Por Juan Manuel Herbella | El Mundial que se desarrolla en Qatar es una demostración de la fuerte inversión en el Golfo para atraer eventos deportivos.
Juan Manuel Herbella
La selección argentina está disputando el Mundial de handball con la mente puesta en demostrar, con resultados, su constante crecimiento. En su debut empató en 24 con Dinamarca, el subcampeón del mundo, y en su segunda presentación cayó apenas por un gol ante otra potencia: Polonia.
La Copa del Mundo es un nuevo desafío para esta generación de “Gladiadores”, luego del salto de calidad conseguido a comienzos de década con el tricampeonato Panamericano, el gran desempeño en la Copa del Mundo de Suecia 2011 y en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Los Gladiadores no son los únicos que están en franco crecimiento y que toman a esta competencia como un mojón importante para consolidar su futuro. Qatar, un enclave estratégico de la Península Arábiga, es la sede de la Copa del Mundo de handball y uno de los lugares de la región que ha invertido fuertemente en cuanto a desarrollo deportivo: primero para el crecimiento interno y luego utilizando su dinero e influencias, para llevar el deporte a la región.
Para ser más preciso, son tres los estados del Golfo Pérsico que están en el corazón de esta transformación extraordinaria: Qatar, Abu Dhabi y Dubai. Se estima que en estos países hay un multimillonario cada 200.000 personas.
En Qatar, por ejemplo, el 15% de los hogares posee al menos un millón de dólares de ahorro depositados en un banco. Toda esta riqueza, destinada al deporte, es lo que ha atraído a las grandes competencias hacia estas latitudes. No casualmente, además del Mundial de handball en curso, Qatar será la sede de la Copa del Mundo de 2022 y Doha, su capital, obtuvo el derecho para organizar el Campeonato del Mundo de Atletismo en 2019 y también de otros eventos deportivos mundiales de menor relevancia.
Entre los siete emiratos que conforman la federación de “Emiratos Árabes Unidos”, hay dos que se destacan en cuanto a inversión en eventos deportivos. Dubai es el que tiene más tradición. Su jefe supremo, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum de 66 años, es conocido por ser propietario de Godolphin (empresa que cría caballos pura sangre) y por crear (en 1996) la Copa Mundial de Dubai, la carrera de caballos más rica del mundo, que se corre en el Hipódromo de Meydan, que costó un billón de dólares. La riqueza del jeque es inconmensurable y su alcance se extendió a todos los deportes. Actualmente, el gobierno del emirato quedó en manos de su hijo Emir Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, el monarca reinante más joven del mundo (34 años).
Padre e hijo fundaron “Emirates Airways”, la empresa aeronáutica que, sólo el año pasado, gastó 250.000.000 millones de dólares en patrocinio deportivo: en el Barcelona (Qatar Airways), el AC Milan, el control del Paris Saint-Germain, la sponsorización al Arsenal y otras actividades deportivas como tenis (Abierto de Estados Unidos), Cricket y Golf. En el deporte de los hoyos, no sólo patrocina la Ryder Cup (en Estados Unidos), también creó y organizó, en el mejor Campo de golf de la Península Arábiga (Jumeirah), el que en estos momentos es el último torneo del calendario anual del European Tour (DP World Tour Championship) y el que más dinero reparte en premios (8 millones de dólares por temporada).
Otro de los pujantes Emiratos es Abu Dhabi, gobernado por el jeque Khalifa bin Zayed Al Nahyan y su medio hermano, Mansour bin Zayed Sultan Al Nahyan (conocido como Sheikh Mansour): el hombre que compró al Manchester City en el 2008 y cinco años después lo vinculó con la creación de un equipo de la Major League Soccer: New York FC. No es casual que a este equipo fuera Frank Lampard para salir del Chelsea y retornar enseguida al City. En materia de automovilismo, también se posicionó en un lugar de relevancia, dado que en el ostentoso “Yas Marina”, se corre el último Gran Premio de la temporada de Fórmula 1. Para la construcción del circuito, que anualmente no completa su capacidad ni siquiera albergando la F1, se gastó un billón y medio de dólares.
La ceremonia de inicio del Mundial de Handball fue fastuosa, digna de un evento olímpico. El evento, de paso, le servirá a Qatar para promocionar su “Aspetar Hospital” un establecimiento novedoso, dedicado exclusivamente a las ciencias del Deporte, que albergará un Congreso exclusivamente relacionado con entrenamiento y patologías del Balónmano.
Hay muchos indicios de que el mundo del deporte está mirando seriamente hacia Oriente, aunque en la Argentina todavía no seamos muy conscientes. Tal vez, la posibilidad de observar si Diego Simonet rinde al nivel de su figura, si Fede Pizarro deslumbra nuevamente con sus contorsiones para convertir un tiro libre, si “el Alemán” Matías Schulz asombra con sus osadas tapadas o el nivel sorpresivo de algún jugador del equipo que dirige Dady Gallardo, pueda servir como excusa para ver el Mundial. También puede servir para entender como hubo un tiempo donde el mundo del deporte, de cuna europea, miró hacia al oeste, hacia América, para crecer y desarrollarse.
Hoy, ese tiempo pasó. Ahora miran hacia el Este, hacia el Golfo, en donde los billonarios del petróleo han generado, en la última década, su revolución deportiva.