Sacrificado, recién a los 24 años llegó al fútbol de AFA, y para jugar en el ascenso. Clave en la Libertadores, ahora quiere más.
Recién a los 24 años un equipo de Buenos Aires confió en Mauro Matos. No era un grande, tampoco de Primera: en 2006, llegó de Chascomús a J.J. Urquiza, que jugaba en la C. Tardó poco en mostrarse como goleador: esa temporada gritó 17 tantos en 37 partidos. Y ocho años después, llegó al pico de una carrera cuya explosión lo llevó a meter un gol en la final de la Copa Libertadores. Y a disputar el Mundial de Clubes.
Matos dice ser “un tocado con la varita mágica” porque llegó a jugar al fútbol de grande. Reflexivo, con la misma serenidad que tiene en el área, agrega que “muchos se esfuerzan y no se les presentan oportunidades”.
Sus inicios cumplieron el estereotipo de hombre del Ascenso, a puro sacrificio. Vestuarios con agua fría y escasez de materiales de trabajo. Pero a Matos le sobraban vocación y voluntad; así aprendió a arreglarse con lo que había. Como ahora, cuando Sebastián Torrico lo busca en los saques de arco y él, tenaz, se las ingenia para ganar la pelota y aguantar a sus compañeros para descargar.
“El ascenso me enseñó a luchar. Era muy duro porque no teníamos todas las comodidades. Y hoy, entrenarme sin que falte nada es un orgullo”, le cuenta Matos a PERFIL. De todos modos, asegura: “Sin la chance que me dio J.J. Urquiza y mi ambición por progresar, no estaría acá”.
Acá es San Lorenzo. Acá está desde febrero, dos meses después de que el Ciclón dio la vuelta olímpica en la cancha de Vélez. Llegó porque Martín Cauteruccio, la carta de gol del equipo, se había roto los ligamentos cruzados. En julio de 2013 lo había buscado Independiente para que lo ayudara en el camino de regreso a Primera. Pero Matos no quería más Ascenso: fue el máximo goleador del torneo en All Boys y recaló en Boedo. Sin embargo, en su posición, había dos buenos delanteros: Nicolás Blandi y el ex Quilmes, que se estaba recuperando.
—¿Por qué elegiste San Lorenzo, si sabías que debías pelear el puesto?
—Era el último campeón del fútbol argentino. Yo soñé jugar en un grande. Pero jamás creí que iba a vivirlo. Sabía que había grandes jugadores, pero confiaba en mis condiciones. Y no dudé.
—¿Te imaginabas que un año después ibas a jugar el Mundial de Clubes?
—No, pero sabía que si todos tirábamos para el mismo lado íbamos a conseguir muy buenos resultados. En la Libertadores tuvimos una zona de grupos complicada, pero siempre creímos en nosotros y conseguimos el objetivo que nos habíamos planteado.
—¿Qué es lo que te sorprendió del club?
—Me encontré con un grupo impresionante, que me abrió las puertas. Son lo mejor que tiene el club. Somos muy unidos, tiramos para adelante. Nunca hay un reproche en el grupo. Todos sabemos que siempre, por ahí, una puteada de buena fe sirve para despertar al compañero. Este es un grupo que piensa en el día a día. Eso da buenos resultados.
El, a lo largo de su carrera, también se planteó objetivos a corto plazo: J.J. Urquiza, Deportivo Armenio, Arsenal, All Boys, San Luis de México y San Lorenzo. Para enfocarse en el Real Madrid, todavía falta.
Esperando al Auckland City
Mauro Cetto o Mario Yepes es la cuestión en San Lorenzo, que tiene rival para su semifinal del Mundial: el miércoles se enfrentará al Auckland City de Nueva Zelanda, que ayer derrotó 1-0 al Setif de Argelia.
Antes de definir el equipo, Edgardo Bauza viajó hasta Rabat para analizar en cancha al rival. Sus jugadores lo siguieron por pantalla gigante desde el hotel de Marrakech.
El equipo neozelandés, campeón de Oceanía, sorprendió al africano, que arrancaba como favorito. El único gol lo marcó John Irving.
El Ciclón volverá a entrenarse hoy por la mañana y allí el entrenador despejará la gran duda para el miércoles, cuando desde las 16.30 de Argentina se juegue su pase.
Real Madrid también tiene rival para el martes: el Cruz Azul mexicano, que venció ayer 3-1 al Western Sydney Wanderers de Australia.