Argentina está en la final, más gracias al fixture que a méritos propios. Es un Mundial tan extraño que lo puede ganar cualquiera, hasta nosotros. PorEdgardo Martolio.
Edgardo Martolio
Argentina está en la Final. Nadie en sus cabales, con conocimiento de causa y antes del inicio, lo hubiese dicho. Era pronóstico de fanáticos que no saben nada de fútbol, que sólo ven a la Selección en los Mundiales, que no siguen siquiera a los clubes locales, no tienen la menor idea de quien juega en Argentina y menos aún en las demás selecciones. Esos que piden off-side siempre que ataca el rival y nunca reconocen una posición adelantada del equipo nacional. Los argentos que, así, se sienten patriotas, argentos que desconocen que la patria sería mucho mejor sin ellos. Esos que en la cancha molestan sólo por estar al lado, que no pueden ver el partido sentados, que hablan todo el tiempo, no distinguen a los jugadores, son insufribles.
Hoy, en cambio, es más fácil entender por qué la Selección llegó ‘allí’. Hasta mi mujer se dio cuenta de que los vientos soplaron a su favor, de que todavía la Argentina no enfrentó a ningún campeón Mundial, mientras otras selecciones, como Costa Rica –que se retiró invicta– se debatió con tres de ellos y con la propia Holanda, que fue lo más duro que midió Argentina, sin vencerla en la cancha (sólo en los penales: igual que Costa Rica). Muchos vivieron partidos intensos, de ida y vuelta, corriendo riesgos, exponiéndose a lesiones, cosa que no sucedió con la Selección Nacional. Pero no es su culpa, la suerte se acordó de ella, la eligió para que la tenga fácil y el equipo agradeció porque en otro Grupo no hubiese clasificado.
Sabella llevó a Brasil 23 jugadores que no pueden discutirse, porque más allá de gustos personales y de un caso u otro, era lo mejor que tenía aunque ‘eso’ fuese muy poco, sin categoría en la mayoría de los casos y muy desequilibrado entre líneas. Pero era ‘por ahí’, nombre más, nombre menos. Esa lista no marginó ningún Mascherano: ¿Tevez? El grupo lo excluyó, entonces no se discute. Todos tenemos nombres que en ciertas posiciones nos satisfacen más, pero son diferencias de medio punto para arriba o para abajo. Nada decisivo. La delegación que fue, excluidas las cinco figuras, no era más que un equipo de primera división afista o, en el mejor de los casos, igual a un seleccionado de jugadores locales. Pero está claro que los resultados no dependen únicamente de sus jugadores ni necesariamente de sus estrellas. Hay muchos otros factores.
El alineamiento astral se combinó de tal manera para que algunas selecciones se ‘matasen’ entre sí, como Italia y Uruguay, por caso, y otras avanzasen haciendo turismo, caminando –aún cuando caminaron algo torcido– como fue el caso de nuestro equipo. Punto a favor. ¿Otro? La Argentina no padeció ninguna ausencia vital como Francia que se quedó sin Ribery o Colombia sin Falcão García, por citar a dos que llegaron debilitados. ¿Más ventajas? Ninguna estrella de la Argentina mordió a un rival para desmoronar a su plantel. ¿Otra más? Nadie, de los decisivos, en Argentina llegó herido como Cristiano Ronaldo en Portugal que en el primer partido también perdió a Contreau. Sigo enumerando: Al equipo de Sabella no le cortaron en el momento más decisivo del torneo a su crack, como a Brasil con Neymar, ni le suspendieron a su capitán y figura, Thiago Silva. Finalmente, algunas selecciones viajaron el doble de los kilómetros que se trasladó la Argentina que sólo actuó en climas temperados en cuanto otras selecciones, como Inglaterra se derritieron en la calidad humedad de Manaos.
No parece, pero cada uno de esos elementos ayuda; no por acaso las palabras fácil y difícil significan cosas opuestas. En ningún Mundial a la Argentina le tocó tanto asfalto de mano única, tanto tobogán descendente para ir hacia adelante. Ningún juez lo perjudicó, de verdad, ni siquiera en un tiro libro intrascendente. Si Argentina hubiese sido local muchos creerían que todo estuvo armado para que ganara y la Copa no perdiese interés. En 1930 arrancó con Francia. En 1934 con Suecia, que entonces era potencia. En 1958 comenzó con Alemania. En 1962 se cruzó con Inglaterra en su grupo. En 1966 España y Alemania de entrada. En 1974 Italia. En 1978 Francia e Italia una atrás de la otra. En 1982, un poco más aliviado, Bélgica que nos ganó y en la fase siguiente Italia y Brasil. En 1986 Italia. En 1990 Unión Soviética y ya en Octavos Brasil. En 1994, por primera vez fue tan fácil como ahora, pero Maradona lo arruinó todo. En 1998 Croacia que fue tercera. En 2002 Inglaterra. En 2006 fue fácil por segunda vez, aunque en Cuartos ya apareció Alemania. Y en 2010 lo mismo, Alemania en Cuartos. Este repaso nos deja claro que nunca fue tan favorable el camino para llegar a la Final. Sin escollos. Si a Sabella le hubiesen dicho “elija adversarios”, hubiera escogido los que le tocaron en suerte.
Esto disminuye los méritos de la actual Selección, sin dudas, aunque es justo reconocer que el equipo, que comenzó peor de lo imaginado aunque ganando, mejoró paulatinamente en sus últimos cotejos. No usó más el horrible esquema que mostró contra la debutante Bosnia, ni la absurda inoperancia que exhibió ante Irán. Fue mejor ante Nigeria que le ofreció espacios, aprovechó los miedos de Suiza y hasta exhibió algo de fútbol frente a Bélgica. Con Holanda ninguno de los dos quiso jugar: el 7 a 1 de Alemania a Brasil asustó a los dos que, clara y vergonzosamente quisieron llegar a los penales, porque irse por causa de los doce pasos parece más digno. La goleada del día anterior hizo que Sabella y Van Gaal repensaran sus tácticas y disminuyeran su coraje. Fue muy feo lo que se ofreció en el ya feo estadio Itaqueirão.
Ahora lo importante: esas mejoras no fueron casuales. Demichelis en la defensa arregló los desacoples que producía Fernández, convirtiendo a Garay en figura. Rojo, contra lo esperado, no le aportó nada al equipo pero al menos no lo comprometió como Zabaleta en los tres primeros encuentros. Lucas Biglia compuso el descompás que generaba Gago en el medio de la cancha, permitiendo que Mascherano se transforme en la figura del sector; y Lavezzi le dio al ataque la movilidad que le faltaba para que Higuain mejorase su producción, siempre más estática. Una modificación en cada línea cambió al equipo. No lo transformó en una máquina, no tiene con qué serlo, pero al menos dejó de ser el equipito triste que era. Más aún, si se hubiese mantenido a Basanta en el fondo y Campagnaro sustituido a Zabaleta, el conjunto podría ser mucho más sólido de lo que es, inclusive porque Enzo Pérez superó cualquier expectativa. Y todo eso con las estrellas afuera o en baja: Messi desaparecido en acción, Agüero entrando y saliendo sin que se perciba que entra o sale y Di María, la pieza clave del elenco, lesionado.
En una Copa loca como está donde hay pocas figuras, las que llegaron como tales no se confirman (Messi, Balotelli, Gotze, Xavi, Rooney, Cavani), aparecen otras en cuenta gotas como James Rodríguez, lo que más llama es la lista de héroes anónimos, como el arquero argentino Sergio Romero. En otras Copas lucían los Romario, los Zidane, los Beckenbauer, los Pelé, los Iniesta, los Cruyjf, los Garrincha, los Laudrup, los Paolo Rossi. En este Mundial hay que ir a los sites de fútbol para saber algo de quiénes son esos desconocidos que se lucen, los Guardado, los Herrera, los Bryan Ruíz, los Keylor Navas, los Cuadrado, los Tim Cahill, los Gervinho, los Mustefa, los Dempsey, los Mesbah.
Es tan loca esta Copa que Alemania no puede hacerle goles en los 90 minutos oficiales a Argelia y le mete cuatro a Brasil en seis minutos. Costa Rica gana el grupo de la muerte. Los que juegan bien se van temprano, como Chile. En fin, es un Mundial tan extraño, tan poco lógico, que lo puede ganar cualquiera, hasta Argentina. Pero será difícil, porque Alemania es el único equipo que tiene plantel, historia, táctica, variantes, ritmo, no respeta tradiciones ajenas ni se inhibe con camisetas famosas. Es muy superior al resto.
IN TEMPORE: Esta puede ser mi penúltima columna; recuerde el lector que antes de que se inicie la Copa me auto-desafié prometiendo no escribir más ni ocupar este espacio si la Argentina ganaba el Mundial Porque si lo conquista no hace falta que uno estudie tácticas, vea mucho fútbol, analice la historia, compare equipos, desmenuce jugadores, revise el trabajo de los entrenadores. Si la Argentina es campeón, seré feliz, claro, pero no seguiré escribiendo porque será perder el tiempo. Mejor jugar a la tómbola, hay más chances de acertar.
Esa felicidad de la que hablo y que me daría la coronación nacional, aunque meritocráticamente injusta, no la expreso apenas para afuera y para quedar bien aquí, la televisión oficial FIFA, en la semifinal con Holanda, dos minutos antes de que comience el match, me retrató junto a mi esposa, alentando en medio de una barra celeste y blanca. Una cosa es el corazón que puede hacerme alentar a la Selección y otra cosa es la razón que me lleva al aburrimiento de intrascendente que es, aún con Messi en cancha, como sucedió el miércoles en San Pablo. Con la Alemáquina no alcanzará con la suerte, hasta porque la suerte no se puede almacenar.
(*) Director Perfil Brasil, creador de SóloFútbol y autor de Archivo [sin] Final.