El actor brasileño admite que se equivocó en el pronóstico, aunque su madre es adivina. Vivió en la favela y viajó por el mundo.
Después de ver en el hotel la brutal goleada alemana y de hacer una nota que grabó con Susana Giménez, Caua Reymond vuelve a su casa. De la parte del elenco de Avenida Brasil que vino a presenciar el final de la novela en el Luna Park, el galán fue el último en retornar y no sólo por los compromisos del evento o la entrevista con la diva. Según dice, recibió una oferta para filmar en Argentina y, aunque todavía no quiera confirmar nada, le encanta la idea. “Prefiero que madure más la propuesta antes de hablar, pero claro que me gustaría. Cedería en lo económico si el proyecto y el grupo me entusiasman”, asegura.
—Te sacaste las ganas de hacer de villano en el film “Alemâo”. ¿Qué te gustaría hacer ahora?
—Trabajar con directores con los que nunca trabajé. Estoy siempre abierto a nuevas formas de preparar mis personajes, a madurar y tener más experiencia. Soy un actor que aprende mucho en el set, viendo a otros trabajar.
—¿De quién creés que aprendiste más?
—En el caso de Avenida Brasil, me gustó mucho trabajar con Murilo Benicio. Es nuestro mejor actor en la actualidad. Bromeaba con él y le decía que la verdadera historia de amor de la novela era la de padre e hijo. Nos llevábamos muy bien.
—Hablás del amor de padre e hijo. Hoy estás solo con una hija de un año y medio. ¿Te gustaría volver a enamorarte?
—Me gustaría tener otros hijos y casarme. Sí, con certeza.
—¿Qué es lo que más te seduce de una mujer?
—Su buen humor y la inteligencia, cosas importantes para tener buen sexo (sonríe).
—Si trabajaras aquí, podrías enamorarte de una chica argentina…
—Me encantaría trabajar en Argentina, y si conozco a alguien, para mí sería normal que sucediera. Las mujeres aquí son muy bellas.
—¿Es cierto que tu madre es astróloga y predijo que ibas a ser actor cuando eras niño?
—Sí, es cierto. Me dijo que iba a ser actor, pero no le daba importancia. Predijo eso y muchas otras cosas. Cuando era chico, siempre me decía que me cuidara de golpearme la cabeza. Hoy tengo 47 puntos. Pero ahora paré, desde 2005 que no tengo ni uno más (ríe a carcajadas).
—¿Qué deseabas ser cuando eras chico?
—Quería ser político, porque mi abuelo era economista. Aunque, en verdad, nunca supe exactamente qué quería hacer y llegué a ser actor por incentivo de mi padre. Por él fui a una clase de actuación en Nueva York. Me gustó y, como no tenía dinero para continuar los estudios, me ofrecieron una beca. En pocos tiempo estaba enamorado de la actuación.
—Naciste cerca de la Rocinha, la favela más grande de Río de Janeiro. También viviste en Nueva York y Europa. ¿Qué te dio esa experiencia?
—Un universo rico que vive aquí dentro (se golpea el pecho). Y de ese niño aún queda la conciencia.
—¿Por qué te psicoanalizás desde los 14 años?
—Mi papá es analista y me recomendaba hacerlo. Mis padres me tuvieron muy jóvenes y creían que era importante que me analizara. Siento que me ayudó bastante a entender lo que pienso y para trabajar me sirve para saber dónde comienza y dónde termina un personaje.
—Globo paga grandes contratos. ¿Qué te da el dinero?
—Tranquilidad, nada más.
—Decías que de niño quisiste ser político y hace poco se te vio en un acto junto a Dilma Rousseff. ¿Qué pensás de la política de tu país?
—Participé de un acto que promovía la industria audiovisual, por eso no necesariamente apoyo a un gobierno. Pienso que en América Latina, en ese caso Brasil y Argentina andan juntos, la corrupción complica nuestro crecimiento. La gente también tiene sus pequeños actos de corrupción día a día y eso hace que toleremos actos más graves. Todo comienza desde el pueblo.
—En el Mundial, ¿imaginabas este final?
—Si Brasil les ganaba a ustedes la final, iba a estar muy feliz (sonríe), pero veía mejor a Holanda. Más que a Argentina, Brasil o Alemania. Me equivoqué.