La historia de la humanidad se desarrolló sobre la base de países que a través de ocupaciones militares invadieron países vecinos y aun territorios lejanos, dominándolos, sojuzgando a sus pueblos e imponiéndoles sus gobernantes y sus formas de vida, pensamientos filosóficos y religiones.
Así, las conquistas se fueron sucediendo a través de los siglos y Shakespeare fue el dramaturgo por excelencia que en sus obras mostró más rotundamente las luchas por el poder en muchas de sus envilecidas formas.
Es así que ajusticiar a un monarca anterior y coronar a un monarca nuevo son al mismo tiempo el prólogo y el epílogo de muchos de sus dramas. Una vez más esto acontece en Hamlet. Ha sido asesinado el rey Hamlet, toma el poder Claudio –su asesino–, quien luego morirá asesinado al final del drama, y la corona pasará a la cabeza de Fortimbrás.
Esta sola acción nos da la idea del salto mortal que Shakespeare nos propone. El rey Hamlet había dado muerte al rey Fortimbrás, y es Hamlet, hijo de aquel rey, el que hace posible que la corona pase a manos de Fortimbrás, hijo de aquel otro rey, en un acto de reparación.
Así, las historias de monarcas, buenos y malos, príncipes legítimos y usurpadores, historias de opresión y de conspiraciones, historias de violencia y conquistas, de pueblos sojuzgados y reinos en agonía son la historia, con sus mecanismos perennes e inamovibles que se repiten inexorablemente hasta nuestros días.
Janusz Glowacki, autor polaco contemporáneo, impulsado por las terribles convulsiones vividas en el siglo XX y más concretamente por la intervención comunista a su país, que abandonó cuando se declaró en 1981 la Ley Marcial en Polonia, escribe una tragicomedia partiendo de las circunstancias que creó Shakespeare en su Hamlet y contando la historia desde el punto de vista noruego, que como reino conquistador se prepara para invadir Dinamarca. Si bien al hacerlo contraría definitivamente los objetivos que Shakespeare impuso a sus personajes, permanece fiel a la cuestión principal: revelar las manipulaciones del poder político, y la lucha de los individuos por sobrevivir en un Estado represivo. Ahora es Fortimbrás su protagonista, lo que no le impide introducir en la acción a Hamlet en un puesto relevante y hacer lo propio con Polonio, desde una óptica realmente desopilante. Y precisamente en ese encuentro inédito entre Hamlet y Fortimbrás se halla el pensamiento medular de Glowacki: en un mundo donde imperan la locura y el crimen, se impone una elección de carácter ético. ¿Debe privilegiarse defender la propia existencia a costa de todo principio, o es el momento en que estos principios deben determinar la conducta? El protagonista de Glowacki es un antihéroe, un príncipe que vive alcoholizado, ajeno a todo lo que conlleve tomar una actitud con respecto a la barbarie en que se encuentra sumergido su propio reino. Y al retratar ese reino el autor desnuda el alucinante interior de un régimen totalitario dentro del que se esconde, como réplica inevitable, la soledad para quienes lo conducen, mientras que para el resto todo derecho individual es arrasado.
Arthur Miller dijo, refiriéndose a esta obra, “es perversamente divertida. Supongo que trata realmente del último final de la política como una cantidad moral –todo lo que queda de ella es la situación del bote salvavidas– con lugar para ocho y donde hay 12 personas tratando de entrar en él. Aun así, la obra de Glowacki tiene algún tipo de esperanza secretamente escondida en ella. Tal vez sea sólo porque hace reír –si no revientas las costuras y sangras hasta la muerte–.”
Lo realmente atractivo del trabajo de Glowacki es que lo hace de una forma provocativa, irreverente y ajeno a toda convención, y se burla definitivamente de todo y de todos, entregándonos un material inteligente, revulsivo y decididamente divertido. Como tan justamente lo señaló el New York Times (en ocasión de su estreno en esa ciudad), “una pieza con el humor oscuro y profundo del idioma del terror, donde se descubren raíces kafkianas”.
*Actor, maestro de actores, director, adaptador, ganador del ACE de Oro y del Premio a la Inteligencia de Editorial Perfil, entre otros galardones. Estrenó en el teatro Sarmiento La noche en que Fortimbrás se emborrachó, bajo su dirección y puesta en escena.