Da muy pocas entrevistas, elige no recibir premios y desarma con su humildad. Rodolfo Bebán volvió después de nueve años de ausencia a una de sus grandes casas, la televisión, e integra el elenco de Camino al amor. Está feliz de haber vuelto a la pantalla chica, aunque deba levantarse a las cinco de la mañana para empezar a grabar a las siete en Martínez: “La única tira que hice –subraya– fue El amor tiene cara de mujer, pero grababa sólo una semana al mes, porque eran cuatro historias. Mis trabajos en la televisión fueron siempre unitarios”.
—¿Sabías que, en un reportaje, Claudia Lapacó (N. de R.: su ex mujer) dijo que vos eras más lindo y mejor actor que Alain Delon?
—(Se ríe) ¡La voy a llamar para agradecerle! Pero no tuve nada que ver con Delon, nunca tuve tanta facha. Tuve lo mío, pero él tenía una belleza masculina impresionante, imposible acercársele. Lo mismo sucede hoy con Brad Pitt o Leonardo DiCaprio.
—¿La pinta te abrió muchas puertas?
—Sí, es cierto, me abrió la puerta de la televisión y gracias a ella puede acceder a grandes trabajos, como Juan Moreira, Otelo, Hamlet, Un guapo del 900 y tantas películas y obras de teatro. Por eso nunca protesto contra la pantalla chica.
—¿Cuáles son las diferencias entre la televisión de antes y la actual?
—Veo poca televisión, pero creo que hay buenos, mediocres y muy malos programas. Quizás en estos momentos haya más posibilidades de hacer ciclos como Farsantes, o Doce casas. También hay programas como el de Marcelo, que son de entretenimiento. Pero siempre los hubo; antes estaba la revista de Dringue Farías, Barbieri y Pelele o Porcel y Olmedo.
—¿Alguna vez te preocupó el rating?
—Nunca estuve sujeto a él, siempre me sorprendió.
—Tanto en “Dulce amor” como ahora, en “Camino al amor”, hay una escena que se reitera: Sebastián Estevanez bañándose. En tus épocas de galán, ¿cuáles eran?
—Creo que no había. Algunos actores usaban el cigarrillo para leer los libretos sin que las cámaras lo registraran. Recuerdo a Eduardo Rudy, Alberto Argibay y Oscar Ferrigno, que ubicaban los libros junto a los ceniceros.
—¿Qué opinás del éxito?
—El éxito me quitó todo. El éxito te quita cosas, pero te da, lo amás y no lo cambiarías por nada. Te da la satisfacción del deber cumplido.
—¿Por qué no vas a las entregas de premios?
—No está en mi naturaleza permitirme acceder a un premio. Para mí el mejor premio es el trabajo.
—“Camino al amor” compite con “ShowMatch”, ¿la gente prefiere a los actores …?
—¡Siempre! Pero también es un lujo ver la propuesta de Marcelo, es un gran luchador y me parece bárbaro.
—Adrián Suar quería que volvieras a Pol-ka: ¿por qué no volvés desde “Hombres de honor” (2005)?
—Debo agradecerle a Suar que siempre me ha llamado. Incluso el año pasado me invitó a interpretar un personaje junto a Natalia Oreiro, pero no me gustó. Espero que me ofrezca un unitario importante y le diré que sí.
—¿Hay descendencia interpretativa? (N de la R: tiene seis hijos, dos con Claudia Lapacó, Rodrigo y Diego).
—Parece que Bárbara, la hija menor de Rodrigo, quiere ser actriz, y Quique Estevanez desea verla. Es bellísima, y dicen que muy buena intérprete, pero aún no la vi actuar. Cuando le dije a Miguel, mi padre, que iba a usar su apellido artístico, me miró y me dijo: “¿Qué hiciste para llamarte Bebán?”; “Nada” contesté. Y me llamé Tilli hasta que tuve éxito. Son personas que no tienen reemplazo.
—Como Alfredo Alcón…
—Es cierto, son artistas irreemplazables. Cuando me llamó para compartir Filosofía de vida no me dijo que estaba enfermo, me fui dando cuenta solo cuando vi sus problemas para desplazarse. Tenía un espíritu increíble, fue un gallego ejemplar (se quiebra y no puede seguir). El es un punto donde nos tenemos que mirar todos, como seres humanos, actores, seres pensantes y ciudadanos.
—¿Por qué no hiciste más textos clásicos en el teatro?
—No soy un negado a que me llamen, pero si no se comunican conmigo o desde el San Martín o desde el Cervantes, es muy difícil poder hacerlos.
—Son productores privados los que hicieron “Rey Lear” y “Muerte de un viajante”, con Alcón…
—Sí, pero una cosa es Alfredo y otra es Rodolfo… El era una garantía de calidad interpretativa, humana y también en la boletería: ¡conmigo no se sabe lo que puede pasar! ¡Es la verdad! ¿Cómo no lo voy a decir? No me siento mal, pero hay que ajustarse a la realidad. Los que produjeron Filosofía de vida (2011) hace tres años no me llamaron más y siguen haciendo espectáculos… quizás no integro el círculo con el que se manejan, estoy raleado y está bien, no me molesta.
—¿Qué pensás de la relación entre arte y política?
—Siempre elegí permanecer al margen. El único compromiso de un actor debe ser con la libertad de pensar y de hacer. El teatro es un arte social, no hay otra forma, y si uno está comprometido socialmente no puede manejarse, pierde libertad. Me parece bien que cada uno se comprometa con lo que piensa. Pero si soy un ser embanderado con una idea política y no lo quiero declarar, también es válido.