Messi, el manipulador silencioso

Messi, el manipulador silencioso Por Javier Lanza. Nunca entra en polemicas ni habla mal de nadie; sin embargo, acaba con todo lo que no le gusta.  Messi, el manipulador silencioso

No necesita palabras. Ni una sola. Tampoco malas caras. Sólo le basta con una gastroenteritis dudosa y unos likes en una cuenta de Instagram para desatar una hecatombe como la que en Barcelona terminó con el director despedido, un ídolo fuera del club, un entrenador en la cuerda floja y un llamado a elecciones anticipadas. Tan callado como incontrolable es Lionel Messi. Ese que con los pantalones cortos dentro de la cancha es tan desconcertante como fuera de ella. Es el otro Messi, ese que pocos conocen pero que a lo largo de los años se ha tornado en una estrella cada día más ingobernable. Los conflictos con los entrenadores, tanto en su club como en la Selección, más este presente con muchísimos rumores y pocas certezas en cuanto a su futuro.

Todo mal desde el principio. Para entender la guerra entre Messi y Luis Enrique hay que trasladarse al día de la presentación del entrenador. Ese 19 de mayo el actual DT aseguró: “En mis equipos yo soy el líder”. Ni al rosarino ni a ninguno de sus compañeros les gustó que el entrenador se pusiera por delante de un plantel que lo había ganado todo. “A Leo el técnico no le demostró nada de afecto, ni una charla tuvo con él desde que llegó. Y a él le molestan mucho las pequeñas cosas que están pasando”, dice alguien que conoce al argentino desde su llegada a la Masía. ¿A qué se refiere? A detalles que para Messi son importantes y en los que Luis Enrique lo desilusionó. Lo bajonearon, por ejemplo, el despido del utilero Txema Corbella a principio de temporada, y el menosprecio que, según él, se ha tenido con Marcelo ‘Dady’ D’Andrea, fisiólogo de la selección argentina y su hombre de confianza, que vive en Barcelona.

“Lio es un chico muy cerrado. En el club nadie tiene contacto directo con él”.

Otro nombre que hay que conocer para esta guerra silenciosa es el de Pepe Costa. Este hombre que llegó al Barcelona siendo un empleado de Nike es el confidente del rosarino dentro del club. “Lio no hace nada sin consultarle a él. Si yo quiero que me firme una camiseta lo hablo con él para ver cómo está de ánimo. Pepe es el que lo hace reír y a Messi le molestó mucho el maltrato que hubo hacia él”, comenta un periodista que sigue al club. Ese destrato, que incluyó bajarlo de varios viajes con el plantel, hizo que el 10 no sólo fuera a hablar para que rectificaran su decisión, sino que cambió para siempre la manera con la que Leo miraba a Luis Enrique y a buena parte del equipo técnico, a los que en algunos casos ignora absolutamente. Su ausencia al entrenamiento de Reyes fue tan importante que intervinieron los capitanes, Xavi, Iniesta y Busquets, su entorno en el vestuario, básicamente Mascherano y Pepe Costa, miembros del cuerpo técnico, y hasta lo hizo personalmente el presidente Josep Maria Bartomeu.

En ese vestuario en el que ya no cuenta con su gran amigo Cesc Fábregas, ni tampoco con Pinto, son pocos los jugadores que merecen la confianza de Messi. Su relación en los entrenamientos con Luis Suárez, Neymar y compañía es excelente, pero son sólo eso, compañeros. Lio es un chico muy cerrado. En el club nadie tiene contacto directo con él.

Pep también lo sufrió. Corría 2008 y Pep Guardiola asumía en un Barcelona que tenía a Messi enojado porque había recurrido al TAS para no dejarlo ir a jugar los Juegos Olímpicos que terminó ganando con Riquelme de compañero y el Checho Batista de entrenador. “¿Tu quieres ir a Beijing? Pues anda y después vienes y nos disponemos a ganar todo”, le dijo Pep a un rebelde Messi. Los que conocen el seno de Can Barça aseguran que la diferencia entre Pep y Luis Enrique es que Guardiola sabía cómo llevarlo. Y que a pesar de haberlo ganado todo la relación terminó distante, fría. Si bien no fue el principal motivo de su partida, el actual DT del Bayern Munich vio que con Messi nada sería igual y eso ayudó a pensar en marcharse. En su larga estadía en el banco azulgrana, Pep tuvo que lidiar con el malestar de Lio con dos compañeros: Zlatan Ibrahimovic y David Villa. Con el sueco ‘no hubo química dentro de la cancha’ y Guardiola terminó haciendo el peor negocio de la historia al desprenderse del ‘9’ por apenas 24 millones de euros (un año después de haberlo comprado por 46 más el pase de Samuel Eto’o al Inter). Y con el Guaje, más de lo mismo. Su poca piel hicieron insostenible la relación y llevaron al Barcelona prácticamente a regalarlo en el pasado mercado de pases.

El incontrolable. Gerardo Martino llegó a Barcelona con la desconfianza de la prensa y, según muchos, con la venia del rosarino. Aspecto que los que transitaron día a día la era del Tata en Barcelona se disponen a sospechar. Tanto es así, que en un momento álgido de la temporada pasada el entrenador paró el entrenamiento por las malas miradas de Messi y le dijo: “Leo, yo sé que si vos levantás el teléfono y hablás con el presidente, yo mañana estoy en la calle, pero estamos en el mismo barco, vamos todos para el mismo lado, no necesitás demostrarme tu poder”. Y el presente parece que no es mucho más relajado entre ambos en la Selección. A pesar de haberlo consensuado, al capitán albiceleste mucho no le vino en gracia que el sucesor de Sabella desarmara tan pronto el “grupo” que se había formado en el Mundial de Brasil. La vuelta de Carlos Tevez tampoco cayó del todo bien, debido a las diferencias conocidas entre ambos y que le costaron al Apache una prolongada estadía fuera de las convocatorias. El líder Messi también tuvo un encontronazo con Alfio Basile, quien terminó renunciando en medio de la Eliminatoria. Cuentan los que lo conocen como nadie que “para ser técnico de Leo tenés que demostrarle que sabes más que él, sino no te da ni bola”. Y así es Messi. Ese que muchos ven y nadie conoce.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil