La actriz prepara una obra bajo las órdenes de Javier Daulte y aguarda el estreno de la película La vida después. Asegura que los conflictos
son positivos porque surgen del ejercicio de armar los pensamientos.
Teatro y cine parecen ser los dos mundos artísticos de María Onetto. Integra el elenco coral del éxito que significó la película Relatos salvajes, entre las nueve finalistas para competir por el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Ya bajaron dos de sus espectáculos estrenados este año: Almas ardientes, de Santiago Loza, con dirección de Alejandro Tantanian, y (promete que volverá con) Personitas, escrita y dirigida por Javier Daulte. Anticipa su regreso a los escenarios y espera la presentación en los cines de La vida después, de Pablo Bardauil y Franco Verdoia, con Carlos Belloso, Rafael Ferro y Esteban Meloni.
—¿Imaginaste la repercusión de “Relatos salvajes”?
—Había leído todo el guión, un gran texto de Szifrón, quien consiguió mantenerse fiel a sí mismo. El público vive las sorpresas, pero como conocía el texto me impresionó su edición, que no es alocada, sino meticulosa, y disfruté mucho sus tiempos.
—¿Hubieras actuado como lo hacen estos protagonistas?
—(Duda) Tal vez en la escena de la boda… me sentí identificada con esa violencia que aparece con la infidelidad. Refleja la sensación de que el mundo se acaba, el sufrimiento e impotencia de quien fue engañada. Creo que la gente se identificó mucho con la situación de Darín porque evidencia la jactancia de la burocracia.
—Parece que tu relato es el que más cuestiona a la Justicia…
—Sí, es un verosímil cercano. Incluso, cuando estábamos filmando la película, había casos semejantes de accidentes automovilísticos. Creo que ésta es una escena muy temida. No manejo por temor a esa situación, que sería lo extremo: matar a alguien. Creo que es muy potente ficcionalmente porque está plagado de líneas conflictivas donde a una le cuesta saber de qué lado ponerse. También tiene que ver con la relación con el dinero, como que todo, hasta la Justicia, se puede comprar. Creo que vamos a tardar en erradicar este mal, parece menor, pero no lo es, ya que no es un daño individual. En Relatos salvajes todos los personajes saltan el límite de lo ético.
—Integrás el elenco de una obra de Daniel Veronese: ¿te transformaste en su actriz fetiche?
—(Sonríe) El me dijo que es el que me da los protagónicos. Creo que Veronese, con Sonata de otoño, junto a Cristina Banegas, se entusiasmó con el resultado del trabajo. Soy una actriz que trabaja sobre todo para el director, me organiza saber que mi trabajo interesa. Estamos ensayando una obra suya –Los corderos–, que llevaremos en junio a dos festivales (Moscú y Rumania). A nuestro regreso –en julio–, haremos temporada en el Nacional Cervantes.
—Desde que empezaste a actuar, ¿cómo ves nuestra sociedad?
—Siento que estamos en un momento saludable, si bien está presente algo la agresión, para mí es expresión de lo que uno piensa, con los riesgos que esto implica. Nos llevará probablemente mucho tiempo investigarlo, pero veo saludable el ejercicio de armar los pensamientos. Hay que saber que si uno dice algo puede haber otra voz –tan habilitada como la primera– para sumarse o negarlo. Es complejo, pero la vida la entiendo así. No creo que todo sea armónico, la vitalidad está unida al movimiento y creo que corresponde más a la naturaleza de la existencia.
—¿La psicóloga quedó relegada de tu vida?
—Creo que la psicología me llevó al teatro, fue mi búsqueda por abarcar lo humano, pero el escenario me dio más respuestas. Estoy rodeada de psicoanálisis, primero por mi propia terapia y, además, mi hermana también es psicoanalista. Creo que hoy la psicología está más cerca del teatro que antes.