Minimizar el poder del técnico, promover juveniles del club, comprar poco y bueno: nada se cumplió. Copiar a River, lo nuevo.
Como en un tobogán, Boca cae irremediablemente hasta el bajo fondo de su propia confusión. Sin títulos en las últimas nueve competencias que disputó, el club del doble estándar perdió mucho más que a sus dos grandes ídolos en apenas dos meses: el registro de su ADN se configura con futbolistas por los que nadie mata en un mercado de pases (23 en el tercer ciclo de Carlos Bianchi) y un discurso dirigencial que trastabilla con la toma de decisiones.
Sin grandes referentes ni jugadores de la casa que sostengan el equipo, los resultados del último año y medio son un reflejo del club que podría llamarse Boca Juniors o Juniors Boca. El mundo al derecho y al revés busca recuperar la identidad.
Mientras, el presidente que prometió títulos internacionales y replicar La Masía del Barcelona en La Candela ata con alambre rupturas estructurales. Con una condición: que la culpa siempre la tenga otro.
No hagas lo que yo digo. “Me llamaron de Boca y me junté con el presidente. Hay una idea y tenemos que ver cómo la desarrollamos. No encontramos el nombre, pero sería el nexo entre la dirigencia y el plantel, en el ámbito amateur y profesional. Parecida a la figura de Francescoli en River”, comparó ayer Juan Simón, que fue designado en su cargo de mánager una vez que los dirigentes ya habían elegido a Vasco Arruabarrena como entrenador. Acaso otra semejanza con River: Boca contrató a su Marcelo Gallardo, un ex jugador del club, de 39 años (uno más que el DT del club anti Boca). En efecto, Boca necesita espejos en los que mirarse, después de perderse en sus propios laberintos.
Basta repasar puntos de la plataforma de campaña de Daniel Angelici para entender los manotazos al aire. Esa doble moral que lo arrastra incluso a tratar de parecerse a River.
Con la creación de la Secretaría Técnica, la actual dirigencia prometía terminar con un mal endémico: “(…) El resultado es la compra indiscriminada de jugadores, en algunos casos, con escasa o nula información sobre su rendimiento previo y a precios altísimos. De hecho, Boca hizo ricos a varios clubes argentinos con sus compras en los últimos años”, se consignaba.
En el útimo mercado de pases, el club que ganó un partido y perdió tres en este inicio de temporada contrató siete futbolistas por 11 millones de dólares (el que más gastó) y corrió del primer plano a los jugadores de la casa. Por ejemplo, en la derrota ante Atlético de Rafaela, de las inferiores sólo fueron titulares Nahuel Zárate y Federico Bravo, ambos representados por Mauro Bianchi.
Antes de asumir como presidente, Angelici declamaba: “La prioridad para ocupar puestos que necesite el plantel profesional la tendrán los juveniles de Boca”.
Desde una testimonial versión, Boca tampoco cumplió con uno de sus principios: “La Secretaría Técnica, que contará con las más modernas herramientas audiovisuales y de búsqueda de jugadores en todo el mundo, hará una selección final de, al menos, cuatro candidatos para ofrecerle al técnico. El DT podrá elegir sólo entre esos candidatos”.
Simón es el hombre elegido para reconciliar el fútbol profesional con el amateur, esa panacea a la que aspira Angelici. Eso sí, Boca vendió hace 18 días a Tiago Casasola, de 19 años, al Fulham de Inglaterra y negocia con la Juventus el pase de Tomás Pochettino, de 18 años. Ninguno de los dos llegó a debutar en Primera.
Habla la bombonera
Carlos Bianchi quería un partido más de plazo, esa bola extra que lo rescatara del game over de Boca ante el puntero, Vélez. Los dirigentes, en cambio, quisieron evitar que la Bombonera fuera un cabildo abierto. Vasco Arruabarrena dirigirá hoy a la equipo, una vez destronado el Virrey.
El nuevo entrenador ya modificará nombres y forma. En defensa, cambian los laterales (Marín y Colazo ingresarán por Grana y Zárate) y el doble cinco será con Gago y Erbes; afuera Bravo. Con una línea de cinco volantes –César Meli debutará como titular en Boca–, queda libre un solo casillero para un delantero: Jonathan Calleri.