San Felipe, diácono Gracias a su ejemplar vida y amor a la Iglesia naciente, los mismos apóstoles lo eligieron para el Diaconado. Cuando los discípulos de Jesús se dispersaron tras el martirio de San Esteban, Felipe llevó el Evangelio a Samaria. Entre los hechos más notables de su vida se recuerda la instrucción en la fe cristiana a un alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, quien fue el primer bautizado no judío, según relata el libro de los Hechos de los Apóstoles. Murió en Cesarea, donde vivía con sus cuatro hijos, pero se ignora la fecha de su muerte.
San Bruno, obispo Fue canciller del Sacro Imperio Germánico y arzobispo de Colonia. Mantuvo viva en su hermano, el emperador Otón el Grande, la primacía del espíritu sobre la fuerza. Contrariamente a Otón, que no sabía latín, Bruno recibió una educación esmerada, y por ello rodeó al emperador de sabios y poetas, tanto que Otón, ayudado por Bruno, inició un movimiento por un renacimiento literario europeo. De San Bruno fue escrito: «Sabio y protector de los sabios; gobernante y dechado de políticos cristianos, era, sobre todo, un hombre de Dios, un santo». Así murió en Colonia, Alemania, el año 965.