CON SU TRIPLETE DE AYER AL SEVILLA, SUPERO POR DOS GOLES EL RECORD ANTERIOR, DE ZARRA. EL BARCELONA LO HOMENAJEO EN EL CAMP NOU.
Le dice “el hijo de puta”. Cuenta el periodista Guillem Balagué en su libro sobre Messi que, en el vestuario del Real Madrid, Cristiano Ronaldo no nombra al crack del Barcelona. Si el término es transpolado a la Argentina, masticado en su acepción y devuelto a modo de elogio, quizás el delantero portugués tenga razón.
Messi, la bestia negra de los arqueros y del propio Ronaldo, rompió el termómetro de la Liga española: ayer marcó tres goles y superó por dos a Telmo Zarra. Los goles en blanco y negro del hombre del Athletic de Bilbao quedaron detrás de la versión remasterizada de Leo, que llegó a 253 tantos.
Le dijo “Máquina”. Xavi es el relojero del Barça, el que maneja los tiempos; el que define a Messi con ternura, más allá de que la palabra que utilizó en el video homenaje post partido suene robótica. Quizás el volante también tenga razón. Messi, Leo, la Máquina, es un jugador imposible. Se nota siempre; se evidenció ayer.
La mirada es asesina, y la segunda vez que observa a Beto antes de patear es la confirmación de que está eligiendo el lugar exacto donde ubicar la pelota. Para empezar a ganarle al Sevilla o empatarle a Zarra, apunta a un ángulo. Beto vuela y queda en ridículo, atrapado por la red. El arquero se levanta cuando puede y reclama a un culpable que no existe. Messi no es hijo del error ajeno.
Tampoco hay sospechosos en el segundo gol, el que le confiere la exclusividad del récord. Messi acelera en el contragolpe y busca a Neymar; el brasileño entiende que el show de esta noche catalana es del zurdo Messi. Que define con la derecha.
El Camp Nou es una imagen de secundario o casamiento. Los jugadores no son superprofesionales ni millonarios ni ídolos: por un rato son adolescentes entregados a la fiesta; lo suben a Messi y lo revolean. Después, el protagonista se pondrá el pulgar en la boca para acordarse de Thiago, su hijo. Y en una frase se permitirá ser todo lo humano, visceral, sensible y normal que no logra ser cuando juega al fútbol: “Te amo, mi vida”, se lee en sus labios.
Le queda tiempo para un tercer gol, que, además de la definición pegada a un palo, vale por el gesto de Neymar, que le devuelve la pared y se corre. Que Messi haga.
Leo fue otra vez récord en un partido que no fue partido. El 5 a 1 fue el cotillón de su festejo. En el video proyectado al final, hay un recorrido con algunos de sus goles. El primero fue contra Albacete. Messi tenía pelo largo. Ayer anotó su hat-trick con pelo corto. Salvo por ese detalle, Messi siempre parece ser el mismo. Una máquina, un genio, un monstruo, un artista. Un hijo de puta.