Por Alejandro Fabbri | Si hacemos una lista de errores de los árbitros del fútbol argentino, la nómina es muy larga. A Merlos lo castigarán fuerte, algo que no ocurrió con otros jueces.
Alejandro Fabbri
Si nos ponemos a hacer una lista de errores importantes cometidos por los jueces del fútbol argentino, la nómina es muy larga y nos sorprende por lo extensa y por lo diverso de los fallos que modificaron resultados, alteraron títulos y descensos y dejaron un espacio de duda sobre la honorabilidad de algunos árbitros que antes no se discutía. O en todo caso, que se ponía para el debate pero no hacía el fondo de la cuestión.
Andrés Merlos perjudicó notoriamente a Arsenal en el partido que Lanús ganó por 3-2, al otorgar un descuento de minutos muy extenso, pero sobre todo, al prolongar ese tiempo adicional y no observar una grosera mano del delantero Silvio Romero, en la acción previa al tercer tanto de los granates, que convirtió el delantero Acosta.
Merlos no pudo soportar los insultos, las protestas y el enojo de jugadores y allegados de Arsenal, además de su cuerpo técnico. No logró reanudar el juego, no advirtió que debió expulsar a Acosta, el autor del último gol, que estaba amonestado y festejó con su camiseta al viento en una de sus manos. Tampoco alcanzó a explicar las razones de sus polémicas decisiones. En el ojo del hincha común, muchos recordaron que favoreció claramente a Lanús en este torneo cuando el cuadro de los hermanos Barros Schelotto venció 3-1 a Racing. La duda aumentó.
La AFA procedió rápidamente. Lo separó por “tiempo indeterminado” y habría otra decisión tomada: no será juez internacional. La pena final para Merlos se definirá en los próximos días, pero seguramente lo castigarán fuerte. Algo que no ocurrió con otros jueces, protagonistas de errores muy importantes como Diego Abal, Carlos Maglio, Gabriel Pezzotta o Juan Pablo Pompei, por citar a algunos de los que siguen en actividad.
Repasando situaciones, vale la pena acordarse de Gabriel Brazenas, quien tras convalidar el gol de Maxi Moralez en la última fecha del torneo de 2009, permitió que Vélez venciera a Huracán y ganara el torneo, sin haber advertido la infracción clara del delantero Larrivey sobre el arquero Monzón, en la acción previa. Brazenas fue marginado y no dirigió nunca más, aunque se saca las ganas de ejercer su vocación, cuando el equipo del gobernador Scioli disputa sus partidos en torneos de futsal.
Brazenas se quedó afuera del fútbol oficial, como alguna vez ocurriera con árbitros que tuvieron desempeños irregulares y dilapidaron la confianza que se les había brindado: Cristian Faraoni, Fabián Madorrán, Alejandro Sabino, Daniel Giménez, Oscar Sequeira, Atilio Sanabria y Carlos Salado, entre varios. Hoy, si se hiciese una encuesta con los futboleros del país, no habría más que uno o dos nombres confiables.
Se acabó el tiempo de Castrilli-Lamolina con sus excentricidades y exageraciones, pero no existen árbitros de la estirpe de Horacio Elizondo y Héctor Baldassi. Quizá se pueda pensar en Pitana, en Loustau, algunos en Lunati, otros en Delfino, lo cierto es que escasean los apellidos que traigan calma y cierta satisfacción ante la designación del juez para el partido de turno. ¿Falta capacidad en quienes los forman? ¿Ya no quedan ejemplos para imitar?
Pareciera que Merlos quedará como el peor árbitro de la historia y sus errores groseros tendrán un castigo superior al que recibieron otros colegas en situaciones parecidas. Nadie duda de la justicia de una pena para el árbitro nacido en Tandil, lo que no termina de entenderse es por qué no hubo sanciones para otros jueces anteriores.
La AFA vive envuelta en una pesadilla, quizá sea así el lógico estado de transición desde que Julio Humberto Grondona dejó este mundo. La conducción de Luis Segura es provisoria, él lo sabe y la presión de los clubes más poderosos es cada vez más intensa. Esa presión y ese afán de quedarse con todo porque tienen más hinchas simplemente, fue lo que Grondona –a su manera- frenó varias veces, incluso con el nuevo reparto de dinero, mucho más equitativo y democrático que en otros tiempos y que en otros lados.
Tampoco parece nada especial: si hay ausencias de dirigentes capacitados en el área oficial, en la oposición política, en la dirigencia sindical y empresarial, ¿por qué no darnos cuenta que el fútbol se nutre de la misma gente y tiene o comete los mismos vicios o errores? Habrá que inspirarse, sacar nuevas ideas de alguna cabeza brillante y esperar otros pensamientos, nuevos razonamientos que nos ayuden a entender que el fútbol argentino no parece tener cura. Ni afuera ni adentro, aunque las formas se mantengan. Un gran y enorme castillo de naipes.