Saldo una deuda historica con la copa. Pero desde ahi aflojo su nivel, la gente va menos a verlo y perdio hambre. Una siesta peligrosa antes del mundial.
El mediodía después de que San Lorenzo jugó el partido perfecto contra el Bolívar en la ida de las semifinales de la Libertadores, Bauza soltaba un comentario a la pasada, diluido por el impacto de los cinco goles a los bolivianos. El entrenador del Ciclón atajaba elogios y disparaba una duda: “No sé cómo llegará este equipo a fin de año, lo pusimos a punto para estos partidos”.
Tras el receso por el Mundial, la obsesión de San Lorenzo seguía su recorrido: ganar lo que le resultaba imposible. En ese intento de reivindicación histórica estaba implícito terminar con la condena de los otros hinchas. Esa parodia de la tragedia que convertía a Casla en Club Atlético Sin Libertadores de América.
Cuestión de identidad y “autoestima”, la palabra que usó Bauza, también, después de perder contra Gimnasia, un partido sintomático. Según el DT fue “el peor del campeonato” y además remarcó que estaba “recaliente por el mal momento del equipo”.
San Lorenzo evidencia en su cancha el efecto boomerang. Tras ganar la Copa invicto como local, en el actual torneo local perdió el doble de los partidos que ganó en el Nuevo Gasómetro; dos triunfos contra cuatro derrotas. “Puede haber sucedido una relajación inconsciente”, le reconoce a PERFIL Matías Lammens.
Es la calma después del terremoto emocional o la siesta de un plantel que todavía tiene que jugar el Mundial de Clubes. San Lorenzo pasó sin escalas de ser el mejor de Argentina a cargar con la etiqueta de vulnerable. Como sea, “el campeón de América” (así reza el asunto del WhatsApp del presidente) no cuenta con pisocólogo, como otros equipos del fútbol argentino.
En una dimensión imaginaria, el recorrido de la caída podría medirse en doce pasos. Y resumirse en un símbolo: Ortigoza, autor del gol definitorio en la Libertadores y del último que anotó San Lorenzo en este torneo. En el medio, un equipo que alcanzó su olimpo y que hoy es la nostalgia de sí mismo.
Las razones. Del rompecabezas se perdieron piezas clave. A las salidas de Angel Correa, Santiago Gentiletti y el arquero suplente Cristian Alvarez, el hincha repite a coro un apellido: Ignacio Piatti. El mejor futbolista de San Lorenzo emigró al Montreal Impact de la MLS y, según Lammens, “es muy difícil” que regrese para el Mundial de Clubes. El volante declaró: “No pedí más plata para ir a Marruecos”.
Como contrapartida, la lista de refuerzos no empató la jerarquía de las pérdidas. Llegaron Pablo Barrientos, Mario Yepes y Leo Franco. En el torneo de Primera, sólo Pitu jugó, y con cuentagotas. Bauza, en tanto, reconoció cierto “cansancio físico y mental de los jugadores”.
De todos modos, en San Lorenzo apuestan a la recuperación, aunque aún ese horizonte es más una expresión de deseo que una posibilidad apoyada en referencias concretas.
“Para todos fue muy fuerte ganar la Copa, pero hay que seguir adelante y revalidar el prestigio todos los domingos”, le dice Lammens a este medio. La cima alcanzada por San Lorenzo puede contarse en una escena: el mismísimo presidente del club durmió con la Copa en su habitación, la noche/madrugada de la consagración.
Ahora la mirada está enfocada en Marruecos, el país del Mundial de Clubes. Si San Lorenzo gana su partido de semis, podría enfrentarse al Real Madrid, que también debe jugar un partido previo a la final.
Los dirigentes ya gestionaron tres vuelos directos a Marrakech, la nueva meca del Ciclón. Aunque ese clima intangible todavía no se vive en Boedo. “Fue tan grande el desahogo, que ahora vino el relax”, dice Leandro, socio 110.464, que viajará a Marruecos. “En el torneo estamos desmotivados”, agrega Diego, socio 4684N-0. La traducción son tribunas que ya no están superpobladas: de los 40 mil espectadores en promedio que asistieron durante la Copa a los 15 mil de estas fechas. La respuesta es la medianía por la que atraviesa el equipo en el torneo. Y encima, por la temprana eliminación en la Copa Argentina ante Defensa y Justicia. Un combo explosivo que se suscitó después de que San Lorenzo alcanzó su tesoro más preciado. Y de que, por fin, se sacó el peso de arrastrar una obsesión.