Por Edgardo Martolio | El caso de Germán Lerche, un ex dirigente que vive entre los insultos y que espera un juicio que se hace eterno.
Edgardo Martolio
Es un caso para el inspector Maigret (aquel de Georges Simenon). Hace un año –casi exacto–, el 19 de noviembre de 2013, el entonces presidente de Colón de Santa Fe, Doctor Germán Lerche, con siete ejercicios al frente del club más popular de la capital santafesina, presionado interna y políticamente, renunció a su cargo. De un día para otro su reputación cayó al peor de los índices. Algunos sectores de la prensa parecían felices: tenían títulos sensacionalistas diariamente. Las redes sociales decían, como siempre, cualquier cosa sin que nadie verifique: la solidaridad nacional para lo macabro es llamativa. Por entonces, Lucifer parecía un ángel cuando comparado con el abogado, de alto perfil, que meses antes adulaba la mayoría del vecindario (Lerche, entre otros beneficios, podía conseguir las escasas entradas para el Mundial que estaban ahí, a meses, a la vuelta de la esquina: era el Secretario de Selecciones de la AFA).
Algunas fechas antes de esa renuncia forzada, los jugadores profesionales de su primer equipo (que acumularon 13 partidos sucesivos sin ganar –para muchos sospechosamente–) no se presentaron a jugar ante Atlético Rafaela por atraso salarial; la entidad ‘sabalera’ perdió los tres puntos y estalló un llameante conflicto, avivado por Futbolistas Argentinos Agremiados… más beligerante que nunca. El episodio culminó con la libertad de acción de los principales profesionales ‘sabaleros’: desde Moreno y Fabianesi y el boliviano Raldes hasta el hijo del gobernador de Entre Ríos, Urribarri, y el volante más cotizado del plantel, ‘El Perro’ Prediger.
El ahogo no terminó ahí. Una ‘habitual’ deuda impaga de ‘sólo’ 600 mil dólares, y cercana data, al raro club mexicano Atlante por el 50% del pase de un jugador de envejecida calidad, Juan Carlos Falcón, aumentó la quita de otros seis puntos por decisión de la FIFA con rápida ejecución afista. Y Colón, claro, pese a jugar un muy buen torneo inmediatamente, el del primer semestre de este año, que lideró por varias fechas, descendió cuando llegaba el último invierno.
El representante de futbolistas de moda en argentina, Christian Bragarnik, era el agente de Falcón y aunque le vendió a Lerche diez jugadores en su ciclo, no se interesó con la suerte del club ‘rojinegro’ que, como nunca, fue mitad sangre y mitad luto. Ni con el destino de Lerche, claro. Bragarnik también, y con frecuencia, hace negocios con el Tijuana, propiedad de la cuestionada familia de políticos mexicanos Hank-Rhon (el patriarca tiene 19 hijos y en 2011 el ejército azteca encontró 88 armas de fuego en su residencia: No eran de colección…), donde cada tanto desova entrenadores como el Turco Mohamed que también estuvo en Colón. Laberintos del fútbol actual.
Por aquellos días, junto a Colón, la FIFA también iba a quitarle puntos a Independiente por un compromiso impago triplemente mayor y cuatro años más añejo: 1.800.000 dólares adeudados desde 2008 al Olympiakos de Grecia por la transferencia de Christian ‘Gordo’ Núñez. Pero sólo se castigó a Colón. Mi respetado y ya fallecido Don Julio Grondona salvó a ‘su’ Independiente pero llegó tarde con Colón. El abogado Germán Lerche, un hombre común hasta el día en que asumió la presidencia rojinegra, quedó marcado; mal marcado, a fuego. Como si fuese un arquero vendido que ‘aceptó dos goles’ en la final del mundo: media ciudad (y todo el país futbolero) acribilló a Lerche con la peor de las condenas, esa que sucede públicamente, donde el acusado se defiende de los misiles mediáticos con balas de fogueo. Y sin que nadie presente pruebas concretas en su contra. Al menos es así hasta ahora y hasta que se demuestre y diga lo contrario.
La escuela donde trabaja la esposa de Lerche, por ejemplo, fue escrachada. Sus hijos escucharon decir del padre lo que nadie quiere escuchar siquiera de un vecino. Empujados por esa moderna e infame hoguera llamada Twitter, todos los ‘sabaleros’ transfirieron a Lerche toda la responsabilidad de ese inusual descenso (el segundo en medio siglo de Primera). Y, por los corre-ve-y-diles callejeros que la prensa no desmintió, esos decires que tienen tanta fuerza como el título en primera plana del diario más leído, lo culparon de cualquier otro incidente negativo que hubiese sucedido en la historia del club, como la destrucción de la Virgen de Colón (una cábala) achacándole también todo lo malo que pudiese pasar en el futuro, como una consecuencia infinita de su gestión. Gestión que parecía de las mejores… hasta ese día. Si acaso no lo fue.
Sí, lo curioso es eso: Germán Lerche era el gran dirigente que el fútbol argentino, con Julio Grondona a la cabeza, proponía entre íntimos para la sucesión afista. También es llamativo que la gestión de Germán Lerche igual a otras de nuestro fútbol, si nos amarramos a la deuda con el plantel… fuera tan distinta en su final. La dinamita usada por Agremiados para ese perturbador epílogo que explotó en el universo colonista y dejó, claramente dos víctimas, el club y Lerche (los otros dirigentes que sucumbieron no vivieron ese escarnio) fue una carga pesada, inusual. Cualquier otro club, así bombardeado también hubiese estallado y descendido. Pero ‘por algo’ que no sé y tampoco sé quien lo sabe, se atacó a Colón en la figura de su titular y allí está el equipo de Zaballa y Paso jugando en la ‘B’ Nacional.
Germán Lerche era el Secretario de Selecciones Nacionales de la AFA, amigo personal del mandamás Grondona, a quien se cuestionaba por hacer y deshacer ‘a piacere’, pero nada lo salvó al joven abogado que mal atendía su modesto estudio particular. Ni a Colón. La crucifixión fue rápida… ¿Por Lerche o por Colón? ¿Quién es el huevo y quien la gallina en esta encrucijada? El alto índice de exposición personal enfrentaba a Lerche a cierta parte del periodismo local en tanto seducía a la otra mitad de la ciudad (cualquier semejanza con ‘La Caldera del Diablo’ es mera coincidencia), pero nada parecía tan grave, menos aún para el hombre que consiguió que Santa Fe fuese sede de la última Copa América jugada en el país y su club, empequeñeciendo a su rival Unión, fuese anfitrión de ella, reconstruyendo por ese motivo su estadio –el Nuevo Centenario– con un nivel de modernidad impropio del interior argentino.
¿Qué sucedió? ¿Duelo de vanidades? ¿Por qué con Germán Lerche pasó lo que pasó y con otros dirigentes y/o clubes no pasó ni pasa? ¿Es Lerche culpable? ¿De qué? Díganlo. Que se demuestre. ¿Por qué Agremiados hizo con Colón lo que no hace con otros clubes aún más deudores? ¿Hubo un tema personal con Lerche o había que mandar a Colón a la ‘B’? ¿Por qué Colón? ¿Los siete jugadores profesionales involucrados, luego libres, que irresponsablemente manejaron con el secretario rentado de FAA –Sergio Marchi– la ausencia ante Atlético Rafaela sabían lo que hacían y las consecuencias que esa actitud acarreaba? ¿Por qué la AFA no actuó rápido esa vez ni luego, cuando la FIFA aplicó la segunda sanción por la deuda al Tijuana mexicano? Algo huele mal.
Las preguntas son infinitas, en apariencia en este caso no existe nada diferente de lo mucho que pasó, pasa y pasará en el 90% de los clubes argentinos; sin embargo, Colón está pagando una condena deportiva que nadie abona por crímenes mayores. Y Germán Lerche sufre una condena pública y moral que –por ahora– nadie explica con verdades únicas, documentadas y diferentes del generoso muestrario que podría presentarse en la mayoría de las entidades de Primera División (ni que hablar de las del ascenso). La FIFA fusiló a Colón por poco más de medio millón de dólares, de deuda reciente, mientras le permite respirar, sin quita de puntos, a decenas de entidades poderosas en peor situación. En el fútbol, como en la vida, los más pobres están fritos.
Germán Lerche, como sus pares de CD –aunque estos de modo más anónimo–, está procesado judicialmente en una lenta causa que investiga su presunta administración fraudulenta. ‘Asociación ilícita’ dice la carátula que envuelve a toda la comisión directiva anterior acusada de apropiarse de dinero y bienes de Colón. ¿Cómo, de qué modo, cuándo y cuánto, quienes exactamente? El ex presidente, además, fue expulsado como simple socio del club, de su amado club al que llevó, por primera vez, a disputar una competencia internacional (Copa Sudamericana). Algo no huele bien.
Lerche, hoy declarado persona no grata en Colón, rechazó al juez de Instrucción Penal Nº 5, Darío Sánchez, que en principio lleva la causa, por ser plateísta del ‘sabalero’, posiblemente vinculado a la oposición que lo destituyó y destruyó. El Dr. Sánchez negó que ello fuera un impedimento para seguir adelante con el caso, pero remitió las actuaciones a la Cámara de Apelación Penal para que determine si seguiría o no al frente de la investigación. Siguió (junto a la fiscal Mariela Jiménez). Debió ser impugnado, así se desvincularía la pasión futbolera de un proceso que despertará polémicas sea cual sea el fallo final.
En el pasado septiembre el propio Club Atlético Colón –a través de quienes hoy lo manejan– querelló formalmente a Lerche, tanto como lo hicieron las tres personas que iniciaron individualmente este proceso en los tribunales de Santa Fe. En los meses previos al actual estado de cosas fueron allanados (y humillados) los domicilios de Germán Lerche y, por lo menos, de otros seis directivos, como también los lugares de trabajo del abogado y de algunos ex compañeros de CD por supuesta “complicidad u omisión”. También la sede de Colón fue allanada. Todo con bastante difusión periodística en la ciudad donde le duele a los acusados.
Revisando recortes periodísticos se encuentran acusaciones que no tienen contundencia, que podrían aplicarse a muchos directivos de ayer y de hoy, de clubes grandes y chicos. Fuegos artificiales del tipo “vimos irregularidades que en nuestra visión constituyen delito”, sin nunca precisarse nada; también: “se ha generado un enorme perjuicio patrimonial” o, más específicamente: “Colón adquirió dos sospechosas camionetas de lujo que no precisaba, para el traslado de los árbitros”, como si ambas no estuviesen a nombre del club. Otra: “Lerche libraba cheques que no tenían respaldo de caja” o, transcribo: “No aclaró los pases de los jugadores Luque y Graciani”. ¿Qué no aclaró de esas transferencias?
No hay paz. Los titulares asustan a los familiares; dicen: “Germán Lerche podría ir a prisión por evasión impositiva” (187 mil pesos: parece un chiste cuando sabemos que a la AFIP algunas entidades le debieron o deben veinte veces ese valor). Uno más: “Podrían pedir la prisión preventiva del ex presidente Germán Lerche”. El hombre que además del estadio generó mucha obra para el crecimiento del club, como el predio ‘Ciudad Fútbol’, semejante al de la AFA, donde entrenan sus planteles y construyó el ‘Colón Hotel de Campo’ en la entrada de su calurosa ciudad, no consigue explicarle a su esposa por qué pasa todo esto y la justicia no define su situación. Es fácil: castigo o limpieza de nombre.
Los Lerche continúan viviendo en Santa Fe entre hinchas de Colón que descargan sus iras cuando los encuentran. ¿Por cuánto tiempo más deben vivir así? ¿Por qué demora tanto un proceso relativamente simple? Desde que estalló el escándalo, hasta hoy, pasaron más de 350 días y aún no apareció ni se demostró nada, pero en su ciudad sobrevuela un ánimo contrario al ex presidente como lo hubo contra Colón en Agremiados y de algún modo en AFA y FIFA. Para que no haya más sangre ni más luto, que el rojo y el negro queden apenas en los colores de la camiseta y como dice el himno colonista «Vayan pelando las chauchas / Vayan pelando las chauchas / Aunque les cueste trabajo…”
IN TEMPORE: En Francia, ‘Las Águilas –seleccionado femenino de hockey sobre patines–, conquistaron por quinta vez el título Mundial. Invictas. Enorme victoria. Su recompensa mediática, sin embargo, fue mucho menor que una derrota de ‘Los Pumas’. Patria burra si las hay.