El pastor blanco suizo que acompañaba a todas partes al genial artista murió a los 12 años.
Junior, el pastor blanco suizo que acompañaba a todas partes al genial Pepe Cibrián Campoy, falleció hace algunos días y el actor y escritor siente una profunda pena.
Según informa La Pavada de Crónica, la mascota de Cibrián tenía doce años y era frecuente verlo en los estrenos y en todas las producciones fotográficas del artista.
Pepe, que estrena su nueva creación, “Lifting”, el 16 de septiembre en el Tabarís, le dedicó un largo escrito en Facebook a su querida mascota:
Adiós amigo
¿Hay palabras?
¿Las hay en esta, mi intimidad absoluta de la noche, en donde la ausencia de la presencia no entiende?
No entendemos. No entiendo y sin embargo entiendo.
Decimos que así es. Que es así la vida. Que es inevitable y que lo será en uno.
Es la condición del ciclo del universo.
Principio y fin.
Yo he perdido en estos fines a mis seres más queridos.
A mi madre, a mi padre.
A mi abuela Pepita.
Amigos.
A Conde y Paco.
Y a cada uno los recuerdo cada noche y son siempre los mismos.
Y les agradezco porque son mis ángeles.
Y siento que me protegen y me miran desde un primer piso de balcones de un teatro.
Y están apoyados en la baranda y les veo las caras apoyadas en sus brazos cruzados y una luz de candileja los ilumina.
Y es siempre el mismo orden que he ido modificando con el paso de mis perdidas.
Y primero es mamá, papá, mi abuela Pepita, mi abuela Anita, la madre de mamá a la cual no conocí pero que no puedo dejar de lado pues mi madre la adoraba, mi abuelo Ernesto, padre de mi madre, mi abuelo Benito , padre de mi padre. Luego sigue Susana Brunetti, gran amiga que se fue tan joven en pleno éxito de su carrrera, Rodolfo Miguens, que aun sin ser un gran amigo, viví su perdida de una manera tan brutal que me quedó pegado al alma, Conrad Serantes, gran amigo y era tan bella persona y era tan bello. Se fue, como Rodolfo, tan joven. Y Pina. Nuestra cocinera Pina que estuvo en casa muchos años y se casó con José, un policía adorable. De esos de antes. De los de antes. Y Pina me preparaba tortillas, milanesas y arroz con atún, en su casa en Avenida Independencia cada dos semanas. Y se fue joven. Y se fueron sumando Conde, mi primer y amado perro, regalo de Cris, y luego incluyo a Paco, mi segundo perro.
Y cada noche, repito, antes de dormir agradezco a cada uno de ellos en este orden que acabo de contar.
Y lo hago antes de cada función. Y les agradezco muy seguido igual.
Y siempre en ese orden antes escrito.
Ese orden.
Orden.
Y papá ocupaba el primer lugar hasta que se fue mamá y ella ocupó este.
Es como una gran marquesina de teatro.
Que la encabezan papá y mamá.
¿Ahora que hago? ¿En dónde lo coloco si me acompañó estos doce maravillosos y únicos años de nuestras vidas?
No vi morir a ninguno de los antedichos.
No vi morir a papá y mamá y jamás vi sus cuerpos ni los de todos estos seres queridos.
Hoy sí.
Hoy lo despedí acariciándolo. Hoy lo vi en ese estado en donde me decían que no era ya él.
Y era él.
Ido.
Pero él.
Como suyas serán sus cenizas.
Son cenizas, me dicen. Si. Las de ellos.
Aun no reacciono y supongo lo haré porque, lo sabemos muchos, uno está como anestesiado.
Me acompañó a cada estreno, a cada ensayo, entrevistas, clases, terapeutas, dentistas, a restorans en donde nos dejaban entrar junto, a esos ibamos.
Porque en general no estaba bienvenido. Él. Era diferente al resto.
El Inadi debería tomar cartas al respecto. Pero tal vez para el Inadi también es diferente.
¿Curioso no?
Curioso que el amor, aun allí, se discrimine.
Compartimos la cama doce años.
Y me acompañó en largas caminatas por nuestro parque.
Me miraba siempre como diciéndome: ¿adónde vas? ¿estás atrás? Te necesito. Dependo de vos. No sé muy bien si no estás a mi lado.
Una historia de amor.
Profunda. Total.
Él me enseñó la incondicionalidad incondicional. El estar sí pidiéndome: no defraudarlo.
Y no lo hice. Espero no haberme equivocado.
Y ahora no sé en que lugar de esa marquesina lo voy a colocar.
Y va a ser muy duro cuando en un rato apague la luz y me despida de mis ángeles saber que lo tengo que incluir porque me está ya observando desde ese palco, balcón, apoyada su cabeza sobre la baranda, al lado de los que son mis ángeles, Él ahora uno mas.
Ese será el momento mas duro.
Incluirlo porque no me va acompañar más a todo lo que me acompañaba, siendo los dos, uno.
Porque ya no nos vamos a mirar más a los ojos esperando algo uno del otro sabiendonos tan necesarios. Diría imprescindibles.
Lo escribo sintiendo que escribo desde una emoción que esta en las palabras de otro, como si no fuesen mías.
Mis más queridos me acompañaron hoy. Y brindamos, como cuando se fueron papá y mamá por él.
Y, querido, amado, irremplazable Junior, mi Junior sé, porque así lo creo, que en tu alma pues ¿cómo dudar de no tenerla cuando hay más alma en la tuya que en la de tantos humanos que se alardean de tenerla?
Mi Junior.
Gracias por todo lo que me diste y me diste y me diste,
gracias por tu buen humor permanente y tus saltos inolvidables cada vez que en el día cuando no habíamos estado juntos, nos reencontrábamos.
Gracias por ser generoso con tus hermanos Totó, Paul, Drácula y la femenina Micaela. Por, aun siendo el alfa, ser tierno pero sabiendo tu lugar en la cabecera de mi vida.
Gracias por el cariño dado a Santiago que como debía ser nos acompañamos en ese momento de despedida.
Me dice santiago que le teme al momento mañana de no verte.
Yo no sé. No sé nada mas que lo que escribo y comparto.
Fui tan feliz de liberarte pidiéndote a la tarde que te fueras. Que no esperaras más. Y así fue. Fuiste generoso hasta en eso. En tu despedida.
Gracias junior.
Te amo.