La figura en la serie de Cris Morena recuerda a Romina Yan. Cree no ser sexy, y no lee diarios.
Oriana Sabatini se sienta. Enseguida se perfuma. Cuenta que es un tic, que tiene que hacerlo todo el tiempo, en el cuello y la muñeca. Está ansiosa también por lograr oportunidades de trabajo exitosas: “Me empiezo a desesperar. Siempre que me dan una propuesta, le digo a mi viejo [Osvaldo Sabatini] que diga que sí. El trata de tranquilizarme”. Mientras, con sus compañeros de la segunda temporada de la serie Aliados, dirigida por Cris Morena, hace un taller de teatro y acento neutro. “Es una manera de hablar que nos puede ayudar en el exterior. Es como hablan en los dibujitos”, dice.
—Sos la cara femenina del actual producto de Cris Morena, un lugar que muchas veces ocupó su hija. ¿Sentís presente a Romina Yan en “Aliados”?
—Sí, en todo. Si Cris está, es porque Romina está. Aliados nace a partir de Romina. Está en todo: desde en el vivero que tiene una r mayúscula, hasta en el vestuario: a veces, nos ponemos ropa que antes fue usada en Chiquititas.
—¿Qué te genera trabajar para Cris Morena?
—Es un honor, aprendés un montón todo el tiempo. Toda la vida vi sus programas, y mi mamá [Catherine Fulop] laburó con ella. Une gente muy linda y muy profesional.
—¿Cómo te llevás con tu cuerpo?
—Tengo un montón de complejos. Pero trato de no tener tantos mambos con eso, porque sé que ocho de cada diez adolescentes (sic) sufren anorexia, lamentablemente. Es muy fácil meterse en ese problema. Si escucho o leo un comentario del tipo “mirá las piernas que tiene”, trato de no darle bola.
—¿Te gusta dar una imagen sexy?
—Me da gracia. Cuando grababa, me decían: “En este clip tenés que ser una potra, tenés que ser sexy”. Nada que ver conmigo. Soy lo menos sexy que hay en el planeta.
—¿Cómo te llevás con la fama?
—Desde chica mi vida fue pública. Antes era incómodo, ahora estoy un poco más acostumbrada, aunque en la calle, no tanto. A los chicos no les importa nada, y se acercan. Pero es lindo, porque vienen con buena onda y no es ninguna molestia.
—Tenés dos padres conocidos públicamente. ¿A quién sentís que te parecés más?
—A mi papá, que es un poco más callado que mi mamá pero, si tiene que ponerte los puntos, te los pone. A la hora de trabajar, me gusta concentrarme. Para joder tenés otro momento, aunque, obvio, te podés divertir.
—¿Cómo se está viviendo en tu casa la situación en Venezuela?
—Están preocupados, más que nada por la familia de mi mamá, porque no saben muy bien cómo la están pasando. Yo no entiendo nada. Me gustaría mucho estar informada de todo lo que pasa, pero en este momento tengo otras cosas en la cabeza. Me encantaría leer el diario, pero con hacerlo un día no me voy a enterar de todo.