Por Agustín Gallardo | Sandra Rossi es deportóloga y experta en neurociencia. Cómo ayudó a los jugadores para que mejoraran su rendimiento.
Intenso. Así, dice, es el presente de River. Presente continuo porque, luego de ganar la Copa Sudamericana, el equipo de Núñez tiene chances de hacerse acreedor del torneo local. “Vamos por más”, acota con confianza Sandra Rossi, médica deportóloga experta en la neurociencia aplicada al deporte de alto rendimiento.
A mitad de año, ella ingresaba al cuerpo técnico del plantel con cierta timidez. No era para menos: una mujer caía en pleno entrenamiento con softwares de computación, para medir los milisegundos que tarda el cerebro en tomar una información y mandar señales a las distintas partes del cuerpo.
Por aquel entonces, la pregunta se hacía eco en los vestuarios de River: “¿Ella nos va a hacer meter más goles?”. En rigor, así fue: sin tener en cuenta el partido de esta noche, River lleva 33 tantos convertidos, cinco más que en el torneo pasado.
Sin embargo, tal vez Sandra deja un poco al margen su labor en relación con el dato que más le importa al hincha a la hora de concretar títulos. “Los resultados se fueron dando de forma progresiva. Y fueron a nivel grupal. Todos los jugadores mejoraron en los parámetos que decidimos trabajar. Hubo diferencias que fueron estadísticamente significativas, y así fueron presentadas”, cuenta a PERIFL. Y ejemplifica: “Muchos mejoraron considerablemente la velocidad de reacción de la vista ante un estímulo”.
—¿Algún jugador le manifestó su mejoría dentro del campo?
—Me dijeron que veían cosas en la cancha que antes no veían. Ampliaron la visión periférica, veían más hacia los costados de su campo visual. Y siempre estuvieron bien predispuestos.
—Difícil lugar el de una mujer entre tantos hombres.
—¡Sí! Tuvieron que incorporar una mujer a su vida diaria. Parece tonto pero se notaba en cosas como estar atentos a cerrar una puerta de un vestuario porque podía estar yo. ¡Imaginate!
—¿Qué le dijo Gallardo?
—Está súper conforme con el trabajo realizado. Igualmente, es un hombre de pocas palabras, no manifiesta las cosas todo el tiempo. Tiene mucha conducta.
—¿Te tocó acompañarlo de alguna forma especial cuando falleció su madre hace unos días nomás?
—No. Es como te digo: es muy reservado. La mejor manera de acompañarlo fue respetar su silencio y no invadirlo. El sabe que soy incondicional y que, si estira la mano, estoy.
—Estuviste yendo tres veces por semana a River. ¿Qué dicen en tu casa tus hijos?
—Tuvieron que poner una gigantografía mía en la cocina para acordarse de mí.
—¿Quisieron tentarte para que pases a Boca?
—No.
—¿En el caso de que lo hicieran y te ofrecieran una suma mayor, aceptarías?
—Qué difícil contestar sin herir susceptibilidades. Si soy consecuente conmigo misma y con la ética con que siempre me manejo, sería imposible siquiera pensarlo. ¡Soy de River, amo a River y apuesto ciento por ciento a este proyecto!
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.