El papelón de AFA y los amagues para suspender la fecha por el paro dejaron otra vez expuesto a los dirigentes.
Juan Manuel Herbella
Según la Real Academia Española, el término previsión remite al “conocimiento anticipado de algo a través de ciertas señales o indicios”. En el diccionario del fútbol argentino, previsión es una palabra caída en desuso. El paro nacional fue la gota que derramó el vaso de la improvisación, exponiendo de manera cruel la lucha por el poder en el seno de la AFA. Hoy, no hay indicios ni se conoce anticipadamente cuándo se juega. Para ser más específico, no se conoce a ciencia cierta si realmente se juega. Y, para colmo, en este nuevo torneo tampoco se conoce por qué se juega o mejor dicho qué se pierde si no se juega.
La cuarta fecha del Torneo Transición 2014, que se había planificado para recuperar la pospuesta por el deceso del presidente de la AFA, se debía disputar esta semana. Estaba programada, antes de que se conociera la decisión de la CTA y la CGT opositora de convocar a una huelga. Luego del anuncio, hubo tiempo de reprogramar la fecha o, como mejor medida, anunciar con antelación la decisión de postergar aquellos partidos afectados.
El inconveniente comenzó el lunes, cuando la AFA tomó la decisión de reprogramar los partidos fijados para el día jueves, dado que el gremio que nuclea a trabajadores de clubes (UTEDyC) se adhería al paro. Era una medida tardía pero lógica, por convenio no se puede abrir un estadio sin los empleados del sindicato de entidades deportivas. El reclamo de Boca (por que supuestamente Vélez, su rival de la siguiente fecha, tendría ventaja para el fin de semana) desató una cascada de decisiones, por todos conocida, que en cuestión de horas generó una ola de reclamos y un escenario cargado de incertidumbre. Dirigentes que se criticaban unos a otros por intentar ventajearse (River y San Lorenzo contra Boca). Jugadores dispensados, vueltos a convocar para concentrar (Boca). Equipos listos (Independiente) para empezar un partido, que no querían salir a jugar por temor a que después se suspendiera el encuentro de su futuro rival (Racing). Hinchas (Olimpo) en el estadio que no sabían si el partido se jugaba. Desbarajustes que dejaron muy mal parada a la cúpula de la Asociación del Fútbol Argentino. Luego de tantas idas y vueltas, se decidió volver atrás como si nada pasase y jugar el jueves pese al paro.
“No sabemos cómo se van a abrir las puertas de los estadios” dijo Jorge Ramos, el secretario adjunto de la UTEDyC, en la previa a los tres partidos que cerrarían la cuarta fecha del Campeonato de Primera División. “Tenemos un convenio colectivo firmado con la AFA. Tiene que haber un mínimo de trabajadores para desarrollar un evento, no sabemos quién va a trabajar”. La decisión de jugar igual, ya sea con socios exclusivamente o directamente sin público, atenta contra el fútbol como espectáculo. Por decisiones como estas, cada día va menos gente a las canchas y se compran menos abonos. Nuestro fútbol perdió la magia del público. Excluyó a los visitantes. Ver un estadio completamente lleno es una excepción que pasa una vez cada tanto.
Han pasado 40 años desde que Dante Panzeri, ícono del periodismo argentino, escribió “Burgesía y Gangsterismo en el deporte” con el fin de “defender los valores históricos que el deporte ha tenido y de testimoniar un proceso que era deliberadamente ocultado por el periodismo”. Escrito en 1974, describió como la masificación llevó al deterioro de los diferentes estamentos del juego y le abrió la puerta a la formación de un núcleo de poder más preocupado por su perpetuidad que por el bien del fútbol. Por ese entonces, Arsenal de Sarandí era un modesto club con veinte años de historia y Julio Humberto Grondona era su presidente y fundador. Cuarenta años después y sin “Don Julio” en el poder, la AFA también parafrasea a Panzeri y su primer libro. Hoy, el “fútbol argentino, es dinámica de lo imprevisto”.