La actriz confiesa que fue un gran desafío aceptar el personaje de Norma Aleandro en En terapia, y habla del film Refugiado, que protagoniza. Dice que está “todo muy dividido” en el país.
Interpretar en Refugiado a una mujer golpeada, madre y embarazada se dio casi al mismo tiempo que conocía la noticia de su futura maternidad, así que Julieta Díaz lo vivió de manera especial. “Ya el guión era para mí muy importante, pero con la panza todo empieza a ser más fuerte”, asegura. Para una de las nuevas caras que tiene la tercera temporada de En Terapia, la violencia de género es “algo que no se termina de entender. Cuando te metés y escuchás a las sobrevivientes, las cosas te empiezan a pasar por el cuerpo”.
—Te tocó compartir el Festival de Cannes con “Relatos salvajes”, una película que toca muchas formas de violencia, pero deja afuera a la de género. ¿Te hubiese gustado ver un relato con esa temática?
—Quizá sería más aprovechable en otro tipo de película. Relatos salvajes tiene una mirada más irónica y Refugiado es un drama que se mete adentro. El film de Szifrón tiene algo más Tarantino, y la gente se puede reír por catarsis, nervios e identificación, porque son situaciones en las que uno ve que podría hacer algo así. En cambio, con los hombres que son violentos con las mujeres uno no puede empatizar. ¿Quién puede hacer una broma con algo así?
—Volviste a la televisión y lo hacés en la TV Pública. ¿Es diferente trabajar ahí que en un medio privado?
—Si bien está Dori Media en el proyecto, me gustó trabajar en un canal y no para una productora. Tenía muy poca experiencia en ese sentido y uno aprende mucho. Más allá de lo político, porque no soy K ni anti K, pero tengo que aceptar que con este gobierno Canal 7 mejoró un montón, sobre todo las ficciones. Tenía muchas ganas de laburar ahí porque es nuestra televisión. Es como trabajar en el San Martín o el Cervantes. Te sentís parte de la historia.
—Trabajar en el San Martín se parece a ocupar el lugar de Norma Aleandro en “En terapia”.
—Es más o menos lo mismo, más allá de la exigencia que eso implica. La admiro un montón y fue un desafío muy grande. Norma es una mujer con mucha experiencia y Diego encima es psiquiatra. Entré a hacer un personaje que se parece al de ellos, pero sin su bagaje. Para mí fue un poco más difícil.
—Hace poco dijiste que te cuesta aceptar que personas queridas no estén de acuerdo con lo que hacés, pero que eso era parte de madurar. ¿Tuviste que cambiar el carácter?
—A veces hay prejuicios. Algunas cosas son muy privadas, pero te puedo decir que cuando tus viejos te dicen que no están de acuerdo con lo que estás haciendo, no es fácil. Debe ser parte del pasaje de hijo a padre, algo que me pasará a mí. Con una hija tenés que tomar decisiones y para eso tenés que formar un tándem con tu pareja. Por mi carácter, si me parece que algo es de una manera, lo defiendo.
—¿Coincidís con la idea de que éste es un momento en el que se pelea más que en otros?
—Pasa mucho con la política y lo partidario. Está todo muy dividido y uno se agarra de su identidad, de lo que siente que lo representa. A veces te aferrás a eso como si fuera la única verdad, pero no la hay. Yo puedo estar en silencio sin dar mi opinión. Me molesta mucho cuando me quieren convencer de que lo que pienso está mal.
—¿Te gustás más desde que estás embarazada?
—Te sentís muy sensible y vulnerable, pero al mismo tiempo pasa algo con la fertilidad y el cuerpo, por más que tengas 10 kilos de más. Hay momentos en los que me digo: “Sos un chancho”, pero al mismo tiempo me siento linda. Las minas somos un poco obsesivas con el peso. Yo voy y vengo, pero me veo más linda embarazada que antes de estarlo.