La bailarina argentina, artista principal del Royal Ballet de Londres, se presenta en el Teatro Cervantes y en el Municipio de San Martín. Agradece a colegas suyos que marcaron su carrera, como Maximiliano Guerra.
Nacer en el Municipio de San Martín, provincia de Buenos Aires en 1982. Ingresar a la escuela de ballet del Teatro Colón a los 8 años. Ser aceptada por la escuela del Royal Ballet de Londres a los 15 años; al año siguiente, incorporarse a su cuerpo de baile; tres años más, convertirse en primera solista y, en dos más, en 2002, ganarse el puesto máximo de bailarina principal. Decirlo es muy sencillo. Pero esta veloz síntesis de la carrera de la argentina Marianela Núñez no representa ni el esfuerzo cotidiano para lograr cada una de las metas, ni la excepcionalidad de haber accedido, desde su condición de latinoamericana, a una de las compañías de danza clásica más prestigiosas y competitivas del mundo, el Royal Ballet, comparable con el American Ballet Theatre de Nueva York, el Ballet de la Opera de París o el Bolshoi Ballet de Moscú.
Por eso, hay que aprovechar las pocas ocasiones locales de ver bailar a Marianela Núñez en vivo. La última fue en el Teatro Coliseo en 2012. Ahora es en el Teatro Cervantes el 13 de agosto, en una gala del Ballet Metropolitano de Buenos Aires dirigido por Leonardo Reale, a beneficio de la Fundación Garrahan. Y también, el 16 de este mismo mes, en la Sociedad Alemana de Gimnasia de Villa Ballester, un evento solidario para costear el tratamiento en China, para dos hermanos que padecen atrofia muscular. Toda esta actividad es lo más parecido a lo que Núñez se organiza como vacaciones: “Traté de, por lo menos parar una o dos semanitas, pero igual no puedo parar del todo: hago un poco de Pilates, un poco de yoga. Si paro de repente, al cuerpo no le gusta mucho y me empieza a doler. Es un privilegio hacer lo que uno ama y, al mismo tiempo, dar una ayuda. Combinás todo: pasión y solidaridad”.
—O sea que en estas dos galas no cobrás por tu trabajo. ¿Es frecuente entre los bailarines gestos de este tipo?
—Sí, sí. Incluso ya lo he hecho en Europa también, con una compañera italiana que tiene una fundación para ayudar chicos en Africa, y en galas que hizo el Opera House cuando se produjo el tsunami en 2005.
—¿Cómo surgió lo de San Martín?
—Fue una idea del intendente de San Martín [Gabriel Katopodis], donde nací yo. Me quería hacer un homenaje, y me pareció bárbaro que pudiéramos combinar con un evento solidario.
—¿Conocés la orientación política del intendente? ¿Sabés acerca de las posiciones de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la que depende el Teatro Cervantes?
—En eso no me quiero ni meter ni quiero ir ahí porque no es mi tema. Yo no vivo acá, vivo en Londres hace 17 años. Vengo una vez por año, diez días o dos semanas.
—¿Qué referencias tenés de la actualidad de la Argentina?
—Se siente que la situación está un poco complicada. Lo poquito que sé es lo que me dice mi familia, porque todos viven acá: mi papá, mis hermanos, mis sobrinos, mis abuelos, mis tíos, mis primos. Admiro la fuerza que el país siempre pone para ir hacia adelante. Para mí, eso es la llave de que no nos dejamos caer.
—¿Y qué percepción de la crisis internacional tuviste en Londres?
—La crisis está en el mundo entero, pero en Londres estamos hablando de otro panorama diferente. Si bien uno veía la crisis en los diarios o en la tele, como una época de receso, Londres es una ciudad tan a full, llena de turistas todo el tiempo, que no se llegaba a sentir.
—¿Cómo manejás la exigencia física del cuerpo, que implica tu profesión?
—Al cuerpo lo empujamos tanto, que aparecen dolores, pero sabemos cómo manejarnos. Lo máximo que tuve que parar fueron tres meses. Tuve dos desgarros en la cadera, pasé por un poco de dolor, pero son cosas que uno maneja. Esta es una carrera en la que estás jugando con tu cuerpo 24 horas al día. Lo que uno puede hacer es cuidarse bien, prepararse bien, alimentarse bien. Eso ayuda, pero los accidentes no se pueden controlar.
Momentos compartidos
En sus breves experiencias con colegas argentinos, Marianela Núñez se cruzó con los grandes de la danza nacional, a quienes recuerda así:
Maximiliano Guerra: “Maxi es un divino total. El me llevó a Japón cuando yo tenía 15 años. Valoré esa invitación, pero cuando uno es chico no se da cuenta de todo lo que eso puede significar. Ahora tengo la edad que él tenía cuando me llevó: yo no sé si me animaría a bailar con un chico de 15 años, por más confianza que le tuviera. Sin embargo, él lo hizo. Es algo que voy a llevar conmigo para siempre. Además me dijo: ‘Tenés que salir. Tenés un talento increíble. Tenés que escalar al máximo’.”
Julio Bocca: “Nunca llegué a bailar con Julio, pero estoy en contacto con él seguido. Me invitó a bailar a la compañía de él que está dirigiendo en Uruguay. Están las puertas abiertas; es sólo cuestión de combinar tiempos. Me pone muy orgullosa que cada vez que hablo o sale un video de él, todo el mundo lo tiene allá arriba: es un genio con todas las letras”.
Hernán Piquín: “Con él bailé en la gala del 80º aniversario del Teatro Colón. Otro divino. No creo que haya dejado la danza clásica por la televisión: el ballet está en él. Es un bailarín súper talentoso con un cuerpo privilegiado. Y muy buena onda, también”.