Por Alejandro Fabbri | Son varios los planteles que han tenido pérdidas de peso y tienen que seguir escribiendo su historia. Los ejemplos.
Alejandro Fabbri
Suele suceder. Ha pasado infinidad de veces y hoy se ha repetido la misma situación desafortunada. En este caso, lo sufren Matías Kranevitter y River, su equipo. Es que el tucumano se estaba convirtiendo en un jugador indispensable en el cuadro que camina raudamente hacia ser el mejor del torneo. Kranevitter se fracturó el dedo pequeño de su pie derecho y se perderá el resto del Torneo de Transición.
El juvenil reemplazó rápidamente al Lobo Ledesma y mostró condiciones que lo elevan por encima del resto de quienes juegan en esa posición en el fútbol local. Manejo, buena lectura del juego, capacidad de quite y distribución, temperamento, todo condensado en sus escasos 21 años y un puesto difícil desde siempre, Kranevitter parece no tener todavía un techo en su crecimiento.
River lo sufrirá pero tendrá que confiar en Leo Ponzio, quien jugó solamente en el empate ante Gimnasia la primera fecha y pudo sustituirlo con acierto ante Independiente en lo que restaba del partido. Marcelo Gallardo lo ha dicho sin esconder nada desde que asumió: River tiene un plantel muy corto y la lucha en tres frentes (torneo local, Copas Argentina y Sudamericana) iba a ser y lo es, muy dura. En algún momento llegarían las lesiones o suspensiones: Kranevitter ha sido el primero, pero se despidirá de las tres competencias y el golpe promete ser duro.
En todo caso, se puede comparar con la ausencia de Lucas Pratto, quien se desgarró en la sexta fecha, cuando era la figura del torneo. Sin Pratto, Vélez no ganó más y ni siquiera marcó goles. Lleva tres partidos sin convertir y espera al delantero como a un salvador hecho y derecho. Lo mismo le ha pasado a Newell’s, que en lo que ha transcurrido del torneo, no ha contado con sus laterales Cáceres y Casco (han jugado apenas dos veces) y no ha tenido al goleador Scocco en tres juegos.
Racing perdió a Diego Milito, su emblema en el nuevo ciclo y sufrió mucho, tanto como San Lorenzo que se quedó definitivamente sin Gentiletti, Correa y Piatti, mientras busca la manera de no extrañarlos más, pensando en las finales mundiales de diciembre. Es decir que son varios los planteles que han tenido pérdidas de peso y tienen que seguir escribiendo su historia. No le pasa solamente a River, que ha demostrado una superioridad indiscutible.
Para Boca será difícil en el corto plazo tener que arreglárselas sin Cata Díaz y sin su natural sustituto, el desgarrado Forlín. El catamarqueño se había afianzado nuevamente desde que Mariano Echeverría lo acompañó en la zaga. En el ciclo de Arruabarrena, con un equipo dinámico, luchador, que triplicó su actitud y voracidad ofensiva, Díaz volvió a ser el que fue antes.
Sin embargo, mientras hinchas y dirigentes de River piensan en el cercano clásico con Boca, lo mismo sucede en la otra vereda del renacido equipo auriazul. La duda es mucho mayor: está claro que Ponzio debería ser el sustituto natural de Kranevitter, pero Díaz y Forlín no tienen un reemplazo designado: ¿Magallán?, ¿Chiqui Pérez? Por allí radican las dudas que hoy por hoy no se pueden resolver.
Suele considerarse al fútbol como un juego colectivo por obvias razones. Sin embargo, la presencia/ausencia de algunas figuras de ciertos equipos poderosos es elevada a un punto muy alto en cuanto a lo que podría suceder si esos jugadores no pueden participar. Hay demasiados ejemplos de ciertos olvidos que buena parte del periodismo comete cuando a un equipo más modesto le faltan sus piezas claves. No sucede a propósito, simplemente que hay una inercia que los lleva a ignorar situaciones que no abarquen a quienes tienen más hinchas o más pergaminos o más historia. Error muy común que se soluciona juzgando a todos con la misma vara. Por lo menos, hay que intentarlo, que no cuesta nada. ¿O sí?