Con la muerte de Grondona, el futuro del fútbol argentino es tan promisorio como apocalíptico.
Juan Manuel Herbella
A una semana de la muerte del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, se ha hablado mucho y se ha escrito aún más sobre el camino del “ferretero” bonaerense que llegó a dominar la multinacional más importante del mundo. Probablemente, producto de la poca empatía que generaba en el hincha, no se haya tomado verdadera dimensión de la transformación que se viene. Para el fútbol argentino va a ser más sencillo generar otro “fenómeno” como Maradona o Messi, antes que ubicar a un dirigente en el lugar de poder que ostentó Julio Humberto Grondona.
Andrew Jennings, un prestigioso periodista de investigación inglés, en el capítulo 13 de su imperdible libro “Tarjeta Roja”, describe como Sepp Blatter se entronó en la FIFA. También describe la participación trascendental que tuvo “el Vicepresidente adjunto más antiguo de la historia de la organización, Presidente de la comisión de Finanzas (la que más le interesaba a Blatter) y Presidente de la junta de comercialización y televisión”. Todo esos cargos ocupaba un solo hombre que apenas hablaba castellano pero que según sus propias palabras “entendía como pocos el idioma del fútbol”.
La abrupta muerte de Grondona altera el escenario nacional, justamente en un momento de cambio. Sin un heredero fuerte dentro de la organización y con una marcada dependencia de las arcas del Estado (léase “Fútbol para todos”), el futuro del fútbol argentino es completamente incierto y tan promisorio como apocalíptico. Sin el líder en su sillón, hay muchos asuntos a dirimir que marcarán la agenda de los próximos meses.
Con Grondona en el poder, se fortaleció la Asociación y se debilitaron las instituciones. Quienes más lo sufrieron fueron los clubes grandes, acostumbrados a repartir la “torta” a su antojo. “En la AFA no apareció ningún dirigente que pueda sacarse la camiseta. El único que colgó la camiseta fui yo” había dicho el “Jefe”. “Sin la menor duda, River no recibe lo que le corresponde, no puede ser que recibamos el 5% de lo que es el Fútbol Para Todos” dijo Rodolfo D´Onofrio, el presidente de River, en su primera declaración pública tras la muerte de Don Julio. Se espera que en la primera reunión de Comité Ejecutivo, aparezca sobre el tapate el tema del reparto de dinero. En la actualidad, los clubes sin déficit se cuentan con los dedos de una mano.
“El nuevo torneo será más tranquilo y deportivamente equitativo” fueron sus últimas palabras en relación a la futura competencia de marzo a diciembre de 2015. El esperpento no tiene parangón en ningún otro lugar. El nivel de endeudamiento de los equipos de Ascenso, en este semestre clasificatorio, dejará a muchos en la ruina si no consiguen su objetivo. Las cartas están jugadas y no hay vuelta atrás. En un escenario sin líder, el salto al vacío es lo menos recomendable.
“No hay campeonato más honesto que el nuestro” se ufanaba Grondona hace un par de años y probablemente estuviese en lo cierto. Ahora, este nuevo torneo venía vinculado a la idea de generar dinero al “normalizar” el Prode. En Europa y Asia, el deporte está salpicado (por no decir embarrado) por el mal de las apuestas clandestinas, tanto a nivel dirigencia como de los deportistas. Hasta el momento, la Argentina estuvo al margen de estos inconvenientes.
El tema de los “Barras” y la violencia en los estadios fue uno de los puntos más flojos de la gestión. En sus treinta y cinco años en el poder, murieron 183 personas en escenarios deportivos vinculados al fútbol. La connivencia entre hinchas caracterizados y dirigentes incrementó el caos y dificultó la instauración del AFA Plus (un sistema de reconocimiento digital al momento de ingresar al estadio). La medida de exclusión para el público probó su ineficacia: se deterioró el fútbol como espectáculo, cada día concurre menos gente a los estadios y la violencia sigue presente en las hinchadas.
Grondona decía que terminaría su mandato en 2015. Probablemente su última obsesión fuese ver a Messi alzando la Copa en el Maracaná. Hizo todo lo que estuvo a su alcance. El fixture, las sedes y el lugar de concentración le permitieron a la Argentina jugar todos sus partidos en la “zona invernal” de Brasil y llegar a la final habiendo recorrido apenas la tercera parte de los kilómetros que realizó el equipo alemán. El final no fue como lo esperaba.
“Como vicepresidente de la FIFA, tengo más poder que cualquier político de la Argentina” dijo una vez, al ser tentado para buscar un cargo en la política doméstica. Su “poder” se fue con él. El poder que otorga el cargo de presidente de la Asociación del Fútbol Argentino está en disputa. Se inició una nueva era, por ahora denominada el Posgrondonismo, ya tendrá nombre propio.