Tres años y cinco meses, ése es el tiempo que esperaron las fans de Miley Cyrus para volver a verla en Buenos Aires. En mayo de 2011, se presentaba en el estadio de River con su gira Gypsy Heart Tour. Acababa de terminar la cuarta y última temporada de la serie que la lanzaría a la fama, Hannah Montana, y comenzaba el proceso de transformación de niña virginal a joven rebelde con look rockero.
El mal clima no amedrentó a los fans: a pesar del frío, el viento y la lluvia, miles de jóvenes hicieron cola para ingresar al Estadio GEBA. A las 16 se abrieron las puertas, a las 19 se presentó Lúdico, la banda soporte, que sufrió algunos abucheos, y la cantante pidió que pararan con los insultos: “No es necesario” (sic).
El recital comenzó puntual a las 21. Cyrus salió al escenario dispuesta a darles a sus fans lo que le pedían: una combinación de rebeldía juvenil y erotismo. El público, compuesto por una gran cantidad de nenas que no pasaban los 12 años acompañadas por sus padres, o por grupos de chicas de entre 15 y 25 años que imitaban diversos looks de la estrella y algunos pocos varones, enloqueció con cada uno de sus temas y de sus provocaciones (desde su famoso twerking a los ademanes de fumar cigarrillos de marihuana y practicar felaciones).
Con un escenario modesto, lejos de las coreografías milimetradas al exceso y de los efectos especiales que abundan en este tipo de espectáculos, Miley Cyrus nos invita a su mundo lúdico. Le alcanzan unos pocos bailarines (entre los que hay una enana y un drag queen), cinco cambios de vestuario (en los que el común denominador es la ajustada lycra de los bodies, de los shorts y crop tops) y, por supuesto, todo su encanto.
En los 90 minutos que duró el show, Miley repasó los temas de su nuevo disco, y no faltaron los hits: 23, We can’t stop y Wrecking ball, versionó Lucy in the sky with Diamonds y I’ll take care of you (de Brook Benton), donde mostró una gran versatilidad como cantante. Tuvo tiempo para agradecer a sus fans por cantar con ella bajo una intensa lluvia, pregonar por el amor a los animales y pedir donaciones para la ONG The Bella Foundation.
A lo largo del recital la ex Hannah Montana dejó bien en claro que esa etapa está bien sepultada: sus bailarines se disfrazan de cigarrillos de marihuana y no sólo cuenta con un cajón con utilería repleta de bananas, penes inflables y vinchas dignas de una despedida de soltera, sino que es el propio público quien le arroja otro tanto. Miley les sonríe y se pone lo que le dan: desde collares hasta un silbato con forma fálica.
El show cerró con Party in the USA (otro de sus famosos hits, de su primer EP, del 2009), en el escenario flameaban por igual las banderas de EE.UU. y Argentina. Como si fuera una travesura que iba llegando a su fin, afuera, imitando la salida del colegio, detrás de una valla los padres esperaban a sus hijas.