El Jefecito fue eje de un cambio positivo que resultó en una defensa más ordenada, aunque todavía queda en deuda el ataque. Por Hugo Ramos.
Hugo Ramos
Maradona lo definió rápido con idioma futbolero: Argentina, dijo el 10, tiene un “capo”, en ésta selección. Se agrega y define éste rol de líder porque ordena el equipo y desparrama una conmovedora energía positiva. Grita, contagia, arenga, asiste, parece incansanble, transmite confianza, no se da por vencido; es Javier Mascherano.
Justo cuando el equipo venía fallando y los tiempos cortos del torneo marcaban fisuras de proyecto y rumbo, apareció la figura de este pequeño-enorme líder, que tomó el proyecto como propio e hizo que las cosas sucedan.
El “Jefecito”, se puso el equipo al hombro, o -mejor dicho- se puso el traje de líder, que le calza con soltura y generó confianza, determinación, compromiso, en el resto del grupo. Comenzaron a contagiarse herramientas anímicas y emocionales, que elevaron el rendimiento colectivo, generando un fenómeno poderoso: jugadores que elevaron su media y comenzaron a lucir más consistentes, firmes y seguros, enfocados en el objetivo que les propone su líder en la cancha.
Valoramos ya en estas columnas la importancia del liderazgo positivo, donde el todo es más que la suma de “las partes” dentro de un equipo. Argentina, en este contexto, creció de la mano de ese liderazgo y vimos un trabajo en “bloque” del equipo, sin tantas fisuras, un despliegue de mayor orden y capacidad de reacción colectiva, más que arrestos individuales de ocasión.
Mascherano fue eje de un cambio positivo que resultó en una defensa con más orden táctico, retroceso armónico, marca férrea y dientes apretados para cerrarse y anular el ataque naranja. Aún queda una deuda por pagar: el equipo se volvió sólido en defensa, pero no lastima, repetido y lento en ataque.
¿Acertó Sabella con este equipo en cancha y saldó la disputa conceptual con Messi y los fantásticos? ¿Es la forma en la que el técnico quiere que juegue su escuadra? Es muy probable. Pero también, en el tumulto, asoman problemas nuevos. Sólo queda un partido y es la final.
Se sabe, Messi no está cómodo en este esquema amarrete de repliegue y contragolpe fortuito. Arrastra además, su propio karma: se lo vio lejos de su nivel, equivocando el pase en devolución (arma letal), chocando y desprolijo con la pelota. Parece cansado, dando alguna ventaja por su malestar físico, reiterado en algunos partidos al comienzo.
Mascherano, líder de éste equipo por convicción y determinación, tuvo varias segundas cuerdas: Demichelis, con aquella calidad
y además firme, afinado en los cierres; Rojo, con despliegue y fuerza en la marca, hasta Zabaleta contagiado, en otro nivel, mostrando movilidad y eficacia que lo hacen triunfal en Europa. También y sobretodo Romero, con la inyección anímica de Masche, que lo desafió en los penales, dignificó su puesto (que alguna vez estuvo en duda), y saco dos penales salvadores.
Apareció un nuevo equipo, ordenado. Con Biglia y Enzo Perez en el medio, un bloque mas disciplinado y rendidor en defensa y retroceso. Parados de contra y Messi o el Pipa o el Kun, para pescar algún contragolpe y lastimar en ataque. Es la música que le gusta escuchar a Sabella, su partitura preferida.
Alcanzó el esquema propuesto, para llegar a la final de este mundial, luego de 24 años de sequía y tristeza futbolística. De proyectos que naufragaron, de grandes jugadores y grandes técnicos, que se mancaron en el mismo intento. Por lo tanto, sirve también, valorar y sopesar lo positivo. Festejar en idioma y código futbolero este volver a vivir que nos puso en la vereda del festejo y la pasión desatada, llenó de euforia pura, cada rincón del país.
El domingo, este grupo de hombres que forman el equipo, tendrán otra prueba de carácter, convicción y foco: vencer a Alemania, un equipo eficaz y ordenado tácticamente como pocos. Pero también vencer nuestros propios pre-conceptos, temores, y afianzar la confianza y automotivación. Sanarnos como equipo, re-conocernos como grupo, e ir por mucho más, de la mano de éste líder positivo que es el “jefecito” Mascherano.
Ojalá despierte Messi en la final, justo a tiempo para sumarle el brillo de su gambeta y su pegada virtuosa a éste equipo, que se hizo duro y aprendió a trabajar con confianza y convicción. El liderazgo y la fuerza que contagia Mascherano, necesita del talento y la magia de Lio Messi, para que la fiesta sea completa. Esperamos que así sea, para ganar el domingo, recuperar la mística futbolera y pasar a la historia.
(*) Periodista y Coach Deportivo.