Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
El miércoles que viene celebramos una importante Fiesta Patria. El 9 de julio de 1816 el Congreso Nacional reunido en San Miguel de Tucumán declara la Independencia. El acta fue firmada por 29 diputados de las Provincias del Río de la Plata. De ellos 12 eran sacerdotes y, en su mayoría, fieles laicos de vida práctica. Esto nos muestra la presencia y participación de la Iglesia en los albores de la Patria. Aquel tiempo no admitía pasividades; había que comprometerse. Hoy la tarea de obispos y sacerdotes es diversa, pero nos toca alentar el compromiso de los laicos en la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Muchas veces ocupamos a los laicos en actividades necesarias en la comunidad eclesial, descuidando la dimensión temporal de su vocación. Quién puede dudar de la hermosa tarea que desarrollan catequistas, animadores de Caritas, visitadores de enfermos, cantores…
Pero no está el mismo énfasis en las vocaciones políticas y sociales tan necesarias unas como otras. Nos acercamos a la celebración del Bicentenario de este acontecimiento. Qué bueno sería profundizar nuestro compromiso de erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral de todo el Pueblo, y además fortalecer lo que el Papa llama «la cultura del encuentro». Más allá de festejos o angustias que genera el Mundial de fútbol, nuestra pertenencia al Pueblo hunde sus raíces en estos acontecimientos que nos configuraron como Patria. La alegría de sabernos parte del Pueblo nos alienta en la esperanza y nos ayuda a buscar el bien común por encima de legítimos intereses sectoriales. Saberse ciudadano que asume y respeta la ley es muy bueno. Pero el Papa nos dice que «convertirse en pueblo es todavía más, y requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada.
Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía» (EG 220) casi como señalándonos la intensa complejidad de la diversidad. El fin de semana pasado se realizó en la ciudad de Mar del Plata la ya conocida «Semana Social». El lema que nos congregó fue «El Papa Francisco y la cuestión social». En un clima de diálogo y encuentro transcurrieron los paneles centrales que recogieron las enseñanzas y gestos de Francisco acerca de la economía, la sociedad, el bien común y la paz. Participaron más de 600 personas. Diputados y senadores de diversos partidos, dirigentes sindicales, referentes de organizaciones sociales, muchos de los equipos diocesanos de la Pastoral Social argentina.
Un lugar destacado tuvieron los jóvenes convocados por el programa «Nuevos dirigentes» que lleva a cabo la Pastoral Social. Te transcribo unos pocos párrafos del mensaje final dado a conocer el domingo pasado. Allí se señala: «Nos preocupan todas las situaciones de exclusión que impiden que todos los ciudadanos puedan vivir con dignidad de hijos de Dios. «Reconocemos de modo alarmante las nuevas formas de explotación y las consecuencias que genera un sistema económico global cada vez más desigual. `Lo que hay detrás de los números son personas, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños. No se trata sólo de un problema económico o estadístico. Es primariamente un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial…’ enseñaba el Cardenal Bergoglio en el año 2010.