El espectador se cansó del pescado podrido

Hay menos espectadores y los que quedan ven menos televisión. Hay quienes ven televisión por internet. Hasta causa risa la competencia que alguna vez se planteaba entre el cine y la televisión. Hoy todos compiten contra internet. Por más que existe el acceso a ver lo que uno quiere de la televisión por internet, hay un nuevo espacio que el espe

Hay menos espectadores y los que quedan ven menos televisión. Hay quienes ven televisión por internet. Hasta causa risa la competencia que alguna vez se planteaba entre el cine y la televisión. Hoy todos compiten contra internet. Por más que existe el acceso a ver lo que uno quiere de la televisión por internet, hay un nuevo espacio que el espectador ya no vuelca a ninguna contemplación por espectáculo alguno. Al menos, durante dos horas por día, en el más generoso de los casos, el potencial espectador, ya no de tele sino de cualquier convención audiovisual; se comunica, se conecta, chatea, se mete en redes sociales, mira fotos, googlea, hace todo de manera más inmediata y en minutos sabe qué serie ver. El espectador elige. No sé si tiene más opciones que antes, pero sí que las tiene al alcance de la mano. Ese espacio virtual, donde no se puede medir ni saber ni evaluar la calidad del espectador. Ese espectador “embrutecido” por la banalidad que aún suele caracterizar a la televisión, hoy se vuelca a otro tipo de consumo. O sea que busca esa televisión, que no era más que la inmediatez del espectáculo lo que ofrece, en los medios virtuales. Sólo que elige qué porquería ver cuando antes se le imponía. Sí, la tele, ese formato de tele que convoca casi por las mismas razones que las de YouTube, se murió. Pero la esencia de lo inmediato, el éxito fugaz, la reiteración de fórmulas, los comerciales y la propaganda, y todo eso que caracteriza a la televisión sólo se mudó a internet.

Hoy la televisión no ofrece mejores propuestas que las cosas que cuelgan los amigos de Facebook. Y tampoco se apuesta a la incursión de nuevos lenguajes como los hay en los productos extranjeros. El imperio del cine sabe que hay que mudarse a la televisión. La televisión a la que me refiero, se mudó hace rato a los teléfonos celulares.

El cable es la opción más válida que encuentra el espectador a la hora de elegir calidad. Ve películas cuando la tele no sólo no ofrece la opción de subtítulos, sino que corta con comerciales. La gente se va y la noción de espectáculo se dio el lujo de caer cada vez más en lo chabacano y ordinario como si eso validara cualquier formato. Dejó de haber ficciones, la competencia era por el rating y no por lo que se le estaba ofreciendo al público. El público se alejó porque la TV ofrece muy poca calidad. Y porque, de pronto, se topa con una serie como Breaking Bad con un personaje que vende droga que fabrica en su casa y todo el dilema moral que eso supone y la versatilidad de esos diseños de producción y compara con la ingenuidad que reina aún en la tele local y no duda en elegir. Se ha subestimado durante mucho tiempo al espectador, se le ha vendido pescado podrido y se cansó.  

*Director de cine y TV.