Estrenan el lunes Viudas e hijos del rock and roll, de Sebastián Ortega. Se ilusionan con la medición de rating en el interior del país y explican que la gente no dejó de ver televisión.
Llegué al programa medio al final, pero me entusiasmé mucho”, cuenta Celeste Cid hasta que Damián De Santo la interrumpe para aclarar que siempre llega tarde y arrancarle la primera sonrisa. En circunstancias parecidas, tarde en el año pero con la expectativa de Telefe en reconquistar el prime time, el lunes a las 21.15 arranca Viudas e Hijos del rock and roll. “En serio –continúa Celeste–, no podía dejar de leer los capítulos. Sentía que este programa mi hijo sí lo va a ver y por eso quería hacerlo. Ya me veo diciéndole: ‘Mirá a tu madre actuar’, porque no me da bola en nada”. Protagonizando está De Santo, cuatro años después de su última aparición en una tira, Disputas, también producida por Sebastián Ortega. El actor explica que integra “un elenco coral, con buena energía. Más allá de que alguno esté generacionalmente más cerca de los personajes que otro, todos estamos en línea”.
—¿Apuestan a conquistar al público de “Graduados”?
DE SANTO: Me parece que ni siquiera la productora puso fichas en eso. Estas historias son totalmente diferentes. Si es el mismo público, bienvenido. Pero somos otros, lo único que tenemos en común es la música.
CID: Es un elenco muy grande. No sé si no es más grande que el de Graduados, incluso.
—¿Que haya ratings más bajos en general relaja?
DS: Para mí no cayeron los números, se dividieron. Ves la tele por muchos soportes y eso no se puede medir. Graduados hacía treinta puntos, pero por ahí no había otra cosa en ese segmento. Ojo que el promedio no era ése. Marcó picos de treinta, que no es lo mismo. Lo bueno es que ahora la medición va a ser nacional y eso cambia mucho la perspectiva de lo que pasa en el interior.
C: Eran números que hoy sólo los hace el Mundial, algo muy extremo.
—La tira está atravesada por cierta melancolía. ¿Cómo se llevan con ese sentimiento?
C: Soy una persona bastante melancólica. Hay algo de eso en mí, eso de que el tiempo pasado parece mejor. También soy muy de conservar objetos. Un día en la casa de mi viejo apareció su primera cédula para conducir motos. Hermosa, toda de cuero. Le dije: “Papá, me la llevo”. Así empecé a hacerme de esas cosas. Me encanta tenerlas cerca, para que mi hijo las tenga fácilmente.
DS: El argentino es melancólico. Yo tengo muchos elementos que me llevan a mi historia, a mis viejos y mis abuelos. Me he quedado con dos muebles de mi abuela que conservan su aroma.
—El programa se lanza en un momento en el que en la competencia fuerte hay sólo una ficción. ¿Entramos a una lógica de televisión barata?
DS: Creo que es cíclico. Hay etapas donde la tele es distinta. Tampoco todas las ficciones son buenas, a veces a algunas las cambiaría por un magazine. De todas maneras, creo que cuando uno empieza a hacer algo que le da placer lo defiende a rajatabla. Y si un magazine es bueno, está bien. Nuestra tele es de las mejores que hay en el mundo. Obviamente que se abaratan costos, pero hoy pasa en todos los ámbitos.
C: Una por ahí se mete en el barro y piensa: “Ojalá que de esto hubiera menos o de aquello más”, pero las cosas oscilan. Mejor que haya poco y bien bueno. No sé, algo dijo Damián que me llevó a pensar en una chica con la que hablaba y que se tuvo que venir de Venezuela porque allá salís a la calle y secuestran a tu hermano, a tu primo, y uno piensa que acá está todo mal (que lo está, sabemos lo que estamos pasando), pero te empezás a empapar de cosas que suceden no tan lejos y ves que la están pasando peor que nosotros.
DS: Uno se pone melanco también y se aferra a lo que tenía. De eso te agarrás, pero si te ponés a comparar con otros países, estamos fantástico. También antes iba al súper y llenaba el chango con $ 300, y hoy si no llevás dos lucas y media no lo llenás. Ahora, si vas a Venezuela no hay papel higiénico y si vas a Cuba no te dejan entrar desodorante.
—La raíz del programa está en los 90, momento en el que había cierta homogeneidad de pensamiento por parte de los artistas en relación con el gobierno de entonces. ¿Cómo viven la llamada “grieta”?
DS: Hay una división. A algunos los respeto, pero a otros veo que los fanatismos los ciegan, y cuando no ves te podés equivocar. Siempre es bueno escuchar al otro, para eso nos dedicamos a esta profesión.
C: Cuando veo a una persona actuar y después hablar de política, no sé, me hace ruido. No me gusta. La política también tiene que ver con cómo tratás al otro a diario.
—¿Se respetan entre colegas?
DS: Sí, creo que lo que pasa es más para el afuera. Para adentro tenemos nuestras discrepancias, pero lo tomamos con mucha gracia. A la hora de trabajar somos actores primero. Todo es pasajero, eso también. Podrán quedar heridas en algunos. Nos va a enseñar a tener más cuidado a la hora de abrir la boca. Por vos, no por el otro.
—Celeste, ¿cómo tomaste que tu ex pareja sea el autor del tema de apertura?
C: Me cayó bien. Para la canción lo había llamado Sebastián cuando todavía estábamos juntos. Está buenísimo y me da alegría.
—Se dice que la canción de Chano tiene una parte dedicada a vos…
C: ¿Cuál es, me insulta? (ríe). No, en serio, no creo. No veo por qué debería ser así, eso es más del afuera.