Muchos radicales se han volcado en los últimos meses a los diferentes grupos que conformarán la oferta electoral interna, de cara a la renovación de autoridades partidarias.
Son cuatro los grupos, pero en el marco de una puja básica que ha orientado a algunos ir con el PRO y a otros con el socialismo. Se sabe que en el seno partidario la mayor dificultad es sortear el Congreso provincial cada vez que hay que debatir alianzas. Los radicales suelen morir con las botas puestas, pero el ejemplo de los últimos años muestra que no ha sido ese su mayor problema. Dentro mismo han ganado terreno quienes manejan con faros antiniebla, lo que ha servido para campear malos ratos, pero no como estrategia a largo plazo.
Casos como el de Concepción del Uruguay, donde se ha hecho todo lo posible para que el elector de mayor consenso local fuera expulsado de las filas, constituyó un negocio redondo para el peronismo, que no ha tenido necesidad de mejorar su oferta. Si fuera que cuando se van los dirigentes los afiliados se quedan, no habría problemas. Pero los hechos marcan que la UCR uruguayense está al borde de perder el lugar de primera minoría, para lo cual fueron los propios dirigentes radicales del momento quienes se encargaron de fogonear la idea. Así será muy difícil que las próximas elecciones muestren un resultado diferente. Como se ve, no es sólo una cuestión de principios. También una visión restringida empuja a la UCR a un abismo que los electores suelen castigar. A menudo.
Juego diferencial
Mientras José Lauritto juega su impaciencia esperando el color del mazo, el intendente Carlos Schepens acerca su discurso a lo que Sergio Urribarri quiere escuchar. «No parecen tiempos de política. Son tiempos muy convulsionados y está todo muy complicado. Está todo muy complicado internacionalmente y los coletazos nos pegan a nosotros», ha dicho en la radio de Ricardo David en Paraná. «Todavía las actividades están bastante tranquilas en lo político porque el gran convocante y todos debemos trabajar por Urribarri porque nunca estuvimos tan cerca de tener un entrerriano en la Casa Rosada, hay que poner la energía en eso, lo demás son cosas menores».
Algunos se preguntan si eso incluye aquellos que empujan su candidatura a suceder a Urribarri. Porque de ser así, cae Lauritto en la volteada, pero también Marcelo Bisogni, quien ha sentenciado que «de esta no se baja». De todos modos, el discurso es fácil de explicar hacia dentro y forma parte de la presión creciente a la cual parecieran someter al Gobernador desde Concepción del Uruguay. Que «no es tiempo de política», como ha señalado Schepens, lejos está de ser realidad. En todos los rincones no se habla de otra cosa, más que del armado para 2015. Y en esa se anotan todos.