artífice de la remontada que el año pasado había concluido con el ascenso. Para el debut, el entrenador Reinaldo Merlo, se inclinó por un esquema un poco más cerrado que de costumbre pero nada alejado de su filosofía defensiva habitual. Ramírez, como siempre, debió arrancar sentado en el banco. Consumada la derrota (2 a 0) y en caliente, el Mago se mostró molesto por el planteo y la forma de juego del equipo: “Fuimos poco ambiciosos, me parece que respetamos demasiado a San Lorenzo que venía mal. A él (el entrenador) le gusta jugar de esta manera, y yo tengo que agachar la cabeza, y trabajar para mí.” Al día siguiente de estas declaraciones, Mostaza hacía las maletas y dejaba la dirección técnica del Sabalero.
Vic Buckingham ha sido uno de los románticos del fútbol europeo. Como futbolista fue un elegante defensor del Tottenham Hotspur, donde debutó en 1935 y vio su carrera condicionada por la Segunda Guerra Mundial. Como entrenador, con su atractiva “mezcla de elocuencia e inteligencia” abrió las puertas del reconocimiento. Influenciado por la corriente de su entrenador en los Hotspurs, el innovador Arthur Rowe, sus equipos desplegaban un juego atractivo para la época, estimulante a la vista y también llegaban al éxito (al West Bromwich Albion lo llevó a su mejor campaña histórica, a mediados de los 50´s con la conquista de FA Cup).
Además de dirigir en Inglaterra, Buckingham trabajó en Holanda, donde salió campeón con el Ajax en 1960 y potenció a un jovencito llamado Johan Cruyff, que luego se transformaría en uno de los futbolistas más importantes de la historia de Europa. También estuvo por otras latitudes antes de retornar definitivamente a su país: trabajó en Grecia y tiempo después dirigió en España, al Barcelona, al que llevó a coronarse campeón de la Copa del Rey en 1971, en un partido memorable ante el Valencia (4-3).
Vic Buckingham finalmente murió, en Chichester (Reino Unido), el 26 de enero de 1995. A veinte años de su deceso, el mundo del fútbol apenas lo recuerda. Sin embargo, una de sus frases ha hecho historia: “Una vez que suena el pitido inicial estás en manos de tus jugadores, y hay algunos de mi equipo a los que no les confiaría ni mi vajilla”.
Ganarse la confianza de sus futbolistas, fue una de las funciones más importantes del entrenador en el siglo pasado y lo es ahora.