Por Javier Lanza
El partido tuvo de todo: el triunfo parcial de Quilmes, los dos penales del ruso Rodriguez para darlo vuelta, la reaccion del visitante y los dos goles agonicos del rojo para cerrar un partidazo.
En un fútbol tan ilógico como el argentino el caso de Independiente es digno de analizar. Porque a base de victorias, ante Quilmes sumó su cuarto consecutiva, el conjunto de Jorge Almirón parece que aprendió a correr antes de empezar a caminar. Sin encontrar una forma de juego y un estilo definido los de Avellaneda se pusieron a un punto de River y empiezan a pisar fuerte en un torneo que en algún momento lo tuvo con un panorama oscuro.
Es difícil de explicar el presente de Independiente. Si se habla desde el simple hecho de los resultados hay poco para objetarle. Porque, tras su vuelta a Primera, mostró un temple muy importante en varios partidos (dio vuelta el marcador ante Olimpo, Racing y anoche) gracias a algunas variantes que salieron desde el banco de suplentes para cambiar el desarrollo del mismo. El partido ante Quilmes no fue una excepción.
El mismo mal. Diez minutos tardó Quilmes en exponer las falencias de una defensa que sigue tirando el achique de forma sistemática, sin apretar al portador del balón. Romero habilitó a un Sarmiento que congeló al Libertadores de América. Pero este raro Independiente empató con un penal transformado en gol por Diego Rodríguez.
Los cambios de Almirón. Sin hacer hincapié en el resultado resulta extraño que Almirón prefiera cambiar abruptamente en el entretiempo, y poner a Pizzini y Pisano. ¿Es una estrategia o simplemente un error de lectura del DT? Sólo el lo sabe. Anoche fue clave la entrada del ex Chacarita para aprovechar las dificultades de la defensa quilmeña y forzar un penal que Rodríguez volvió a cambiar por gol. Un error de Dulcich le permitió a Riaño a poner el 3-1 y la noche era pura felicidad en Avellaneda.
Se dio vuelta. Tula hizo un penal infantil, que Klusener convirtió, y luego se lesionó. Sin cambios, y con Tula de 9, el Rojo se tiró atrás y le permitió a Quilmes ir en busca de un impensado empate. Pero Zacaría lo consiguió. Increíble. Todo mal. Pero en el mejor partido del campeonato había tiempo para más. A los 46 apareció Riaño, con un gol de goleador, y Mancuello puso la cereza del postre. Ganó Independiente. Un Independiente que se ilusiona por como gana, no por como juega.