Domingo29º del año
«Den a Dios lo que es de Dios» ( Mt.22, 15-21)
El episodio de este evangelio nos presenta a los fariseos que se reunieron para buscar alguna pregunta que Jesús no pudiera responder, o que lo pusiera entre la espada y la pared, a fin de poder acusarlo luego ante el pueblo. Para que Jesús no eludiera la respuesta, no aparecieran directamente ellos en escena, sino que enviaron a sus discípulos que comenzaron elogiando a Jesús por su franqueza, y por su imparcialidad: «Maestro, sabemos que eres sincero, y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios…» y ahí fue la pregunta: «dinos si está permitido pagar el impuesto al César o no.» Si respondía que Sí, Jesús quedaba ante el pueblo aceptando la dominación Romana, que sometía al pueblo de Israel. Si respondía que No, lo acusarían de «subversivo» ante el Gobernador romano, sentenciándolo a muerte. No había salida, a no ser que se hiciera el sordo, y no les respondiera.
Pero Jesús aprovechó para darles, una lección clara: «den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». No es para nada una respuesta evasiva, sino un criterio para discernir y decidir cualquier situación de la vida. Dar al César lo que es del César, significa comprometernos en la construcción de una sociedad digna, donde cada persona sea respetada en su dignidad; esto no incumbe solo a los «políticos» o al gobierno, sino a cada ser humano que forma parte de la humanidad. Preocuparse e involucrarse en la «política», es un servicio a los demás, pues está orientada al «bien común», y como dice el Papa Francisco: «es una alta manifestación de la caridad». Dios nos puso en este mundo «para que lo cultivemos», para cuidarlo y mejorarlo; es una tarea que Dios nos encomienda, y no podemos desentendernos de ella, cada uno dentro de sus posibilidades. Pero nuestro compromiso no se limita a este mundo, sino que hemos de darle el primer lugar a Dios: «dar a Dios lo que es de Dios».
Privilegiar a Dios no disminuye ni menos contradice nuestro compromiso social, por el contrario, lo potencia y lo conduce por el camino seguro, ya que el proyecto de Dios es que «vivamos como hermanos, amándonos el uno al otro». Privilegiar a Dios, siempre nos lleva a privilegiar al ser humano y a la comunidad en que vive, que es la sociedad. De allí que han fracasado y fracasarán todos los proyectos de construir una sociedad sin tener en cuenta a Dios, porque terminan por ignorar la dignidad del ser humano, que es precisamente el núcleo de esa sociedad. Un socialismo ateo,puede beneficiar algunos aspectos del hombre, pero a costa de su verdadera dignidad. Le falta una pierna… y la brújula. El Evangelio nos propone un socialismo que camina derecho: «da al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Qué hermoso sería vivir en un mundo así… probemos nosotros en casa. Deseándoles la bendición del Señor, quedamos atte. Parroquia Santa Teresita.