Domingo 21º del año
«¿y Uds. quién dicen que soy? » (Mt 16, 13-20) Al preguntar Jesús a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre?», no busca enterarse de los comentarios que hace la gente sobre él, sino más bien incentivar a sus discípulos a descubrir quién era El para ellos. Los discípulos eran privilegiados porque acompañaban a Jesús y escuchaban sus enseñanzas, de modo que tenían mucha más posibilidad de ver más claramente quién era su Maestro. Somos proclives a repetir opiniones de otros, tanto sobre los demás, como también sobre Dios. Frecuentemente los cristianos nos contentamos con haber aprendido o leído algo sobre Dios, sobre Jesús, sobre la fe… de hecho para la mayoría todo se redujo a la preparación a la Comunión, o en el mejor de los casos a la Confirmación.
Con eso ya nos parece que sabemos todo, demasiado. Pero no se trata solo de seguir leyendo, escuchando o estudiando… a Jesús lo descubrimos en el encuentro personal con El, en la intimidad del diálogo de la oración, en la experiencia de ser perdonados por El, en saciarnos con el alimento de su Cuerpo en la Eucaristía, en el encuentro con cada hermano necesitado al que atendimos. Solo así nos podremos formar una imagen personal de Jesús, y dar así una respuesta personal, no copiada a otros, o repetida simplemente de memoria.
La Fe es siempre una respuesta personal a la pregunta de Dios: «quién soy yo para Tí»? Si nuestra respuesta es insegura, a medias, dudosa… quiere decir que aún no nos hemos encontrado con Cristo vivo, y por eso no significa mucho o poco para mí. Un termómetro de cuánto tiene que ver Cristo en mi vida, es saber jugarme por El frente a mis amigos, compañeros de trabajo, o en mi misma familia: mi postura es convencida y firme, o me achico, me acobardo, me callo…? Dios se deja encontrar: busquémoslo, y nuestra respuesta será personal, confiada y segura, como la de Pedro.