Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
A veces decimos que hay que parar la pelota, o bajar un cambio. El ritmo de vida que llevamos, por momentos muy intenso, nos puede jugar en contra. De pronto nos podemos encontrar haciendo cosas sin mucho sentido o arrastrando cargas que no nos dejan avanzar con más agilidad.
Me viene el recuerdo de ocasiones en que me tocó caminar en el barro y a lo lento de la marcha sumar el peso de las zapatillas y el pantalón. Se hace más costoso andar cuando se lleva carga de más. Esta semana que pasó estuvimos en Retiro Espiritual con los sacerdotes de la Diócesis en la Abadía del Niño Dios, en la ciudad de Victoria. Un tiempo de oración y descanso en el amor de Dios. Escuché decir a alguien que es como «cargar pilas». Pero es más que eso. Es renovar el amor, la vocación, la alegría de la fe y la esperanza. En la vida nos hace falta cada tanto revisar y corregir rumbos. Tal vez apenas un poco, a quizás algo más significativo. Todos necesitamos conversión; cambiar aquellas cosas que en mi vida no reflejan los sentimientos y gestos de Jesús. San Agustín lo decía de modo hermoso en una predicación: «Preséntame un corazón amante y comprenderá lo que digo.
Preséntame un corazón inflamado en deseos, un corazón hambriento, un corazón que, sintiéndose solo y desterrado en este mundo, esté sediento y suspire por las fuentes de la patria eterna, preséntame un tal corazón y asentirá en lo que digo. Si, por el contrario, hablo a un corazón frío, éste nada sabe, nada comprende de lo que estoy diciendo». Me hacía acordar a lo dicho por Benedicto XVI: «La Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción». Los sacerdotes y consagrados a Dios, y todos los cristianos, estamos llamados a vivir de tal manera que se note que llevamos a un Dios bueno en el corazón. Mostramos el camino más por lo que somos que por lo que hacemos, y más por lo que hacemos que por lo que decimos. La belleza de la vida humilde y generosa es lo que llega como mensaje al corazón de los hermanos. Los seres humanos estamos en búsqueda de plenitud. Anhelamos la felicidad permanente.
Rezamos con el Salmo: «Los humanos se acogen a la sombra de tus alas; se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz». (Salmo 25, 8-10) Estar de retiro es dedicarse a pasar tiempo de la vida con el amigo que nos renueva la confianza que nos tiene, y por eso nos vuelve a llamar y enviar. Una poesía dice que «lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado» (José Luis Bernárdez). Y es así. Queremos estar delante de Dios con los rostros de los hermanos, y ante los hermanos con el rostro de Dios. Presentar la vida como viene, con sus heridas y victorias, con sus luces y sombras. Mostrar la presencia de Dios fiel a su promesa y su ternura por cada uno de nosotros. Te recuerdo también que este fin de semana se está realizando la colecta «Más X Menos»: «Gracias por tu ayuda».