Ellos se dicen primos, River y Boca. Nosotros, en cambio, somos como hermanos. Se me dirá que desde Caín y Abel, si hubiesen existido, hubo muchos hermanos que no le hicieron honor al Martín Fierro y se dejaron devorar por los de afuera, aunque se asegura que lo más normal es que haya un distanciamiento mientras se establecen como adultos y con
Ellos se dicen primos, River y Boca. Nosotros, en cambio, somos como hermanos. Se me dirá que desde Caín y Abel, si hubiesen existido, hubo muchos hermanos que no le hicieron honor al Martín Fierro y se dejaron devorar por los de afuera, aunque se asegura que lo más normal es que haya un distanciamiento mientras se establecen como adultos y concentran su energía en otras cosas, pero cuando termina esa etapa tienden a unirse otra vez.
¿Serán adultos Huracán y San Lorenzo?
Aseguran que la edad mental del hincha es de 10 a 14 años. Cuando yo tenía esa edad, no odiaba a los Cuervos y ni siquiera los llamábamos así. Desde mucho antes, al “clásico rival” se le decía El Ciclón, término que bien define la Real Academia Española con una sola palabra: “huracán”. Varios de mis mejores amigos son hinchas de San Lorenzo y fueron los primeros que me felicitaron por la Copa Argentina, como si yo hubiera hecho algo más que desearla. Algunos de esos amigos iban domingo por medio a la cancha de Huracán junto a otros amigos huracanenses que los acompañaban el domingo siguiente a la cancha de madera. Juntos disfrutaron a Coco Rossi y Toscano Rendo con las dos camisetas, a Pipo Rossi, Veira, Infante, Fischer, Ginarte, Doval, Loayza, Veglio.
Es cierto que más tarde (¿sería la adolescencia de los clubes?) esbozamos una sonrisa malévola cuando cayeron a la B, pero el Dios en el que los Santos creen nos castigó –quizá con una ayudita de Grondona y “una idea de Carlos Avila”– y caímos y recaímos al purgatorio del que siempre estamos volviendo.
Si ellos tienen un papa y los nuestros enarbolan la bandera del Che, será porque somos hermanos pero no siameses. Parecidos pero por suerte no iguales. Vemos el fútbol con algunas variables estéticas pero casi desde el mismo barrio. Los que venimos de Homero Manzi y de Julián Centeya, poetas de la vida, no de la muerte, siempre desearemos que los hermanos pierdan contra el Globo, pero no nos duele que les ganen a los de afuera. Tampoco queremos que en ningún vestuario se les cante “¡que se mueran!” a los rivales más cercanos, como acaban de hacerlo los superprimos, que se olvidan que se criaron juntos en la Ribera.
En nombre de aquellos pibes que iban juntos a ver alternadamente a Huracán y a San Lorenzo, y para alegría de mis buenos amigos que se dejan llamar Cuervos, espero hermano que traigas esa Copa que fuiste a buscar. En casa hablamos.
*Huracanólogo.