Polémico y provocador, el actor ingresó a Guapas y dice que diferencia El Trece de Pol-ka, que la televisión terminó siendo una motito china que maneja cualquiera, se pronuncia contra los subsidios del Incaa y se lamenta de haber perdido la alegría.
Alfredo Casero mira el televisor que cuelga de la pared del bar y le preocupa lo que ve. Mira los afiches pegados en la calle de enfrente y se siente igual. “Ahora lo feo pasa a formar parte de lo lindo y la belleza pasa a ser nada. Han ganado los nihilistas”, reflexiona. No le importa tanto en qué momento entró en Guapas. Sabe que tiene que ir y hacer que su personaje tenga equis característica, pero se asegura de que todo lo que hace tienda a ser lindo. Dice que lo mismo le pasa en el teatro: “Con los shows –Hemisferio derecho el 18 en La Trastienda– la gente se muere y a mí me encanta. Vos podés hacer reír por empatía, pero es muy diferente cuando ves que la carcajada viene de la panza”.
—En el teatro estás solo en el escenario. ¿No te gustaría formar parte de un elenco?
—Muchas veces me encantaría hacer una cosa con un director, pero depende con quién. Además, si tuviera que hacer el teatro, tendría que ir a estudiar.
—¿Qué deberías aprender?
—Todo. Desde dicción a cómo entender un texto. Dios me dio la suerte de haber trabajado con Alfredo Alcón. Hablaba mucho con él. Le preguntaba por qué estaba siempre estudiando. “Para trabajar la cabeza”, me respondía. Para hacer las cosas seriamente y poder vivirlas, hay que hacer algo que está escrito en un lugar al que no todo el mundo tiene acceso.
—¿Por qué en televisión podés y en teatro no?
—Porque ahí tengo un colchón. La tevé terminó siendo como una motito china que cualquiera puede manejar. Cualquiera puede actuar. Ser actor, en realidad, es ampliar un montón de cosas que tienen que ver con cómo sos como persona.
—¿No te expone mucho?
—Yo trabajo en primera persona, porque me encanta hacerlo así. Nadie lo dice porque piensan que trabajar en primera persona es desnudarse en un escenario. Es lo que yo hago, porque soy un cómico. Tengo la obligación de ser yo para hacerte reír.
—¿No podés ser vos con otros al lado?
—Eso era Cha cha cha. Nadie lo dice porque todo el mundo quiere ser el padre de la criatura, pero yo estaba atrás armando decorado, diciendo cómo iba a ser la cosa. Ellos tenían la tranquilidad de tener un director. Tal vez sea director antes que actor de teatro.
—¿Cómo ves la televisión?
—Una cosa son los programas que tratan de ver con quién se acostó una persona, cosas horribles que la gente ya sabemos por qué las ve… El tema es cuando eso pasa a ser el eje. Te quedás un poco solo y empieza a ser doloroso.
—¿Te costó volver a Pol-ka?
—Es el lugar que siempre me dio laburo. Acá me pongo la camiseta y meto goles. Todo lo que hice en estos años fue de calidad y ellos confían en mi trabajo.
—¿No tuviste que aclarar algo con Suar? Cuando hiciste “Farsantes”, dijiste que la productora no los había cuidado.
—Cuando vos empezás un programa, todos los corazones tienen que estar arriba de la mesa, aunque no seas el mejor amigo del otro. Cuando algo no me gusta, me la como porque ya estoy adentro. Cuando veo que algo es injusto, ya siento que debieran haber intervenido de otra manera. Es cierto que somos grandes. Un tipo es un pelotudo grandote y se da cuenta de lo que produce. Yo no puedo estar detrás de alguien porque caprichosamente dice: “Soy así, banquenmé”. Se llame como se llame.
—¿ Lo que no te bancaste es que un colega te quisiera dirigir?
—Yo me dejo dirigir por un director. Vos no podés hacer lo que querés, tenés que hacer lo que te dicen. Y yo podría hacer cualquier cosa. Me decís: “¿Podés venir a hacer una obra al San Martín?”. Si me pagan bien, voy. Vale mucho mi tiempo y prefiero dedicarme a los míos.
—¿Cuánto te importa la plata?
—Un actor como yo en otro país del mundo viviría en una casa de 5 palos verdes y tendría chofer. Yo tuve que laburar toda la vida y tengo una vida común. Soy un trabajador como los demás y estoy feliz de serlo.
—¿Te interesa quién pone el dinero para hacer un programa?
—Alguien lo tiene que poner. En su momento fue Eurnekian. En Canal 13, cuando iba a hacer mis programas de humor, me hicieron mierda. Yo no quiero estar de nuevo ni cerca de Canal 13 después de lo que pasó. Ya sabe Suar que no voy al 13.
—¿Cuál es la diferencia en trabajar para Pol-ka o hacerlo para El Trece?
—Es total. Si Pol-ka mañana sale por Canal 11, a mí me importa tres carajos.
—Pero sabés que no.
—La diferencia es entrar a ese lugar. Acá me citan en una locación u otra y puedo actuar. Yo al 13 iba a actuar. La pasé muy mal y fui muy rechazado. Ojo, tengo mis diferencias como las tengo con cualquier canal del país. Sé que mientras le sirva a Pol-ka y al 13, voy a estar ahí. Muy diferente es cuando la plata te la da el Estado.
—¿Por qué?
—Muchas cosas. Cuando la plata te la da el Estado, a vos no te importa el rating ni nada. A mí siempre me importó, porque peleaba programa por programa y si no hacía un número me levantaban. Hasta que a Cha cha cha nos lo levantó la Fundación Argentina del Mañana, que tenía un señor que es muy influyente hoy, alguien que en su momento era cardenal.
—¿El papa Francisco?
—Sí, así que seguramente me conoce.
—¿Sentís que no hay lugares donde puedas trabajar?
—Sí, porque además no hay muchos canales que no estén emparentados directa o indirectamente con el Gobierno. Eso es una barbaridad. El Gobierno tiene que tener un solo canal que se dedique a enseñar y no a servirle a la propaganda de políticos amigos o a para escrachar gente.
—¿Creés que te falta reconocimiento?
—Lo único que quiero es producir risa. No puedo dejar de ser yo. Este tipo que hago en Guapas es una parte mía que a lo mejor me da pena. Está lleno de agujeros, como yo. Porque ese tipo soy yo, trabajando en una pauta. A mí no me interesa tanto el reconocimiento, porque ya lo tengo. Me interesa poder hacer que el don se convierta en premio para que el día que destape mi obra de arte, que soy yo, vea que por ahí me falta un colorcito.
—¿Qué vas a hacer cuando termines la obra de arte?
—Tendría que hacer una retrospectiva en un lugar como el Malba, como si estuviera muerto. Tengo que pintar más, hacer negocios, criar a mis críos y volar avioncitos a radio control que yo mismo construyo. La vida es una obra de arte
“Me duele lo que pasa”
—¿Viste Relatos salvajes?
—No la vi. El cine argentino no me da mucha curiosidad. No digo que no haya películas que me interesen. No me dan ganas de ir al cine porque ya se le ven demasiado los piolines.
—¿El cine nacional no te gusta por algo en especial?
—¿Vos me lo decís por el Incaa?
—No puntualmente.
—Yo sí te lo digo. Creo que mientras lo político se pegue al arte, hay que alejarse del arte. Por ejemplo, yo estoy haciendo la película de Cha cha cha y el otro día vino una chica que vive en Nueva York y me dio 2 mil dólares para pagarles a los animadores. Y hago los shows para poder terminar un film que ya empecé hace dos años. No puedo más, se me está quemando la cabeza.
—¿Nadie del Incaa se te acercó por tu proyecto?
—Nadie se acerca, y más vale que nadie lo haga. Más allá de que no soy amigo de uno que le pida la plata a otro, que a su vez le tiene que dar un vuelto a un tercero… a mí no me interesa eso. Yo se lo propuse a la gente y me dijeron que sí. En su momento junté cerca de 100 mil pesos. No lo podía creer.
—¿Si en el Incaa estuviera otro gobierno…?
—Cuando la política se acerca al arte… cualquiera sea el político… Mi visión del Incaa comienza cuando leí a un director uruguayo tuitear: “Me voy a comer sushi con la plata del Incaa”. No digo que no voy a trabajar en una película subvencionada, lo que no quiero es que paguen la mía. El Estado no me tiene que financiar una obra de arte.
—¿Cómo la pasás sintiendo las cosas así?
—Que las cosas sean de esta manera me produce un gran dolor y a veces me dan ganas de abandonar. Me duele mucho todo… que seamos un pueblo que acepte lo inadmisible. Lamento que me hayan sacado la alegría. Después de lo que pasó con D’Elía y Fernando (Peña), sentí que era una guerra a mis principios de libertad.