Cuando tenía unos 4 o 5 años, mi papá me llevó por primera vez al cine. Por esos años vivía con mi familia en La Paz, Bolivia, y junto a mi hermano fuimos a ver ET al cine Monje Campero. Nunca en mi vida voy a olvidarme de ese momento tan maravilloso. Desde aquel día, ir al cine fue siempre para mí un evento extraordinario. Pero más aún cuando salía de la sala sintiendo que acababa de ver una película que había dejado una marca en mí. Una de esas que uno bautiza rápidamente como “obra maestra” porque quedan impresas en la retina y en la memoria. Volver al futuro, El abismo, Terminator II, Carlito’s Way, Drácula, Seven, En la boca del miedo o las reposiciones de El exorcista y Scarface por algún aniversario… Cada vez que quiero recordar las películas que vi en el cine y más me marcaron siempre aparecen en mi cabeza los mismos nombres. No es lo más frecuente recibir esa sensación, pero por estos días me sucedió de nuevo…
Hace algunas semanas vi en el cine Relatos salvajes de Damián Szifrón. Sin lugar a dudas: una obra maestra. Una película extraordinaria de esas que, como las que nombré antes, nunca voy a olvidar. Una de esas que siempre voy a querer volver a ver y volver a pensar. Tuve la gran suerte en mi vida de empezar mi carrera trabajando al lado de Szifrón en uno de los trabajos que más disfruté en mi vida, Los simuladores. Ver cómo imaginaba cada escena… cómo hablaba con los actores… cómo ponía la cámara… cada momento al lado de un director como él fue una escuela inolvidable para mí. Nunca dejaba de sorprenderme y generarme admiración el interminable caudal de ideas que generaba. Y nuevamente no paré de sorprenderme y maravillarme cuando vi su nueva película.
Siempre es una alegría ver un cine abarrotado de gente deseosa de que empiece una película, pero más aún cuando durante la función uno puede percibir en cada risa, en cada silencio, en cada gesto, el disfrute de los espectadores. Cuando una película tiene una potencia tal que puede enmudecer al público durante un fragmento y luego, sin solución de continuidad, hacerlo estallar en una carcajada es porque detrás de ella hay un autor que logra hacer identificar al espectador con cada momento, con cada escena, con cada personaje. El espectador se ve a sí mismo en cada una de las situaciones que propone la película y eso hace que uno se vea obligado a “vestirse” imaginariamente con la ropa de los personajes y reconocerse en cada una de esas situaciones. Cuando todas las emociones son afectadas y uno se ve obligado a pensarse a sí mismo es porque está seguramente frente a una obra que está tocando lugares profundamente íntimos de cada uno.
He tenido otra suerte en mi vida y fue la de trabajar con Ricardo Darín en mi segunda película, Tesis sobre un homicidio. Mucho más allá de ser un actor completamente impresionante (me queda chico el adjetivo), ha sido y sigue siendo para mí uno de mis grandes maestros. Fue muy emocionante el momento en que supe que dos personas tan importantes para mí y para mi formación estaban por trabajar juntas. Y eso ya era un disfrute. Y esa unión todavía tenía que potenciarse infinitamente más con la llegada de Leo Sbaraglia, Oscar Martínez, Erica Rivas, Rita Cortese y Julieta Zylberberg, creando entre todos (junto a cada uno de los demás actores que construyen la película) un mundo lleno de personajes que sin lugar a dudas, en algún momento, podríamos ser alguno de nosotros.
Disfruto mucho este momento en el que se escucha tanto el deseo del público de ver películas argentinas… Disfruto mucho de este momento en el que el cine argentino está siendo tan renombrado en los grandes festivales… Creo que estamos en un momento en el que las dos cosas se están combinando naturalmente y creo que eso es lo mejor que nos puede pasar. Nos reconocemos en nuestras historias, en nuestros diálogos, en nuestros personajes, pero a su vez, sin dejar de ser completamente universales. Al fin y al cabo, el cine tiene eso tan maravilloso, puede quedarnos en la memoria y marcarnos para toda la vida.
* Director de Música en espera (2009) y de Tesis sobre un homicidio (2014).