Inocencia presumida u otro relato salvaje

autorInocencia presumida u otro relato salvajePor Edgardo Martolio | Demandar clemencia es tornarse cómplice. La intolerancia llegó al límite, su inminente desborde es incontenible. Inocencia presumida u otro relato salvaje

Defender la simple, legal, lógica y universal idea de ‘inocencia presumida’ parece crimen en la Argentina actual. La subversión de valores es tamaña que la decisión de la Justicia suena a trámite posterior e inútil: vale la acusación de quien tenga la voz más poderosa o popular, de quien tire la primera piedra. Un claro retorno a la incivilizada ‘justicia por mano propia’, al caos, desatendiendo el estado que permite a toda persona conservar un status de ‘no autor’ en tanto no se expida una resolución judicial firme.

El primero de marzo pasado una periodista del diario La Nación, tras el asesinato en un barrio rosarino de un joven de 18 años, supuesto ladrón, escribía: “En la misma semana en que los vecinos de Azcuénaga se declaraban en zona liberada y daban rienda suelta a su asesino interior disfrazado de justiciero, se repetían en distintos lugares de Rosario palizas contra supuestos ladrones y, en Palermo, los vecinos del barrio casi linchan ayer a un ‘motochorro’ pescado in fragantti. Después llegaron noticias de Río Negro, de Junín, de Rosario otra vez. Coincidencias fortuitas, quizás, o el peligro del efecto contagio”.

Demandar clemencia, si esa es la palabra, para que junto a la condena social del sospechoso no se arrastre a su familia, como pedí en el caso del ex presidente de Colón de Santa Fe, Germán Lerche, es tornarse cómplice del supuesto bandido. No cumplir con el deseo de quien, por el motivo que fuere, juntó odio con el esmero de un coleccionista de valiosas rarezas parece una provocación. La intolerancia llegó al límite, su inminente desborde es incontenible. Asusta. Y este caso en particular parece otro capítulo de ‘Relatos Salvajes’, la película del argentino Damián Szifrón, donde el hilo conductor es la violencia…

A uno de los hijos de Lerche, de 19 años –antes de la renuncia de su padre a la presidencia ‘sabalera’–, según la prensa santafesina, una barra de seis colonistas le rompió el tabique nasal en una fiesta, tras provocarlo, insultando a su progenitor. Y su mujer, escrachada en la escuela donde trabajaba, necesitó de licencia médica. No extraña que el 12 de marzo último, en Avellaneda, arrojaran desde un puente a un minusválido (sin una pierna) cuando llevaba a su mujer embarazada al hospital: pretendió atravesar un piquete que cerraba el único acceso entre provincia y capital. Si no se disminuye la presión va a explotar todo. Nos sentimos jueces aunque seamos parte.

El síndico de la Comisión Sumarial que investiga la gestión de Germán Lerche en la presidencia de Colón de Santa Fe, respondió –en este mismo site– a la columna que hace dos semanas escribí cuestionando, precisamente, la condena social y anticipada sufrida por el acusado y su familia, antes de que la Justicia dicte sentencia. También contestó a la segunda nota, que es una entrevista al propio Lerche donde describe sus finanzas y su patrimonio.

La réplica llegó enhorabuena una vez que este espacio está abierto a todos, aunque muchos interpreten que se toma partido por uno de los lados y no acepten la existencia de una tercera posición, ecuánime, que permita reflexionar en busca de la verdad. Sólo así entenderemos los motivos que terminaron con un raro descenso de Colón de Santa Fe. Esa es la principal cuestión.

El síndico, por su tono, no tiene dudas y por esa función que hoy ejerce y que lo provee de información privilegiada, parece no precisar que actúe la Justicia para condenar a Lerche: ya lo ‘fritó’… Puede ser que tenga razón. O no. Pero plantear cualquier certeza mientras se desarrolla el proceso es incorrecto. Yo, por ejemplo, no tengo permitido plantear siquiera incertezas. Es lo que se me reprocha y, según ese texto, me une a Lerche. Mala lectura. Si con calma y sin ira se releen mis columnas se verá que nada afirmo, que sólo busco respuestas.

En tanto, recuerdo que la afirmación de que “toda persona es inocente mientras no se declare judicialmente su responsabilidad” es mundialmente una de las más importantes conquistas de nuestro tiempo. Desoírla es retroceder a la Edad Media. Y aunque el fútbol, en algunos momentos en sus tribunas, con las barrabravas, pueda parecer formando parte de ese periodo de la Humanidad, sin embargo pertenece a nuestro tiempo, queramos o no.

El síndico, como miembro de la comisión investigadora (que integra junto a otros dos abogados, también opositores en elecciones que ganó Lerche con 85% de aprobación en las urnas), aporta información en sus respuestas que, de comprobarse, no sólo desmentirían lo dicho por el ex titular del club sino que también le garantizarían una segura condena. Pese a todo la columna consiguió, en esa réplica, algo que puede ser importante: que la profusión de datos incriminatorios aparezcan por primera vez reunidos en un único documento. Y con números que invitan a suponerlos creíbles. Hasta ese ‘derecho a réplica’, oficialmente, surgían muchas ambigüedades, casi nada específico, con demasiadas sombras. El juez dirá si corresponden o no. El resto es show. Como dice el ex futbolista Claudio Marangoni, “el fútbol se farandulizó”. No contribuyamos a ese infeliz rating.

Como hoy por hoy Colón juega en la segunda categoría del fútbol argentino, la gente común, sus hinchas, creen en todo lo que negativamente involucre a Lerche. Si Colón hubiese sido campeón el año pasado todo esto, popularmente, sería considerado difamación. Y, por ahora, no es ni una cosa ni la otra. Se está en Cabildo Abierto, no se sabe de qué se trata hasta que la Justicia –que para eso existe– dictamine. ¿Es tan errado creer que la Justicia hará justicia?

El síndico de la comisión que investiga este caso en el club se pronuncia con la misma vehemencia en el ataque que Lerche en la defensa. No podría ser diferente. Cada uno juega su papel. A nosotros, ‘los de afuera’, lo que debe importarnos no son los intereses internos del club, su política, sino la verdad, como quedó planteado desde el primer texto, intentando esclarecer el descenso de Colón de Santa Fe, ocurrido de un modo bastante infrecuente.

Más allá del detalle por el cual el síndico me desdice de lo que no dije, que “Lerche tuvo siete períodos de mandato como presidente” (yo dije que tuvo siete ejercicios… y ejercicios contablemente son años, que es lo que Lerche estuvo al frente de Colón: 7 años; la definición de ejercicio es: “el período comprendido entre dos balances anuales sucesivos”), más allá de eso, decía, desmiente todo radicalmente. Cuesta imaginar que nada fue legítimo o válido. La voz del hincha le sale de adentro.

Dice que en la gestión Lerche “muchos dirigentes habían pasado de mendigos a millonarios”. Suena exagerado; no conocí en ningún club de Primera a dirigentes mendigos; y aunque entiendo el golpe de efecto que el autor intenta dar en sus respuestas, el salto a millonarios parece otro extremo desmedido. Si no me engaño, son 42 los miembros de la CD aunque imagino que se refiere a los once sancionados por el club (nueve de ellos expulsados de los registros societarios). Repito: solamente la sentencia absolverá o condenará tras el proceso penal correspondiente. Un sospechoso sólo es el sujeto pasivo del proceso y únicamente la prueba puede definir su situación. Si perdemos de vista esto, perdemos todo.

No dudo de que el síndico quiere lo mejor para Colón y cree píamente que Lerche fue pernicioso, tanto que aún siendo hombre de leyes se sale de lo específico y denuncia inconsistencias. Como, por ejemplo, cuando dice: “Puede verse la construcción de lujosos palcos, mientras que el club representa a personas que en algunos casos ni una vivienda de material poseen. Colón es Pueblo y él lo quería llevar a su desnaturalización ontológica”. Es decir que la calidad económica de su hinchada condena el progreso del club. No parece una reflexión afortunada.

En otro párrafo, el replicante expresa: “Que la transferencia más grande del futbol de Santa Fe –Facundo Bertoglio– fue realizada sin que viajara un solo dirigente en representación de Colón, representando y defendiendo sus intereses a Ucrania”. Bien, esos mismos datos pueden leerse exactamente al revés: por un lado podría aplaudirse a Lerche por concretar la transferencia más grande del fútbol de Santa Fe, y por otro por realizarla sin siquiera gastar en pasajes internacionales… Como toda moneda, también esta tiene dos caras.

Lo que no tiene dos caras es la Ley que nos enseña que a nivel extraprocesal la presunción de inocencia es un derecho subjetivo por el cual al sindicado se le debe dar un trato de ‘no autor’; se exige que el procesado sea tratado como inocente hasta que el Juez, con todo lo acontecido en el proceso penal, adquiera certeza sobre su responsabilidad. Es decir que nadie, ni la policía, ni los medios de comunicación, pueden señalar a alguien como culpable hasta que una sentencia lo declare como tal, a fin de respetar su derecho al honor e imagen. En tanto, a nivel procesal, debe otorgarse el mismo trato de ‘no autor’ hasta que un régimen de pruebas obtenidas debidamente produzca condena.

En su lista de imputaciones el síndico incluye cosas que no correspondía incorporar porque él mismo afirma que NO están plenamente probadas. También responsabiliza a Lerche por los clásicos perdidos ante Unión durante su mandato. ¡Epa! Es un golpe bajo porque sensibiliza al fanático donde más le duele, el sentimiento. Debe quitarse de autos. Ningún dirigente es ladrón porque el rival histórico le ganó uno, dos o cinco clásicos.

De todos modos no es mi intención polemizar con el síndico, simplemente quiero decirle que no sé en cual frase halagué a Lerche como él me atribuye cuando dice “el señor a quien usted halaga”. No lo halagué ni lo critiqué, no era el espíritu de la columna sino dilucidar los motivos de una condena anticipada y un descenso consumado. Tampoco lo adulé, como igualmente me endilga; simplemente no lo ataqué. No hacía falta.

En otro parágrafo me dice: “Cuando habla de difamación del periodismo local”… Pone palabras en mi boca para indisponerme con los colegas de la ciudad. Quiero creer que el rigor de la investigación que lleva es más severo que el empleado para descalificarme. También señala: “No puede alegar su defendido, que…”. ¿Mi defendido? Defender el derecho a la inocencia en tanto y en cuanto no existe sentencia legal no es defender a Lerche ni a ningún otro acusado, es defender un derecho constitucional.

Doscientos veinticinco años después, desconocer la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que la evolucionada Francia de 1789 aprobó y el mundo copió, parece impropio de quien ejerce la abogacía. Ignorar uno de los documentos fundamentales en la definición de los derechos universales, tanto colectivos como individuales, válidos en todo momento y ocasión porque pertenecen a la naturaleza humana, guste o no guste a los demás, parece un olvido fatal para quien pretende que se haga justicia.

Y cierra, en lo que mi me concierne, con este párrafo: “Pareciera que usted compró el mismo paquete de fantasías! ¿O en realidad es un provocador social? ¿O bien puede estar operando en nombre de su defendido?”. Quiero dejarlo tranquilo, señor síndico: puede ser que haya comprado alguna fantasía, necesaria para renovar esperanzas de que no todo está podrido, pero no soy un operador de Lerche ni de nadie: no todo es una operación, ni todo se resuelve con dinero (sucio o limpio); algunos nos gratificamos con otros valores, no monetarios. Morales… Y si, por pensar distinto y encuadrarme en la Ley, parezco un provocador social, lo acepto.

Por fin, después de tantos cargos, el síndico me da toda la razón (a todo lo expresado por mí); pues, dice textualmente: “Le aclaro que todavía hasta que no exista un pronunciamiento de la Justicia formal Lerche no es culpable”. ¿Entonces? Entonces no olvidemos que Lerche puede ser otro Aguilar, a quien Passarella mandaría a la cárcel por sus supuestos desmanes con las finanzas de River Plate. O puede ser el mismísimo Passarella, a quien sus sucesores le darían a tomar el mismo remedio, o veneno, que él quería suministrarle a Aguilar. Sin embargo… hoy continúan siendo hombres libres con una ventaja sobre Lerche: Buenos Aires es más anónima que Santa Fe y sus familiares no padecen la tortura a que se refiere ese refrán que reza “pueblo chico, infierno grande”.

Señor síndico, debe creerme: el día que el excelentísimo Juez lo condene a Germán Lerche yo estaré tan feliz como usted, pues, así siendo, se habrá comprobado fehacientemente lo que hoy se sospecha. Pero, si el juez lo absuelve, lo declara legalmente inocente, será difícil limpiar el nombre y la imagen de este hombre que hoy no pasa de ser un procesado como millares de argentinos que, para su suerte, no sufren la condena pública ni la humillación familiar.

Como ve, tantas palabras, tanto ida y vuelta, y volvimos al principio… ¿Sabe por qué? Porque si no creemos en los valores constitucionales, morales y legales nos pareceremos a los protagonistas de ‘Relatos Salvajes’, donde todos pierden, sólo gana la rabia subyacente que ocupa sus 122 minutos de exhibición. Y Colón, por ser un grato recuerdo de mi pubertad y por su propia historia, que abraza pasiones como la suya, no merece eso, merece que todos acertemos más. De los ‘errores’ se encarga la Justicia, no el corazón.

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IN TEMPORE: Regulación legal de las garantías constitucionales con los que cuenta el derecho penal argentino en las que se ampara mi cuestionada columna:

> La presunción de inocencia es una garantía consagrada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en tratados internacionales como el Pacto de San José de Costa Rica.

> Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias a su defensa. (Art. 11 de la Declaración universal de los derechos humanos).

> Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad… (Art. 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos).

> Se presume que todo acusado es inocente, hasta que se pruebe que es culpable. Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma imparcial y pública, a ser juzgada por tribunales anteriormente establecidos de acuerdo con leyes preexistentes y a que no se le imponga penas crueles, infamantes o inusitadas (Art. 26 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre).

> Ningún habitante de la nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso… (Art. 18 de la Constitución Nacional).

Es esto o la violencia por la violencia misma. Presunción de inocencia u otro relato salvaje.