Federico Moura vio en él al músico excepcional que iba a cambiar la historia del rock nacional. Junto a Zeta Bosio y Charly Alberti derribó fronteras, y luego enamoró también como solista.
Corría 1985 y el grupo de Cerati, Zeta y Charly Alberti lanzaba Nada personal, que lo mostraba muy evolucionado respecto de Soda Stereo, el debut que había llamado la atención del mundillo rockero de Buenos Aires. Soda Stereo no sólo tenía calidad: también parecía animarse a mostrarla fuera de casa. Primero fue Chile. Después, Perú. Y finalmente toda Latinoamérica, incluyendo las ciudades clave de Estados Unidos.
Durante su adolescencia, en los 70, Gustavo Cerati, un pibe de barrio como cualquier otro, no imaginaba que algún día podría ganarse la vida tocando la guitarra, ni tampoco podía sospechar que con sus canciones el rock argentino iba a convertirse en la vanguardia del rock en castellano, o que algún día tocaría para 250 mil personas en la 9 de Julio. Difícilmente hubiera imaginado que una noche como tantas, en Caracas, caería abatido por un accidente cerebrovascular que lo pondría al borde de la muerte. Y que finalmente se lo llevaría.
Podría haber sido un publicitario más, cuando con Zeta (Héctor Bosio) cursaba la carrera en la Universidad del Salvador. Fue un pretendiente de su hermana, Charly Alberti, el elemento que operaría como catalizador de Soda Stereo. Comenzaron el camino con buena estrella en 1984, guiados por Federico Moura, de Virus, que produjo su primer álbum: “Somos un producto dietético”, cantaban en su primer video-clip, como burlándose de ellos mismos. Soda parecía ser una promesa interesante.
Nada personal fue una confirmación de esa promesa, y Signos, el disco que los convirtió en una verdadera potencia. En aquel tiempo, Soda Stereo quedó como referencia estética de modernidad y progreso dentro del rock; los amantes de un sonido más carnal y una búsqueda más callejera tendrían que encontrar otra cosa, ya que Sumo iba a perder a su líder Luca Prodan en 1987. Es allí donde el rock argentino comienza a dividirse, y cuando las hinchadas comienzan a fragmentar las cosas de un modo irreversible. “Luca no se murió, que se muera Cerati”. Ese público iría encontrando encarnadura en Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Para entonces Soda Stereo no dejaba de renovarse con cada disco, tal como lo demostraron en Doble vida, Canción animal y Dynamo, los títulos que cerraron una primera etapa en la existencia del trío. Soda Stereo había causado una revolución, pero en 1992 una crisis interna terminó por llevarlos a un callejón sin salida, que sortearon poniendo al grupo en pausa indefinida. Gustavo Cerati, cantante, compositor casi único y guitarrista, necesitaba nuevos aires y Soda Stereo se le tornaba restrictivo. Debutó como solista con el hermoso Amor amarillo en 1993, con un éxito aceptable y en un momento especial: su paternidad, que se refleja en la canción Lisa. Tres años más tarde, Cerati y Cecilia Amenábar recibirían a su segundo descendiente: Benito.
En un fatídico momento de 1994, la tragedia golpea fuerte a Zeta Bosio, que pierde a su hijo Tobías en un accidente automovilístico que también deja a otro de sus vástagos, Simón, en grave estado. Ese lamentable suceso hizo que el núcleo de Soda Stereo se abroquelara junto al compañero en desgracia, y se dice que ahí se origina el proceso que despierta a Soda en 1995, año en el que vuelven a salir de gira y editan Sueño stéreo. Pero los problemas subyacentes no tardaron en volver a la superficie y, tras un elogiado disco acústico para MTV, Confort y música para volar, Soda Stereo decidió separarse definitivamente. El 20 de septiembre de 1997 dijeron adiós en River.
Aires de libertad. Gustavo Cerati siempre fue un animal gregario; su primer trabajo fuera de Soda fue un disco en conjunto con Daniel Melero: Colores santos, de 1991. Para Amor amarillo, su primer disco solista, Cerati reclutó a Zeta como segundo de a bordo. Había hecho un grupo tecno, Plan V, con amigos chilenos durante el receso del trío. Pero con Soda definitivamente disuelto, Gustavo debía reconfigurarse necesariamente como solista.
El primer paso lo dio en 1999 con la edición de Bocanada, considerado una obra maestra y una verdadera manifestación de poderío artístico con su nombre y apellido. Bocanada hacía uso y abuso de la electrónica, pero siempre al servicio de la canción.
En 2001, Cerati acometió dos proyectos paralelos. Por un lado realizó un concierto el 6 de agosto en el Teatro Avenida, con la particularidad de que en esa ocasión cantaba sus canciones acompañado por una orquesta sinfónica. El show quedó registrado discográficamente en 11 episodios sinfónicos. En segundo lugar, confeccionó la banda de sonido de la película + bien, de Eduardo Capilla. Proyectos de transición que desembocarían en un nuevo disco publicado en 2002: Siempre es hoy.
Ahí vamos marcaba una diferencia fundamental, dejando atrás la experimentación con la electrónica y abordando el rock sin tapujos. La llegada de los experimentados Richard Coleman y Fernando Samalea a su banda ayudó también a la solidez de los conciertos, y todo el proceso terminó en un éxito resonante.
En 2007, con el rock argentino en crisis tras la muerte de Pappo y la tragedia de República de Cromañón, la reunión de Soda Stereo provocaba una oleada de alegría que se tradujo en seis estadios de River repletos y una extensa y exitosa gira latinoamericana. Se ve que el tiempo transcurrido había ayudado a reparar viejas heridas entre los integrantes del grupo, que en esta ocasión pudieron disfrutar el estar juntos de nuevo.
El año 2008 fue casi sabático para Gustavo Cerati, que pudo gozar de su quinta en Punta Del Este y, por primera vez en mucho tiempo, de un prolongado descanso viajando por Europa sin presiones. La única interrupción fue el encuentro cumbre con Mercedes Sosa para grabar el tema de Soda Stereo Zona de promesas, que figuraría en Cantora 2, el testamento artístico de la inmensa tucumana. Algo de esa magia folclórica se le debe haber quedado prendida del pelo a Cerati, porque Fuerza natural, en 2009, se reveló como un cambio de dirección. Sin dejar de lado el rock y las canciones pop como formato, aparecía como un disco más campestre, más bucólico. “Me quedaba en La Pampa, escuchando –reveló Cerati a quien esto escribe–, y en el silencio aparecían un montón de cosas. Era como que la naturaleza no se callaba nunca, y pensaba en todo eso que me estaba hablando”.
Fuerza natural es el disco de un Gustavo Cerati en la plenitud de los 50, un número que lo impresionó y que decidió escribir con la letra “s” en vez de “c”: sin cuenta. Ya en 2006, una trombosis le recordó que el cigarrillo no era una buena compañía. Un ACV que derivó en un infarto cerebral terminó de ratificar su peligrosidad.