A punto de estrenar El patrón: radiografía de un crimen, donde compone a un analfabeto esclavizado, el actor asegura que la falta de educación es una herramienta de dominación y que la pobreza la genera la corrupción. Adelanta que hará de un intendente candidato a presidente en la próxima
Para caracterizar a Hermógenes Saldívar en la película El patrón: radiografía de un crimen –la historia real de un analfabeto que llegó a Buenos Aires proveniente de Santiago del Estero y que terminó asesinando a su empleador, que lo sometía a la esclavitud en una carnicería–, Joaquín Furriel tuvo cinco sesiones de entrenamiento en una carnicería de Almagro, leyó el libro homónimo de Elías Neuman, quien suministró material sobre la agrupación de campesinos santiagueños Mocase, desplazados por las corporaciones, y vio la película Close Up, de Kiarostami. Y para alcanzar un aspecto físico parecido al de Hermógenes en la ópera prima de Sebastián Schindel, el actor debió entregarse a largas sesiones: “Maquillarme les llevaba una hora y media por día. Oscurecían mi piel con un aerógrafo, me ponían una prótesis arriba de los dientes, usaba lentes de contacto de color marrón, y para que se me viera con renguera me inmovilizaban la pierna con una venda elástica bien apretada a la rodilla, y tenía una plantilla de cinco centímetros. Cuando terminé el rodaje sentí un gran alivio, fue el mayor desafío físico y emocional que hice en mi carrera”, afirma Furriel, ex de Paola Krum y padre de Eloísa (5), y que espera el estreno de su segundo film para el 26 de febrero.
—¿Qué tan importante es la estética para el actor? ¿Te cuidás?
—Depende del tipo de actor que quieras ser. Soy un tipo sano porque me gustan los textos clásicos que te exigen ser sano, no fumar, no dedicarle mucho tiempo a la joda, estar con las cuerdas vocales bien, descansado. Siempre entrené. Me puedo dar el lujo de jugar a ser modelo publicitario, no tengo problemas, lo que pasa es que mi seguridad no radica ahí. No me focalicé como galán de novela y en sacar suspiros femeninos. Actuaba de galán porque en mi vida no soy así.
—Si fueras espectador y vieras “El patrón…”, ¿qué te produciría?
—Me interesan las películas en las que uno ve una injusticia. Es una pulsión entre el poder, la injusticia, la corrupción y el analfabetismo, que es la principal herramienta de sometimiento de un ser humano. La realidad es que no conozco a nadie analfabeto. La clase media, a la cual pertenezco, da por sentado que tenés educación formal.
—¿Hoy en día existen la esclavitud y el sometimiento de personas en Argentina?
—Sí, la película habla de la trata de personas, de una esclavitud moderna vigente en Argentina y en todo el mundo. En los noticieros se mostraron personas que viven en talleres textiles clandestinos trabajando en condiciones inhumanas, y hace poco en una mueblería del conurbano. ¿Por qué no puede pasar en una carnicería? La esclavitud contemporánea abarca un montón de rubros. Grandes fortunas de campesinos en Argentina se hicieron así, con los “golondrinas” trabajando en negro. La película invita a vernos, mirarnos. La clase media no es autocrítica; les exigimos a los políticos, que son el enemigo más fácil para pegarle, más allá de que se la tienen que bancar porque asumieron ese rol público, y dicen “mirá lo sucia que está la ciudad”, y a los dos minutos tiran un papel en el piso. Es muy hipócrita la sociedad. El Estado es el único que puede desarmar la mafia y la corrupción. Para que eso suceda necesitamos una democracia sólida, que no tenemos porque es joven, de 31 años. Es inadmisible que hoy alguien se muera de hambre en este país. Yo recorrí muchos lugares y me cambió el foco de la pobreza; la pobreza no es algo en general, hay diferentes tipos de pobreza.
—¿Cómo cuáles?
—Estuve en Camboya y en Africa. Ahí la pobreza es geográfica, es muy difícil que pueda haber recursos en países que están en constante estado de sequía o inundación. La vi en India, Nepal e Indonesia. En ese caso, nosotros no tenemos esa pobreza. La pobreza de países que tienen recursos es la corrupción, y ésa es nuestra pobreza. Y lo que hay que hacer es ir achicándola. Cuando hablo de corrupción no hablo sólo del Estado, sino de la sociedad: vivimos en una sociedad corrupta.
—¿Te preocupó ver el tema de la pobreza siendo padre?
—No. El hecho de ser papá es el mayor acto de fe, de fe en la especie; a pesar de todo lo malo, seguís adelante y rescatás la vida. Trato de mejorar mi entorno, mi sociedad. Lo importante es cómo ella irá armando su vida, y siempre va a contar conmigo para lo que necesite. Tiene una madre (Paola Krum) y un padre, y esperamos estar con ella por mucho tiempo más.
—¿Eloísa te ve en tus trabajos?
—Poco. Le mostré fotos caracterizado de Hermógenes y le dio impresión, se sorprendió, y más cuando un día vino a la filmación. Ya entiende que su padre y también su madre se dedican a la actuación.
—Hace dos años dijiste que no tenías vínculo con el cine. Luego hiciste una película con Alejandro Urdapilleta (“Un paraíso para los malditos”), y ahora estás nuevamente de estreno. ¿Cambió mucho tu mirada con respecto al oficio en cine?
—Hoy es mi segunda prioridad… Siempre me gustó viajar, le dediqué mucho tiempo en mi vida, y las películas tienen una dinámica similar a los viajes: un tiempo acotado con diferentes matices. Los 40 me han caído muy bien, es la edad en que el cine me resulta muy estimulante. Siento que antes no estaba preparado para hacer cine, para dedicarle la intensidad que necesitan los personajes.
—¿Hollywood te ha interesado? ¿Te la jugarías?
—No proyecto nada. Si me ofrecen algo concreto, te lo digo. Estoy donde quiero estar, no es que a los 20 quería estar en Hollywood y como no se me dio no me quedó otra que quedarme acá. Tampoco lo veo tan lejano, vengo de trabajar con Luis Tosar en la película Cien años de perdón, y él es uno de los mejores actores de España. Los actores somos iguales en todos lados.
Furriel viene de encabezar la tira Sres. Papis en Telefe, que no logró afirmarse en el rating aunque duró 15 meses al aire. El intérprete pensaba abstenerse de la pantalla chica en 2015, hasta que recibió el llamado de Juan José Campanella. “Nos reunimos, me contó del proyecto para hacer Ariana, la historia de una venganza, con Benjamín (Vicuña) y Natalia (Oreiro), y me fascinó. Con Benjamín nos vemos, tenemos una relación de amistad, y se juntó también con las ganas de trabajar con Campanella”, cuenta.
—¿Vas a hacer de un político corrupto?
—Algo así… de un intendente que quiere ser candidato a presidente. El proyecto es comenzar a grabar los primeros días de marzo hasta octubre en Teleinde, no más que eso, porque Juan quiere hacer entre 120 y 150 capítulos.