Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia El más grande sabio de la Iglesia Católica, a quien nadie superó aún, nació en el Castillo de Aquino, en Roccasecca, cerca de Nápoles, en 1225. Tras vencer la oposición de sus padres, ingresó en la Orden de Santo Domingo. Sus superiores decidieron enviarlo a las universidades de París y de Colonia, donde se formó bajo la dirección del gran sabio San Alberto Magno. Dedicó su vida al estudio y a la enseñanza de la Teología y tuvo el valor de recurrir a la filosofía de su tiempo y a la de Aristóteles para esclarecer la Revelación.
Su «Suma Teológica», que el Concilio de Trento puso en la sala de sesiones junto a la Biblia, es el monumento perenne de su genio. Murió en Terracina, Italia, el 7 de marzo de 1274, pero su fiesta se celebra hoy para que su memoria no se vea disminuida por la Cuaresma. San Julián, obispo Nació en Burgos en 1128 y fue ordenado sacerdote en 1166. Alfonso VIII lo nombró obispo de Cuenca al conquistar esta ciudad de los moros en 1182. San Julián se distinguió por su amor a los pobres y por su celo en la predicación del evangelio. Convirtió a muchos sarracenos y comenzó las obras de la catedral de Cuenca, una de las primeras de estilo francamente gótico que hay en España. Murió el 28 de enero de 1207