Ser mamá, una bendición

p2 19-10-14Por monseñor Jorge Eduardo Lozano

«Padre, ¿me bendice la panza?» Muchas veces me piden la oración de una manera que me suena como una dulce exigencia. Cierro los ojos y vuelven a mi recuerdo tantas escenas semejantes.

Las dos manos de la mamá, derecha e izquierda, con las palmas hacia adentro, casi como midiendo el largo del bebé, que por lo general ya tiene nombre. Esa vida que crece y palpita con su propio corazón durante 9 meses en tu vientre. Una vida que siente y goza, o sufre. Esos meses de gestación son más que intercambios de alimentos. Hay sentimientos, música, cariño, voces que se van reconociendo familiares. También es un tiempo de oración y de comunicación de la fe. Cuando la mujer embarazada reza, su niño también se acerca a Dios. Con cada bendición se va disponiendo al momento del parto y del bautismo que le hará hijo de Dios. En muchas comunidades se fue extendiendo la hermosa propuesta de bendición de embarazadas el 25 de cada mes (impulsado por Grávida) o el día 15 (promovido por la Liga de Madres). Un rito que acompaña desde la oración comunitaria el crecimiento de la vida. De estos 9 meses de comunicación surge también un conocimiento profundo.

 

La mamá que dio a luz entiende mejor que nadie el lenguaje no verbal del llanto, la mirada, la sonrisa… Y como este intercambio no es solamente químico, se van tendiendo lazos de otro orden: afectivos y espirituales. Por eso en la adopción se complementa con cariño lo que no se dio orgánicamente. Ser mamá del corazón es una vocación con todas las letras. Acaso por necesidad o tal vez por gratitud la palabra «mamá» es de las primeras que aprendemos a decir. El contacto piel a piel, alimentarse del pecho, es experiencia de cobijo, cuidado, ternura. Ese aporte de femineidad en los primeros tiempos de vida son fundamentales para el desarrollo sano psicológico y afectivo. De estas experiencias abreva la Biblia para enseñarnos acerca de Dios. Te comparto algunos pasajes: «Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas.

 

No, yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí». (Sal. 131, 1-2) «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? (…) Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos». (Is. 49, 15-16) Y en el Evangelio Jesús muestra hasta qué punto nos ama regalándonos a María como nuestra madre: «Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa». (Jn. 19,27) Sabiendo de este don enorme de Jesús a su pueblo, miremos a María ayudados por las palabras del Papa Francisco en «La Alegría del Evangelio» (EG 286): «María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura.» (…) «Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno.» Bendigamos a todas las mamás en su día y demos gracias a Dios por tanto sacrificio escondido. A la vez, por estos días ocurren hechos que me gustaría compartir.

 

La semana pasada se conocieron los premios Nobel de la Paz 2014: la joven paquistaní Malala Yousafzai y el indio Kailash Satyarthi. Malala lo recibe por su actividad en defensa de la educación en su país y Kailash, por su trabajo «al estilo Gandhi» para que los niños no sean explotados con fines económicos. Cuánta valentía muchas veces expresada en contextos de opresión e incompresión . Hoy concluye la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos acerca de la evangelización de la Familia que se realizó en el Vaticano. Allí fueron recibidos los aportes de las conferencias episcopales del mundo entero. La familia nos interesa a todos y en todas partes. Recemos por los frutos de este intercambio que, con sinceridad, busca la mejor manera de comprender la realidad de las familias de este tiempo y anunciarles la Buena Noticia del Amor.