El hijo de Ricardo Darín analiza el cine argentino. La herencia de su padre.
Su padre dijo que haber participado del ciclo televisivo Nosotros y los miedos le cambió la carrera. En ese entonces tenía 25 años, la misma edad a la que el Chino Darín se consagra con el primer protagónico. En el mes que Muerte en Buenos Aires lleva en cartel, se convirtió en el film local más visto de la temporada, con más de 400 mil espectadores. Pese a que la presencia del joven Darín en los medios crece, no se siente particularmente observado. “Sin duda mi apellido en su momento generó cierta intriga, pero jamás sentí que se me estuviera buscando la falla”, aclara.
—¿Creés que le faltaba algo al cine argentino?
—Público (ríe). Tener figuras como Campanella, mi viejo o Francella, aunque tengan espectadores asegurados, no te garantiza nada.
—Pero las figuras que nombraste, en definitiva, son las más taquilleras…
—Es cierto que tener figuras genera expectativas y ayuda a que no te saquen de cartel al toque. Tenemos un buen cine que muchas veces no cuenta con la guita para promoción y así lograr que la gente sepa de qué se trata un film. De repente, se estrenaron cincuenta o sesenta películas y nadie lo sabe.
—¿Se estrena más de lo que está en condiciones de ser exhibido?
—Puede ser, no sé. Es delicado el tema. Por un lado estoy de acuerdo, pero por el otro también es cierto que se le da la oportunidad a un montón de directores de mostrar qué hacen. Es difícil medir la evolución de alguien si no lo dejás filmar. Sin duda, se hacen muchas películas y son muy pocas las que tienen repercusión.
—¿Cuál de los trabajos de tu papá te gusta más?
—En El aura me encanta, y en Nueve reinas también. Me gusta lo que hizo con Juan Campanella, en cuyo historial encontrás trabajos excelentes y otros que no lo son tanto. Pero ahí está lo que te decía: quizás sin ese fogueo no hubiera llegado a tener la carrera que tiene hoy en día.
—¿Qué creés que heredaste de tus padres?
—De mi mamá, el sentido práctico; en cambio, mi viejo es más etéreo. De él, buscarles el lado humorístico o positivo a las cosas y desacralizar todo lo de la profesión y la figura pública.
—En el levante, ¿a lo mejor también saliste a tu viejo?
—No sé, ¿eh? Mi vieja tenía mucho más levante que mi papá. Mi mamá le pasaba el trapo (ríe). Me parece que mi viejo tuvo suerte. Ella es más atractiva. Después, el hecho de ser público te puede dar ventaja…