la seleccion se nutre de seis jugadores de la sub 20 que fue campeona mundial en holanda 2005, cuando se consagro messi. el legado de la era pekerman.
Cuando en el arranque del segundo tiempo Messi entró por primera vez a la cancha con la camiseta de la Selección, adentro lo esperaban tres compañeros que hoy también cantarán el himno en el Maracaná: Pablo Zabaleta, Ezequiel Garay y Ezequiel Lavezzi. La historia es conocida: sucedió la noche del 29 de junio de 2004 en el estadio de Argentinos Juniors, en el amistoso contra Paraguay que la AFA armó de apuro para blindar a ese chico de 17 años que España zamarreaba. Un año después, esa Selección sub 20, con cambios sustanciales de apellidos, ganaba el Mundial en Holanda. La vuelta olímpica no la dio Lavezzi, que jugó el Sudamericano y quedó fuera de la lista definitiva, pero a Messi, Garay y Zabaleta se agregaron en ese torneo Fernando Gago, Lucas Biglia y Kun Agüero.
Los siete son los sobrevivientes de aquella generación en esta Selección. Constituyen el legado de la era Pekerman-Tocalli, los gestores de los años dorados de las selecciones juveniles. Lo que mejor que queda de un trabajo que la AFA pacientemente se encargó de destruir. De vuelta: a los siete, la experiencia holandesa de 2005 los marcó.
El suplente. “La bajada de línea de Pekerman era que alguno llegara a la Selección Mayor”, recuerda ahora Pancho Ferraro, el entrenador de aquel equipo. Ferraro llegó a ese puesto como parte de un reacomodamiento de piezas: Pekerman había tomado la posta de Bielsa en la Mayor y se llevó con él a Tocalli, que había dirigido a la sub 20 en el Sudamericano de Colombia, que se jugó cinco meses antes del Mundial. Ferraro heredó un plantel que traía la base del sub 17 de Finlandia, en 2003, en el que ya estaban Garay, Biglia y Gago. Fue en ese torneo que Tocalli se le acercó a Lautaro Formica a preguntarle por un chico que le habían nombrado: “Quería saber qué tan bueno era Messi, y sabía que yo había sido compañero de Leo en Newell’s”, cuenta el defensor, hoy en el Asteras Tripolis de Grecia.
El ingreso de Messi al grupo fue de a poco. Después de aquel partido en la cancha de Argentinos, Tocalli lo llevó al Sudamericano. “No anduvo bien, tuvo muchos altibajos”, precisa Gerardo Salorio, el preparador físico. Tal vez por eso, Ferraro lo puso de suplente en el primer partido del Mundial, contra Estados Unidos. “Se había fracturado la muñeca José Sosa, que iba a ser el titular, y todos creímos que iba a jugar Leo”, recuerda Gustavo Oberman, también campeón en Holanda. Pero no. “Fuimos a la charla técnica y ni vi el pizarrón. Había caras raras, y me di cuenta de que mis compañeros me miraban. Era que jugaba yo y Leo iba al banco, jeje”, apunta el delantero que acaba de volver de Bahía Blanca, donde jugó para Olimpo la última temporada. Pero Messi no duraría demasiado en el banco: en el entretiempo reemplazó a Pablo Vitti. A pesar de su electricidad, los chicos no pudieron revertir el 0-1 del primer tiempo: “Entró e hizo un desparramo”, dice Formica. A Ferraro todavía le señalan aquella decisión: “Messi arrastraba una pequeña lesión, no estaba diez puntos para el debut”, se defiende el entrenador.
El despegue. Antes del segundo partido, que Argentina le ganaría 2-0 a Egipto en Enschede con un gol de Messi y otro de Zabaleta, hubo reunión en la concentración. El grupito de los grandes se citó con Salorio: “Hicimos una charlita entre nosotros y le dijimos de buena manera al profe que Leo tenía que jugar”, detalla el defensor rosarino, una fija del equipo. Que se ríe de las ideas que se le cruzaban en los entrenamientos: “Si me tocaba marcarlo, rogaba que se fuera para el otro lado”. Fuera de la cancha, Messi pasaba las horas con el Kun, su admirador y compañero de habitación.
El equipo se rearmó a partir del comando natural del que llevaba la camiseta 18, un número extraño para él. Y se hizo imparable para los rivales. No frenó hasta ganarle la final a Nigeria: 2-1 en Utrecht, con goles de penal de Messi. El que había empezado en el banco terminaba en lo más alto de todos los podios: se llevó los premios de goleador y mejor jugador, también. “Esa noche no dormimos, nos sacábamos fotos con la Copa en todas las habitaciones”, sigue Formica. “Mi hijo me pregunta por qué no juego con Leo en el Barcelona, no me creía que habíamos sido compañeros en la Selección. Hace poco le mostré el video del gol que le hice a España: Messi a Gago, taco de Fernando y definición mía. Encima Messi me fue a abrazar. El nene se reía, pero al final me creyó”, detalla Oberman una anécdota casera.
Fue la coronación de un equipazo, “el mejor que integré”, no duda Formica. “La última gran sub 20”, agrega Oberman. “Les ganamos a Colombia, España, Brasil y Nigeria. A todos los buenos”, se enorgullece Ferraro, hoy retirado de la dirección técnica. “Lo disfruté mucho”, se sensibiliza Salorio.
Cracks. Formica y Oberman tienen claro por qué tantos jugadores de aquella camada inolvidable llegaron a este Mundial. “Garay es el que más me gusta de los defensores. Tiene pegada, es firme en la marca, va bien arriba”, elogia el delantero. “Es uno de los centrales más completos del mundo, por algo lo buscan los grandes de Europa. Y eso que no vende humo”, amplía Formica, que recorre la misma idea respecto de Zabaleta: “Hay jugadores que se dedican a hablar y otros a jugar, como él. Nació con la camiseta de la Selección puesta”. “Pablo siempre fue grande para todo: jugar, manejar el grupo, hacerse respetar. Era nuestro capitán”, lo describe Oberman. Aunque su preferido es Biglia: “Siempre hinché por él: tiene toque, control de pelota, remate de afuera. Y una gran humildad”.
Los dos le ponen muchas fichas a esta selección. “Por algo pasan las cosas. Que este Mundial justo sea en Brasil, el gran rival, que Leo tenga la edad de Maradona en México 86… Ojalá nos salga redondo”. Lo dice Formica, el amigo de Messi. Lo desean unos cuantos millones de personas más.