Por qué la selección hispana engañó durante mucho tiempo con su famosa posesión de pelota.
Edgardo Martolio
El fin de la selección de España, campeona del mundo 2010, era tan esperado como la abdicación de su rey, Juan Carlos, desde que se supo de sus amantes y se publicaron fotos de su ostentosa cacería de elefantes en el África. La selección hispana, como el monarca con su sonrisa paternal, engañó durante mucho tiempo con su famosa posesión de pelota, que no significa nada, porque para marcar un gol se necesitan menos de 15 segundos.
Es fútbol, no es matemática. Es inspiración más que cálculo. Un minuto de pelota en los pies de Messi es más peligroso que los 89 restantes en poder de Tony Hibbert, jugador del Everton inglés que demoró 300 partidos para marcar su primer tanto. De hecho, en el partido del Maracaná, donde Chile despachó a ‘la otra roja’ 2 a 0, España mantuvo el 56% del tiempo el balón en su poder contra 44% que lo retuvieron los chilenos. España pierde al rey Juan Carlos por pícaro, pero pierde a su otra corona, la futbolera, por falta de picardía, porque al igual que Brasil en 1966 e Italia 2010 envejeció una década en cuatro años y no se dio cuenta. Se durmió en los famosos laureles. Y la pierde porque confundió repetición con oficio. Y sumó ‘desentendidos’ dentro del plantel. Todos los países mencionados eran campeones mundiales en esas Copas y se despidieron en la Primera Fase.
No olvidemos que España fue el campeón del mundo que menos goles hizo desde que se juegan siete partidos para consagrarse como tal. El primer problema de ‘la furia’ fue su sempiterna falta de gol; y el segundo problema su falta de originalidad, defecto que arrastró desde siempre, inclusive cuando ganaba. La selección le robó el libreto al Barcelona que lo venía escribiendo desde hacía veinte años y no terminaba de encontrar los intérpretes, hasta que con Messi a la cabeza, junto a Xavi e Iniesta (principalmente) consiguió la performance ideal.
El dignísimo don Vicente Del Bosque no tuvo culpas entonces, hizo lo que cualquiera hubiese hecho: ¿para qué ponerle más condimentos a la ensalada si el sabor agrada a todos? Además, copiando el último texto de Guardiola le dio a España el título que tanto buscaba y bien merecía. Pero nada es eterno y él no supo renovarse. Ahora sí es responsable. Además, de barriga llena, enfrentó a un Chile más hambriento de gloria que sus 33 mineros enterrados más de dos meses en San José, en 2010, que grabaron, ahora nomás, un videoclip para contagiar de su fe a los jugadores; ¡y vaya si lo lograron!
El juego de España si no es ejecutado a la perfección, termina siendo franelero, de zaguán, hasta puede aburrir. No aburría porque la pelota caía en los pies de Iniesta que, como un mago, la transformaba en una paloma blanca. Y ganaba porque David Villa metía hasta las que iban afuera. Parecía lindo porque la gente cantaba ‘olé’, pero ese mismo juego si termina cero a cero es un opio, adormece. Ese fútbol es como la música clásica, precisa de perfección, sino es apenas sonido. No la mezclemos con el rock donde cualquier ruido vale. Las cosas siempre se confunden como confundía Celeste Carballo que nunca cantó, siempre gritó. En los tiempos modernos llenar de barullo un estadio se llama show; en el Colón porteño o en la Scala de Milán hay que hacer música y lo que se ofrece se llama concierto. Fútbol de tic-tac y fulbito pueden ser casi iguales. Lo acabamos de ver en el Maracaná.
No digo que esta España grite, sea Celeste Carballo. Lejos de eso. Pero ya no tiene los vocalistas de otrora ni el coro de ayer y algunos de ellos, como Xavi Hernández están medio sordos, tocan de memoria lo antiguo pero no pueden incorporar las novedades –si las hubiere–; cualquier otra partitura le resulta extraña. No hay proeza en Holanda ni en Chile por sus victorias. Hay lógica. Hoy, perder con España, es cosa de bobos. Juega siempre igual; hasta el último Racing de Mostaza Merlo que no jugaba a nada, puede ganarle porque ya no sorprende, se le adivinan los movimientos como al ballet ruso cuando representa ‘El lago de los cisnes’ que ya desinteresa a sus propios intérpretes de tanta anáfora, por decirlo retóricamente.
Vicente del Bosque cambió algunos nombres, como los laterales, pero no innovó tácticamente. Cambió seis por media docena, como bien dicen los brasileños cuando quieren decir ‘más de lo mismo’. Siguió dejando que el amargo de Xabi Alonso –jugador que nunca entendí– le siguiese (des)organizando el mediocampo. Además, por ser la gran persona que es, respetó historias que merecían un homenaje pero no continuar en la selección. En cuatro años pasan muchas cosas, la mayoría ajenas a la voluntad y decisión del entrenador: David Villa dejó de hacer goles y el técnico creyó que nacionalizando a Diego Costa lo reemplazaba; creyó que el brasileño jugaría en ese equipo con la misma eficiencia que lo hizo en el Atlético de Madrid de Simeone, que juega de modo totalmente opuesto. No funcionó, claro, y se le desmoronó el siempre pálido ataque.
Atrás, le faltó Puyol y le sobró Casillas. Listo. No hay mucho más que decir. Fin de una época. La Holanda que perdió en Sudáfrica la apabulló en Brasil porque Van Gaal no hizo lo que su antecesor Van Marwijk, no se entregó. Van Gaal armó una revolución sobre los muros bajos y el mapa conocido de la España ‘de siempre’: jugó sobre los defectos españoles en vez de defenderse de sus virtudes. Al Tata Martino le pasó algo similar en el Barcelona, por eso el Barcelona perdió todo lo que jugó esta temporada. Hoy, con la televisión, los entrenadores más ‘antenados’ pueden estudiar al rival mejor de lo que un marido puede controlar a su esposa cuando sale a divertirse con ‘las amigas’. Ese no es Del Bosque que murió con su propio veneno creyendo que era vino añejado; se embriagó con lo que no debía siquiera probar.
Era diciembre de 1986, no hacia ni un semestre que la Argentina de Bilardo se había consagrado campeón mundial en México; estábamos en la redacción de SóloFútbol y el “Bambino” Pons (hoy gran relator, entonces colaborador de nuestra publicación y siempre buen periodista), que se encontraba diariamente con el famoso ‘Narigón’, llegó todo agitado diciendo a eso de las cinco de la tarde: “Carlos es un fenómeno, hoy me explicó cómo va a jugar en Italia ’90 para contrarrestar a los que le encontraron la vuelta a la selección campeona”. Bilardo ya había creado la contra-táctica. El “Bambino” tenía razón, era un fenómeno. No volvió a ser campeón del mundo porque Maradona estaba lastimado y ya no tenía el mismo plantel, pero con poco, muy poco, llegó a la Final, la perdió por un penal, y no se dejó sorprender tácticamente por nadie (salvo en el raro debut contra Camerún). Eso es un técnico. Al menos un técnico que justifica una segunda chance.
Segundas partes nunca fueron buenas, dice el refrán. Es cierto, aunque a veces aparece la excepción que confirma la regla. Esta eliminación española no es una segunda parte que salió mal, es un bochorno. La última vez que España perdió dos partidos seguidos en una Copa fue en 1982, cuando fue Sede. En yuxtaposición, el golpe de gracia se lo dio Chile que sólo en tres Mundiales ganó dos partidos consecutivos. Así es la vida. Y el fútbol. Unos se van y otros llegan. La buena noticia es la llegada del Chile de Sampaoli. Un ex taxista que nunca dirigió en la Argentina porque en la Argentina hay que tener cartel, representante y salir en los medios. No alcanza con inteligencia y trabajo. Bien, allí está sorprendiendo a todo el mundo, inclusive cuando la victoria sobre Australia que demostró ser un buen rival al pelearle, hasta en el tiempo de descuento, el segundo partido a Holanda, hasta ahora, junto con Alemania, las dos candidatas más serias de esta vigésima Copa.
Los Pitufos de Sampaoli ganan porque juegan en equipo, colectivamente. Parece obvio, no lo es; de hecho Argentina no conforma un equipo, son dos mitades que no encajan. Es cierto que el germen chileno lo plantó el ‘Loco’ Bielsa, pero no consiguió la madurez actual. El ‘Bichi’ Borghi, que lo siguió en el cargo, fue una especie de Martino, no encontró el punto correcto para vitaminizar un equipo que todavía se estaba armando; lo quiso hacer jugar; sirvió el plato cuando aún estaba crudo. Sampaoli, sin embargo, no hizo ningún milagro, apenas estudió lo que tenía y trabajó artesanalmente lo que le venía en serie de sus antecesores y de fábrica de los clubes donde actúan. Para mí, su principal mérito fue el atraso posicional que le ordenó a un poco talentoso pero intenso Gary Medel, permitiendo que uno de los diez mejores jugadores del mundo de este momento, Arturo Vidal, se adelante quince metros. Como en la cocina gourmet con poco a veces se consigue mucho; y diferente.
Son Pitufos, porque todos son bajitos, pero con libreto. Saben qué tienen que hacer para que no los bombardeen con centros, entienden la importancia del anticipo en las dos mitades de la cancha, conocen a los adversarios y, además, juegan bien por abajo, hay varios ‘buenos pies’ y todos tienen mucha disposición. Chile es a nivel de selecciones lo que el Atlético de Madrid a nivel de clubes: intenso. Siempre sale a ganar, aún de visitante. Aprieta, avanza, muerde, no se detiene para pensar, piensa en movimiento. Evidentemente hay un nuevo Chile. Así como hay una España envejecida. Tan envejecida que se quedó sin título y sin su histórico rey (que también perderá a las amantes), mientras Chile, ahora, corona a un argentino tanto cuanto Holanda, la otra ‘primera’ clasificada, exhibe una reina también argentina. Por ahora ‘nuestros prestados’ aparecen más que la propia selección…
IN TEMPORE: En el diario Perfil –versión impresa– de este sábado aparecerá un artículo que envié después del empate entre Rusia y Corea del Sur, donde me permití declarar al árbitro misionero Néstor Pitana como ‘el mejor argentino del Mundial’, al menos hasta ese momento. En realidad Pitana es quien mejor nos representa porque es ‘el árbitro argentino en la Copa’, pero el mejor argentino, hasta ahora, es Jorge Sampaoli, pena que representa a Chile. Creo, por lo que escucho aquí en Brasil, que no seguirá mucho más tiempo del otro lado de la cordillera: varios clubes brasileños dicen pretenderlo. Yo se lo recomendaría a España…
(*) Director Perfil Brasil; creador de SoloFútbol y autor de Archivo [sin] Final