Marcelo Bielsa es un nombre, un hombre y una canción. “¡Marcelo Bielsa!”, entonaban ayer los hinchas del Olympique de Marsella, mientras su equipo construía su cuarta victoria consecutiva en la liga francesa, suficiente para quedar primero en las posiciones con 13 puntos en seis fechas (junto a Bordeaux, aunque hoy podría pasarlos Lille si gana su partido). Eran los mismos hinchas que un rato antes del partido habían comprado el afiche más vendido de la tienda del Velodrome, el estadio marsellés; uno que tiene la cara de un señor de 59 años con anteojos y una inscripción: “El Loco”.
El 3-0 de ayer contra el Rennes llegó con goles en el segundo tiempo. Dos de André-Pierre Gignac, el top-scorer del campeonato con seis tantos, y otro de Romain Alessandrini de tiro libre.
Después de un comienzo con empate y derrota, el Olympique encadenó un 1-0 al Guingamp, un 4-0 al Niza, un 3-1 al Evian y el triunfo de ayer. Bielsa se lo tomó con calma. Tanta que, mientras los jugadores festejaban uno de los goles de Gignac a cinco metros de su posición, él siguió sentado sobre la heladera portátil. Y tomando café.
Tal vez, sólo tal vez, en ese momento Bielsa estaría pensando en el presidente Labrune, al que enfrentó hace unas semanas porque no le cumplió con los refuerzos que le había prometido. O en el partido del martes, ante el Reims. Después, en la conferencia de prensa, y siempre mirando hacia abajo, dijo: “El resultado fue exagerado. Pero esto me da alegría”. Menor a la que tenían los hinchas, que se fueron del Velodrome tarareando el hit del momento.