La llegada de “Viudas e Hijos del Rock & Roll” a la pantalla no hace más que recordarme la tira anterior de Underground, aunque se esfuercen en negar los parecidos.
La llegada de “Viudas e Hijos del Rock & Roll” a la pantalla no hace más que recordarme la tira anterior de Underground, aunque se esfuercen en negar los parecidos.
Por Marcela Tarrio – Editora Jefa
De todas las ficciones propias de Telefe, recuerdo haberme enganchado –entiéndase, seguirla, grabarla, no querer perdérmela jamás– con dos: “Los Exitosos Pells” y “Graduados”. Después, siempre el partido termina ganándolo El Trece, con Pol-Ka y
sus tiras y unitarios. Ahora es el turno de “Viudas e Hijos del Rock & Roll” y yo, que muero por “Guapas”, vuelvo a la tarea de grabar una y mirar otra, aleatoriamente. Claro que, como escoba nueva, los primeros días le di al estreno, más por el equipo que por lo que imaginaba que iba a encontrar. Y si hubiera apostado, ganaba.
Se da aquí esa ecuación maldita en la que el elenco te gusta tanto que puesto en la balanza, la inclina a favor, aunque el libro pese menos y te suene repetido. Y entonces te cuesta dejarla, pero un día, lo hacés…
Podrán repetir que no se parece a “Graduados” (su antecesora, también de Underground), pero lamento decir que sí, y no sólo en la música (antes de los ’80, ahora de los ‘90). Se parece en el ida y vuelta en el tiempo, en los cambios de looks obligados, en la similar base argumental de un amor que no fue allá lejos y hace tiempo pero que
hoy, veinte años después, se toma revancha. Y he ahí, tal vez, el punto débil. De ser
otra la historia, hoy ya podría asegurar que me quedaré a vivir pegada a la tele sólo para ver las desopilantes escenas de Marcelo Mazzarello y Georgina Barbarossa. Pero así, no lo sé… Una lástima que se le parezca tanto a esa ficción tan premiada y a la que si algo la diferenció del resto fue ser distinta… Más de lo mismo no es novedad. Igual, la banco ya que, por ahora, los actores me pesan más y quiero disfrutar a Susana (la genial Griselda Siciliani) haciendo de rubia tonta, o a Miranda (Paola Barrientos), manejando la comicidad como sólo ella sabe hacerlo, ya sea en una tira (inolvidable su anterior Vicky Lauría) o en el aviso del banco. Y ni hablar de Juan Minujín o Fernán Mirás, nominados a comerse la tira con sus queribles Segundo y Rama.
Autoplagio
Una pena que el productor Sebastián Ortega se plagie a sí mismo, habiendo tanta historia diferente para contar. Insisto, van a decir que no se parecen, pero como sucede en la música, no es fácil estipular cuándo una canción suena igualita a otra y cuándo no, pero el oído es sabio, y tiene memoria. Viene a mi cabeza Pablito Ruiz, que anda diciendo que el grupo australiano Tame Impala le copió su memorable tema “Océano”. Yo lo escuché, y arranca muy parecido, eh, sobre todo en esa parte de “el viento sopla fuerte…” Es más, al compás dan ganas de gritarle ¡estás igual! Después, en cambio, las líneas paralelas se separan lo suficiente como para casi ni tocarse, de modo que uno deje de escuchar la anterior cuando escucha la nueva.
Extrapolando la idea, ojalá que eso mismo pase con estas viudas que acaban de estrenar su luto, porque realmente me gustaría acompañarlas en el dolor, y en el humor, hasta el final. Que así sea.
28 de agosto de 2014