Alemania utilizará un modelo idéntico al del Flamengo para sumar adeptos en Brasil. El día que Argentina se vistió de amarillo.
Luciano Wernicke
Para congraciarse con los hinchas brasileños, los alemanes utilizarán en este Mundial una camiseta suplente muy particular, con rayas horizontales negras y rojas. El diseño, propuesto por la marca deportiva Adidas y aprobado por la federación germana, no es casual: es idéntico al que utiliza Flamengo, el club más popular del país anfitrión de la Copa del Mundo, que también es vestido por la marca de las tres tiras.
Esta medida, que bien puede ser tomada como demagógica, ya fue utilizada por Costa Rica para enfrentar justamente a Brasil en el estadio Delle Alpi de Turín en el Mundial de Italia 1990. En esa oportunidad, la selección tica dejó de lado su tradicional camiseta roja y empleó una a bastones negros y blancos igual a la del equipo local Juventus. De esta manera, el conjunto centroamericano se ganó el apoyo de una porción del público turinés, pero sólo eso, porque el encuentro fue ganado por la escuadra verdeamarela 1-0. Ese marcador no refleja la enorme superioridad de los sudamericanos: Brasil efectuó veintidós disparos al arco contra ninguno de su oponente, y lanzó trece tiros de esquina contra cero de su rival.
La utilización de camisetas de clubes locales se dio en otras oportunidades en la Copa del Mundo, aunque por cuestiones fortuitas. Cuando Alemania y Austria salieron al césped del estadio napolitano “Giorgio Ascarelli” para jugar por el tercer puesto del torneo de Italia 1934, las dos selecciones vestían sus uniformes tradicionales: camiseta blanca y pantalón negro.
En su libro “100 Highlights Fussball. Momentaufnahmen Weltmeisterschaften 1930-1998″, el periodista Andreas Baingo afirma que, como los capitanes no se pusieron de acuerdo sobre cuál de los dos conjuntos debía cambiar su atuendo, el árbitro italiano Albino Carraro decidió comenzar el juego a pesar del conflicto cromático. La confusión fue tal que los espectadores italianos no sabían qué equipo atacaba hacia un lado y cuál para el otro. Tal vez favorecidos por esta increíble situación, los alemanes se pusieron en ventaja 2-0 en pocos minutos. Desconcertados, los austríacos le pidieron permiso a Carraro para sacarse sus camisetas y calzarse unas del equipo local Napoli que había conseguido, de apuro, uno de sus dirigentes. Con su nuevo uniforme, los austríacos lograron marcar dos veces, hecho que no alcanzó para evitar la victoria de Alemania, que terminó imponiéndose por 3 a 2.
Alemania utilizará en Brasil una camiseta similar a la del Flamengo para ganarse al público local.
En la edición de Brasil 1950, México y Suiza se presentaron vestidos de rojo para chocar en Porto Alegre. Para diferenciarse de los helvéticos, los aztecas cambiaron sus remeras por las tricolores celeste, blanco y negro Gremio. El cambio tampoco trajo suerte: Suiza se impuso por 2 a 1.
En Suecia 1958, el árbitro inglés Reginald Leafe miró a las dos escuadras formadas sobre el césped del estadio del FF Malmö y le pareció que el blanco de la camiseta alemana podría confundirse con el celeste clarito y el blanco de la argentina, especialmente porque ambos equipos llevaban pantalones y medias negros, algo poco feliz para las transmisiones en blanco y negro de la televisión de la época. Leafe llamó a los dos capitanes y, por medio de un sorteo, determinó que Argentina utilizara una indumentaria alternativa. Como los sudamericanos no contaban con otro juego de ropa, aceptaron en préstamo el que les ofreció un dirigente del club IFK Malmö, el otro equipo de la ciudad y tradicional rival del anfitrión. Así, por primera vez en su historia, Argentina vistió una camiseta amarilla. La derrota 3-1 determinó que también fuera la última.
El 10 de junio de 1978, Francia y Hungría sorprendieron a propios y extraños al salir al campo de juego del estadio Ciudad de Mar del Plata con idénticos uniformes totalmente blancos, curiosamente los colores “suplentes” de ambos combinados (azul y rojo, respectivamente). El árbitro brasileño Arnaldo Coelho llamó a los capitanes para resolver el conflicto, pero ninguno de los dos equipos tenía un juego de remeras de repuesto: habían quedado en sus hoteles de Buenos Aires. Cuando parecía que la confusa situación quedaba sin solución, un dirigente del club marplatense Kimberley ofreció camisetas de esa entidad. La oferta fue aceptada y, cuarenta minutos más tarde, Francia apareció en el terreno vestida a bastones verticales verdes y blancos.
Como la numeración de las nuevas remeras era “de corrido”, del “2″ al “16″, Dominique Rocheteau actuó con el “7″ en la espalda y el 18 en el pantaloncito; Olivier Rouyer, con el “11″ y el “20″. El equipo galo se impuso ese día por 3 a 1 y pudo, por fin, quebrar el maleficio de las camisetas prestadas.
Un detalle nada menor que ya fue advertido por los alemanes que en Brasil serán, gracias al bendito marketing, “rojinegros”.
(*) Escritor del libro Historias insólitas en los mundiales de fútbol