Es arquero, homosexual y tiene como único ídolo al capitán del seleccionado argentino.
Muchos argentinos que desde hace varios días caminaron por Belo Horizonte a la espera del partido con Irán estaban sorprendidos con las declaraciones de amor que recibían a cada paso y que desentonaron con un fútbol -el nuestro- cada vez más basado en las antinomias. La revelación descoloca porque, contra lo supuesto, los brasileños no juzgan a los futboleros argentinos con antipatía. Al contrario, les cuentan su admiración y les desean suerte. Hasta la final, por supuesto.
Esa valoración se traslada a los periódicos. A diferencia de algunos medios argentinos que se refieren a los brasileños con chicanas, chistes de dudoso gusto y una rivalidad tan forzada que a veces solo parece enemistad, O Globo, Folha de S.Paulo y demás diarios usan un sinónimo en común para hablar de los argentinos: “hermanos”, “país hermano” o “nuestros hermanos”.
La admiración en hinchas y medios se traslada a los jugadores. A la espera de que algún argentino se haga llamar Pelé, Ronaldo o Neymar, Brasil ya tiene su Messi. Un Messi tan diferente del original que es brasileño, arquero y –una condición a la que todavía no se animó nadie en el fútbol argentino- homosexual asumido –“las personas siempre me respetaron, saben que soy gay y no sufro preconceptos”, dijo-.
La noticia del Messi arquero y brasileño, presentada en Folha do S.Paulo, es un nuevo y simbólico reconocimiento al Messi original, argentino y delantero. Desde tiempos inmemorables –ya en el Mundial 30 jugaron Brilhante y Preguinho-, los brasileños adoptan apodos. Así como las estrellas de Hollywood tienen nombres artísticos, aquí los jugadores prefieren alias deportivos.
Edson Arantes do Nascimiento se llamó Pelé porque soñaba con ser Bilé, el arquero de Sao Lourenco de Minas Gerais, el equipo donde jugaba su padre. Manoel dos Santos se convirtió en Mané porque así se llamaba el pájaro que cazaba en Pau Grande. En el documento de Dunga aparece Carlos Caetano Bledorn Verri pero todos lo conocen por el apodo que le quedó por su parecido con uno de los siete enanitos de Blancanieves.
A Bebeto lo inmortalizó su cara de bebé. Hulk, uno de los delanteros brasileños de este Mundial, le debe su nombre a su parecido al monstruo de piel verde. Y mil casos más.
Hace muchos años hubo un Maradona en Ferroviario de Fortaleza. Y un Caniggia en Río Branco. Ahora llegó el Messi arquero del Globo FC, un equipo que participa en el estadual de Río Grande del Norte, cuya capital es Natal, sede del Mundial.
“Messi es un ídolo”, explicó el apócrifo, el brasileño que festejó el golazo de su hermano argentino, quien con su tanto ante Irán convirtió por primera vez en dos partidos seguidos del Mundial.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.