La ratificación de Segura al mando de la AFA, el torneo de 30 equipos y los nuevos dirigentes que buscan la presidencia.
Gonzalo Bonadeo
A los escépticos, cualquier cambio profundo nos tomaría de sorpresa. Esta semana supimos que la eventualidad de un cambio provoca pánico de estampida a quienes están aferrados al poder. Jamás supieron qué méritos hicieron para ocupar las butacas de privilegio; mal podrían comprender cómo evitar ser eyectados de ese mismo lugar. No tienen la culpa.
Desesperados ante la posibilidad de volver a un llano que, difícilmente, les dé la bienvenida –es jodido volver al pago despreciado–, unos cuantos muchachos que, más que dirigir la AFA, formaron la legión de besamanos de Grondona, sienten el vértigo del final de ciclo. Es curioso: lo que realmente les provoca vértigo es que se vote, que haya una alternancia, que el fútbol elija. No es cuestión del fútbol, nomás. El sueño de perpetuidad emborracha en otras federaciones deportivas, tanto como en sindicatos, intendencias o gobernaciones. El concepto de feudo no es asunto exclusivo de la política. Ni por asomo.
Por lo pronto, las consecuencias del encuentro de dirigentes grandilocuentemente llamado “asamblea” del último jueves sólo sirvieron para que Luis Segura cabeceara un par de centros de cronistas ubicuos que le festejaron codo a codo que su continuidad como presidente heredero dure hasta octubre de 2015. “Se habló de abstenciones pero, por suerte, el fútbol argentino dio una muestra de unidad”, dijo el hombre de Argentinos Juniors. Sí. Una unidad alrededor suyo.
Nuestro fútbol tiene una lógica extraña. Lo explicó el dirigente de Vélez Julio Baldomar cuando se anunció el impresentable torneo de treinta equipos que pergeñaron Grondona y los señores de las apuestas que hoy están ausentes sin aviso. “Cuando la mayoría es importante, la decisión es acompañar. No se vota en contra”.
Una pena. De esa manera, jamás sabremos quiénes rechazaron la propuesta que hoy desprecia no menos de dos tercios de los equipos de Primera División. De nada sirve decir que no estás de acuerdo con algo si cuando te dan a elegir te comés los mocos.
De alguna manera, de eso se trató el apoyo unánime a Segura. Muchos asambleístas que metieron el papelito con su nombre ya saben que sus clubes no lo apoyarán dentro de un año. Por cierto, sin que se le quite a Luis el derecho a demostrar su idoneidad, es grosero que, después de 35 años de grondonato, nadie haya pensado en la salud de poder elegir entre dos o tres candidatos. Si se aspira a cambios importantes –los referentes de los cinco equipos grandes, más Vélez, Lanús, Belgrano y varios más son enfáticos al respecto–, no se entiende por qué dejar pasar tanto tiempo. Para colmo, un tiempo que implica un cambio tan dramático como el de los diez ascensos.
De todos modos, aun con una votación que no fue tal, la muchachada ya piensa en 2015. La semana última, un formidable informe de Andrés Burgo en Estudio Fútbol dejó a la intemperie tanto a los denominados “reformistas” como a los denominados “conservadores”. En otro momento discutiremos si cabe rotular a gente que, en algún caso, ni siquiera sabe qué quieren decir esas palabras extrañas detrás de las cuales se los encolumna. Especialmente algunos conservadores.
Prontamente aparecen los cuestionamientos a quienes asoman como los pibes de la renovación. Hay dos nombres especialmente apuntados: Marcelo Tinelli y Juan Sebastián Verón. Del primero no tengo ninguna señal de aspiración al trono. Es más, Marcelo hace tiempo que ejerce poderes mucho más importantes que los formales sin ocupar cargos. No lo descarto, pero me parece que le tienen más miedo los de afuera que intenciones tendrá él de encaramarse. La Brujita ya dijo más de una vez que su intención es hacer cosas importantes dentro de nuestro fútbol. Gente cercana a él asegura que ya se empieza a trabajar pensando en la presidencia.
Verdad o mentira, los que temen por el destierro –hay unos cuantos impresentables que saben que, tal vez, ni siquiera quienes hoy los sostienen los confirmarían en los cargos dentro de 12 meses– les salen a los tobillos. Básicamente, consideran que son recién llegados. Curiosa acusación para quien lleva, como Marcelo, por lo menos como cronista, no menos de 35 años laburando cerca del fútbol. Más aún para quien, como Verón, jugó el juego como muy pocos lo han jugado. En la Argentina, en Inglaterra y en Italia.
Probablemente lo que se les cuestione es haber participado poco de las asambleas, las reuniones, los cafés. Las roscas, bah.
En un ambiente en el cual se llega al poder de cualquier manera menos desde el de la capacitación, suena ridículo cuestionar a nadie. No son nuestros dirigentes deportivos en general personas que se caractericen por la vocación original. Por lo general, se trata de gente que, buenos o malos, honestos o corruptos, no han sido ni siquiera exponentes relevantes de su disciplina. ¿Alguien cree realmente que Grondona, Segura, Lemme o Angelici son más del palo del fútbol que el propio Verón?
Nada de esto le garantiza a Sebastián tener la idoneidad suficiente para manejar ni la AFA ni Estudiantes. Eso lo demostrará con el tiempo. Al menos en el Pincha. Lo que me resulta patético es que se descalifique a alguien por no venir del palo de la dirigencia. O que se descalifique a alguien bajo la acusación de advenedizo o paracaidista. La AFA hoy tiene entre sus referentes a varios empresarios, un puñado de sindicalistas, un senador de la Nación y varios alcahuetes de Don Julio. Diego se preguntaría cuántos de ellos patearon alguna vez una pelota.
Siempre con excepciones de valor, la dirigencia de nuestro deporte está dando muestras elocuentes del pánico que les produce que se despierten los deportistas. Un grupo de yudocas forzó un cambio de estructura en el equipo nacional a partir de reclamos y denuncias. En el atletismo hay tanto miedo al ostracismo que los atletas sólo hablan en off o cuando se retiran. Pero hablan. Y mucho. Las chicas del BMX empezaron a hablar de las becas como método de extorsión y Gabriela Best, nuestra mejor remera, acaba de anunciar su retiro porque, entre otras cosas, eligió ser libre y no esclava de la beca que algunos utilizan como amenaza. El básquet cambió dramáticamente a partir de que nuestros monstruos se plantaron. Parecieran ser quienes más cerca están, además, de avanzar en un proceso de investigación para que alguien se haga cargo del dinero que falta. Las Leonas vivieron semanas de renuncias y cambios antes de avanzar camino al Champions Trophy de Mendoza.
Y al tenis acaba de surgirle un grano con los planteos de Del Potro. Sin que esto implique estar de acuerdo con sus decisiones respecto de jugar o no la Copa Davis ni algún otro procedimiento suyo, confieso que la enorme mayoría de las cosas que plantea forma parte de un reclamo indispensable. Es la deuda interna que nuestro tenis tiene desde Guillermo Vilas para acá.
Ojalá el futuro nos depare gobiernos que, entre tantas cosas, consideren que el deporte merece rango de ministerio. Y que, dentro de ese ministerio, exista una comisión de deportistas a la cual se recurra cada vez que hay que discutir cosas con la dirigencia. Especialmente recursos económicos, infraestructura y políticas de desarrollo. No creo que eso vaya a suceder en lo inmediato: el presupuesto para el año próximo reduce en más de 100 millones de pesos la partida destinada al deporte. Seguramente se olvidaron de avisar que, durante 2015, habrá, además de mundiales de atletismo y de natación, Juegos Panamericanos en Toronto.
En todo caso, con mejores y peores, con aciertos y errores, en justa medida o con ambiciones desmedidas, que los deportistas se pongan de pie, hablen, planteen, exijan y denuncien es lo mejor que le puede pasar a un deporte infectado de dirigentes que no sirven más que para ocupar un espacio y jugar para ellos mismos.
Esos dirigentes que pregonan que el deportista está para hacer deporte y no para dirigir. Por el momento, tenemos registro claro de dónde los deportistas aprenden a hacer deportes. Ni puta idea de dónde los dirigentes aprenden a dirigir. Sugerencia: no digan dónde. Sería muy mala prensa para la casa.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.