Algo más que un «Año Nuevo»

En estos días nos hemos saludado con familiares y amigos, vecinos y compañeros de trabajo. El deseo manifestado fue – y continúa siendo «¡Feliz año nuevo!»: un deseo hermoso.

Para que haya un año nuevo basta que pasen las horas y quitar la hoja del calendario o colocar un almanaque 2015 en la cocina o el escritorio. Pero para que sea «feliz» hace falta algo distinto, no es una cuestión de novedad cronológica. Hace falta un corazón nuevo, dispuesto a hacer el bien y a dejar el mal, a buscar al amor y no el odio, a comprometerse con la paz y decir no a la guerra y toda forma de violencia. Necesitamos pacificar el corazón para que a su vez haya paz y armonía en las familias. Nos duelen las diversas formas de violencia doméstica que amargan la vida de mujeres y niños, tomando forma de agresión verbal y física, y de abuso sexual. También hemos experimentado con preocupación violencia en las escuelas entre alumnos y hacia los docentes. Entre vecinos en los barrios. En el futbol, en la calle… Situaciones todas que provocan amargura y tristeza.

Para que haya cambio en estas violencias hace falta conversión personal y social. Cada 1 de Enero tenemos la Jornada Mundial de oración por la Paz. El Papa Francisco nos propuso este año rezar con el lema «No esclavos, sino hermanos«. En su mensaje nos dice: «Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores. «Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo… Sí, pienso en el «trabajo esclavo». «Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento. «No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional. «Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados». (Nº 3)

Francisco nos abre su corazón de padre que quiere abrazar una larga lista de personas que viven en situaciones degradantes de esclavitud y opresión en todos los rincones del planeta. Pensá en cuáles se dan en tu ciudad o cerca de tu casa. ¿Se puede hacer algo? El Papa también va a las causas: «Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin.» (Nº 4) Allí está la madre del borrego. Por eso nos indica que debemos «globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia«.

Todo un desafío para el año recién inaugurado. Mañana, 5 de enero, tendremos «noche de reyes». El 6 conmemoramos la visita de los reyes magos al Niño Jesús. El Evangelio nos habla de estos tres personajes que vinieron de lejos para adorar al Dios recién nacido. Llegaron siguiendo una estrella, esto quiere decir que se pusieron en camino percibiendo una señal.